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¿Por qué nos resultan tan irresistibles los bebés y sus monerías? La respuesta, claro, está en la ciencia
Playground community
09 Abril 2018 13:15
Que sí, que sí, que no hay nada tan tierno ni tan viral, como ver a un bebé haciendo algo gracioso. Y claro que algunos primeros encuentros —con personas, con cosas— no son lo que uno espera. Eso lo sabemos nosotros, y hasta nuestro simpático protagonista.
Su madre, ni corta ni perezosa le pone un gajo de limón entero en la boca. El chaval, tras unos instantes con cara de misterio, hace ademán de expulsarlo y se esparce a sus anchas en plan Fary para sacar de su paladar el sabor agrio de turno.
Aunque, ya se sabe, los humanos siempre tropezamos dos o tres veces con la misma piedra y el bebé vuelve a la carga, esta vez con más cautela. El efecto es inmediato, la cara se le arruga y los ojos se estrechan de nuevo tras la explosión de limonazo en su lengua. “No. No. No. No. No”, dice con la cabeza.
Ya lo decíamos al principio, es imposible resistirse a estos momentos tan tiernos. Sin embargo, como sucede con la mayoría de conductas humanas, esta simpatía que generan los más pequeños tiene una función evolutiva bien diferenciada.
No olvidemos que nuestras “crías”, las de los humanos, dependen en exceso y durante mucho tiempo del cuidado de sus progenitores para sobrevivir. Y esa es una de las razones de que su fisionomía, y también sus primeros rasgos conductuales, sean tan “monos” a ojos de la mayoría de padres. En el fondo, esas características de los bebés buscan llamar la atención de éstos y otros adultos para aumentar las probabilidades de que alguien se ocupe de cuidarlos.
Gracias a este recurso evolutivo ancestral basado en la ternura, la especie pudo afrontar el largo período de crecimiento de su prole y perpetuar sus opciones de supervivencia como grupo con mayores garantías. De hecho, este mecanismo es tan propio de los humanos que ciertas especies de primates no reaccionan positivamente ante el fenotipo de su descendencia.
También llamado “esquema bebé”, éste concepto refiere el conjunto de rasgos fisonómicos que exhiben los bebés para ser irresistibles:
1. Cabeza grande y redondita.
2. Ojos grandes.
3. Nariz pequeña.
4. Frente prominente.
5. Cuerpo regordete.
El efecto de estos rasgos es tan irresistible que incluso los niños pequeños sienten esa necesidad de cuidar a los bebés que encajan en el ‘baby schema’. Así lo demuestra un estudio al respecto dirigido por Melanie Glocker en el que colaboraron la Universidad de Pensilvania y la Universidad de Münster.
Durante el experimento se mostró a 122 niños las fotos alteradas de algunos bebés para que se ajustarán más al esquema bebé de forma conjunta con otras fotos menos exageradas. El resultado confirmó que, incluso a una edad temprana, ya reconocemos estos rasgos significativos que nos empujan a protegerlos a toda costa.
Como la evidencia manda, mejor desterrar de nuestro vocabulario la frase “no me gustan los bebés” y sustituirla por otra más precisa como “no me gustan algunos bebés”, porque todos estamos programados, en mayor o menor medida, para deshacernos con el niño limonada.
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