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Culture
Time’s Up es una iniciativa que busca ayudar a mujeres sin los privilegios de los que gozan las estrellas de cine blancas, cisgénero y heterosexuales
03 Enero 2018 12:16
Si el ejercicio 2017 se cerró con un balance positivo para la lucha feminista, ganando en conciencia, en número de militantes, de aliados, y de enemigos que siempre habían estado allí –Harvey, Louie, Charlie, ¿qué tal os va?–, 2018 viene dispuesto a demostrar que el #MeToo no fue, en ningún caso, hashtag de un día.
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Las mujeres de Hollywood se llevaron todas las miradas en los últimos meses por dar un paso al frente para combatir el monstruo patriarcal en el entorno de su industria, y vuelven a ser ellas las que lanzan la primera gran iniciativa feminista del año: Time’s Up, o El tiempo ha terminado.
Si el #MeToo era teoría y exaltación del ‘yo’ para concienciar al mundo, Time’s Up busca la práctica y la construcción de puentes entre víctimas del abuso sexual en todo el mundo.
La campaña, impulsada por 300 mujeres del mundo del cine, se presentó con una carta abierta en el New York Times en la que se detallan propósitos y ambiciones. Tal y como reza el escrito, la iniciativa nace para recoger todas aquellas voces que se alzaron con #MeToo, diversas en clase y raza, y ayudarlas económica y legalmente a defenderse de los abusos sexuales que hayan sufrido.
We stand in solidarity with Alianza Nacional de Campesinas and women across every industry to combat abuse, harassment, marginalization, and underrepresentation. The $13m @TIMESUPNW Legal Defense Fund is just the beginning. This is not a drill. #TIMESUP https://t.co/a0qtkachdJ pic.twitter.com/B5XGy37FCv
— Ava DuVernay (@ava) 1 de enero de 2018
Auspiciado por profesionales como Ava DuVernay, Halle Berry o Lupita Nyong, Time’s Up ha sido suscrito por 1.000 firmas más desde su lanzamiento ayer. Emma Watson, Nicole Kidman y Jennifer Aniston figuran entre las defensoras de la iniciativa. En solo dos días, Time’s Up ha conseguido recaudar 13 millones de dólares para su causa.
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La primera piedra para que Time’s Up comenzara a fraguarse fue, precisamente, otra carta abierta; una firmada por la Alianza Nacional de Campesinas, organización californiana formada por inmigrantes latinas. En ella, sus portavoces hicieron notar las dificultades para alzarse contra el abuso sexual cuando su altavoz no era el de, por ejemplo, Rose McGowan o Ashley Judd.
En ese sentido, y así se expresa en su manifiesto inicial, Time’s Up lucha por dotar de “representación y oportunidades equitativas a todas las mujeres trabajadoras, haciendo hincapié en visibilizar especialmente a las mujeres de color, las inmigrantes, las lesbianas, las bisexuales y las transexuales; a todas aquellas mujeres cuyas experiencias personales son sustancialmente peor que las de las blancas cisgénero heterosexuales”.
Es decir, la plataforma nace para facilitar que mujeres sin los privilegios de las estrellas de cine puedan dar, como ellas, un paso adelante.
Time’s Up no solo aporta la necesaria cosmovisión que precisa asumir la lucha feminista este 2018, sino que lo hace de la forma más difícil: aceptando y asumiendo los privilegios de los que goza el feminismo blanco, para ponerlos al servicio de aquéllas cuyos frentes abiertos son –por cuestiones de clase, raza y orientación sexual– mucho más cruentos.
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