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Tras el experimento, el curioso pasó varios meses recogiendo cristales de su jardín
Playground community
28 Marzo 2018 17:25
En tiempos más bárbaros —aunque puede que los nuestros también lo sean— los niños introducían humo de cigarrillos en cuerpos de ranas y sapos hasta que estos reventaban. Era una de las variadas torturas y sevicias a pequeños reptiles e insectos que formaban parte del aprendizaje normal de muchos pequeños sádicos. También ha habido siempre niños —o niños grandes, puede que incluso adultos infantilizados— que le han puesto petardos a las cosas o seres más variopintos, o que, bajo el disfraz de jugar con física y química, han encontrado una enorme fuente de diversión en toda clase de experimentos explosivos.
Así que podemos imaginar al protagonista de nuestro vídeo, una mente inquieta, un espíritu libre con un acuario en el garaje o el trastero porque una vez, hace muchos años, vio Buscando a Nemo. Pero cuando a su Nemo le pasó lo que le pasa a todos los peces domésticos y acabó dando vueltas en el inodoro o metido con una flor en una caja de puros enterrada en el jardín, el acuario pasó a dormir el sueño de los justos entre otros cacharros en alguna parte de la casa. Porque es una de esas cosas que da pereza llevar al punto limpio y mamá siempre piensa que podría servir para algo algún día. Pero los años han pasado, y un día te dices que el acuario quizá pueda tener un último momento de gloria. Y entonces intentas recordar dónde demonios guardaste aquel inflador de airbags… porque los dos chismes combinados podrían ser la bomba. Literalmente.
Así que nuestro héroe suma dos y dos. Y a grabarlo con el móvil, claro, que ahí está la gracia de estas cosas, en compartirlo con propios y ajenos a través de las redes sociales. “Lo llenamos de agua. 500 litros. A continuación, sumergimos el sistema de impulsión del airbag y ya verás qué risa”.
Viendo el vídeo y el resultado del episodio, hay que celebrar que, al menos no habían metido peces en la pecera. Porque conozco a personas —y puede que tú también— con síndrome de Peter Pan que, para este gamberro experimento, hubieran llenado el acuario de pescaditos para recrear un maremoto con su tsunami y todo, o una lluvia de peces que hubiese dejado en pañales al Moisés de Los Diez Mandamientos.
En fin, que dentro de lo que cabe, el experimento ha sido humilde e inocuo —cristales rotos al margen, claro está—. Así que nos quedamos con lo que es: una explosión en el jardín, un experimento loco y un poco tonto, una tarde divertida quizá con un par de amigos y, como mucho, unos vecinos que te miran de reojo y no saben qué pensar y que, quizá la próxima vez que te vean, cargado de cacharros y empalmando cables en el jardín, llamen a la policía.
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