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entrevista
Un perfil de Aldo Comas, el enfant terrible de la farándula española
Aldo Comas (Barcelona 1985) llega a nuestra cita en una Harley del 91 que tiene el depósito rapado a lo Mad Max y unos escapes vacíos que hacen temblar a las ventanas. Él no. Es bajo de estatura pero va con una chaqueta azul con flecos y siempre, siempre, siempre, con gafas de sol. “Los ojos son la puerta del alma y no me gusta enseñar el alma”. Mal empezamos un perfil con alguien que no quiere abrirse, pero vamos a ello. Cuenta que los flecos los llevaban los cowboys para ahuyentar a las moscas mientras montaban a caballo. “Ahora quiero hacerme unas fotos con los flecos al aire montando a caballo”, dice. (Quedamos un jueves; días después, y las fotos ya son una realidad):
Acaba de llegar de Madrid, donde la noche anterior estuvo pinchando en un evento de inauguración de una marca de productos de David Beckham y la otra semana para San Miguel. “Ahora pincho Nino Bravo en Spotify aunque he hecho 5 discos a lo largo de mi vida”, asegura Comas, rostro del grupo San Leon. Pero no solo eso: Comas es paracaidista, músico, empresario, brand ambassador, DJ e influencer, además de haber sido profesor de cine y haber desempeñado otros mil oficios más. Con 33 años.
“Todo lo que hago en mi vida lo hago porque me pone cachondo. Porque es una pasión. Y si no, no lo hago”, asegura. Nacido en Barcelona, pasó su infancia en pueblos perdidos de la frontera con Francia, vivió la separación de sus padres, recorrió la alta mar del Sáhara en quad, se tiró en paracaídas por primera vez a los 13 años, pasó por un internado suizo en Villars sur-Ollon, donde el rey veraneaba con Corinna y donde él se juntó con los niños bien de la jet saudí y europea para volver a un instituto en Girona, donde le expulsaron, y terminar en Barcelona para estudiar Comunicación Audiovisual.
Hacer lo que a uno le pone cachondo con el colchón de alguien como Comas es fácil. Pero él dice que desde el segundo año de la carrera no ha pedido un euro a nadie. “A partir de ahí me ofrecieron dar clases de cine. En ese primer trabajo me hicieron un contrato indefinido y me vino el director, un tipo de unos 40 años, a felicitarme. No entendí por qué me felicitaba, porque le vi y me dije que yo no iba a ser como él. No acepté el contrato”, asegura.
¿Y si lo pierdes todo? “Si lo pierdo todo, en el peor de los casos, estaré doblando paracaídas en un hangar. Yo con eso soy feliz. Para Comas, el paracaidismo, perdón, “volar”, es (casi) lo único que existe: “Cuando volamos somos conscientes del mundo en tres dimensiones y de nuestro cuerpo dentro de él. Nos movemos como cohetes. Volando puedo saltar a esa pared de ahí (a 50 metros) en un segundo. Es vivir otra realidad”.
Ahora mismo, su principal proyecto es la construcción de Terminal Zero en Zaragoza, el primero de una cuarentena de túneles del viento que quiere levantar por todo el mundo con los que pretende que la gente sienta qué es volar. Desde los 13 años no ha parado de saltar en paracaídas. Se aventuró en el salto base, uno de los deportes con mayor índice de mortalidad. “Me cansé”. Le pregunto si se debe a que fue padre. “No —dice—; es porque tienes que subir montañas cinco horas para tirarte 20 segundos. Los hippies estos dicen que disfrutes la subida pero a mí eso me parece un coñazo. Después me tiré desde grúas por Barcelona y al final me compré un parapente con motor. Te aseguro que no hay nada más increíble en el mundo que fumarse un puro en el cielo.”
La otra pasión de Comas es la actriz Macarena Gómez, con la que está casado desde hace 5 años. ¿Cuál es el secreto… “Paz”, contesta antes de que termine la pregunta. “Que te dé paz. He tenido que pasar por algunas relaciones tormentosas para darme cuenta de lo que tengo. Pensaba que lo normal era la discusión constante, pero no. Ella me deja hacer lo que me da la gana y yo a ella lo que le da la gana. No hay más. A mí alguien me hace renunciar a algo que yo ya estaba haciendo o que quiero hacer y en este punto, ciao, no me interesa”. ¿Pero no hay sacrificios? “¿Sacrificios? Bueno, no ligar, pero eso al final no es un sacrificio”, responde.
Se conocieron en Buenos Aires después de que Comas pasase por un duro trance: la muerte de su madre. Comas viajó a Sudamérica, donde pasó una temporada en Ecuador para luego ir al sur. “Buenos Aires era una ciudad que odiaba. Hasta que una noche en un bar, voy al baño y me cruzo a Macarena y le digo: ‘Hola drácula’. Me quedé hablando con ella y me viene Mario Casas, con quien estaban grabando una película, y me empuja. Se pensaba que la estaba acosando o algo. Yo me giré y no sabía ni quién era, y me tiré a él. Luego nos hicimos colegas. Nos cambiamos los números con Macarena y al cabo de unos días le escribí ‘fea’, a lo que ella contestó ‘guapo’. Y desde ese momento hasta ahora.”
Junto a su mujer se ha creado un personaje público no exento de polémica. Despegó en la gala de los Goya de 2014, cuando apareció con dos pieles de zorro rodeándole el cuello. Los colectivos animalistas se le echaron encima. “No lo hice para provocar, aunque no comparto nada con ellos”, dice Comas, que también es aficionado a la tauromaquia. ¿Era necesario? “El arte nunca se ha hecho o dejado de hacer porque fuese necesario, sino porque transmite algo en el receptor, que es en quien cobra sentido. La mayoría no lo entiende, y sí, tiene que ser incomprensible”, asegura.
Pero la polémica no solo vive por los ruedos. Comas, por ejemplo, piensa que la forma más fácil de identificar a un “sectario” es con un lazo amarillo. O que personajes como Trump ganan porque “cuando la sociedad es débil, se ofende y se victimiza, busca irremediablemente líderes fuertes”. ¿Y qué haría el Aldo Comas político? “Yo no voto a nadie, pero una cosa tengo clara y es la educación y la cultura. Con gente culta puedes ir adonde quieras. El machismo de la sociedad, las cosas que estamos viendo… Todo se arregla con cultura”, dice.
Sus apariciones y polémicas y su ritmo de vida le han hecho ganar un aura de enfant terrible de la farándula española. Pero Comas reconoce que todo este personaje es una forma de vida. “A mí lo único que me importa es mi familia, el amor y saltar. Me voy a dormir todas las noches a las 10 y me levanto todos los días para llevar a mi hijo al colegio. De lo contrario no habría sobrevivido”.
Después de un par de horas con Comas me doy cuenta de que hemos hablado de un cúmulo de tópicos, pero también de algo muy cierto: que al final, si tienes suerte, todo se resume en fumarse un puro en el cielo.
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