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Life
El asesinato de una turista española en Brasil abre el debate sobre si el turismo de favela debería estar prohibido
24 Octubre 2017 16:45
La española María Esperanza Jiménez, de 67 años, murió ayer asesinada por un agente de la Policía Militar de Río de Janeiro. Ocurrió durante una visita turística a la favela de Rocinha; según la versión policial, el coche en el que viajaba la española se saltó un control de seguridad y los agentes dispararon contra los pasajeros. Tras ser alcanzada por una bala, María Esperanza murió en el hospital.
No es la primera turista asesinada en una favela y desde luego no es la primera víctima de la violencia policial; pero el suceso será recordado en Brasil porque nunca antes se habían cruzado ambas fatalidades. Que un agente mate a una turista da idea del caos que se vive en Río, especialmente en sus barrios más pobres, y abre un debate sobre la idoneidad de recorrer estos laberintos con una cámara al hombro.
Durante los últimos años ha proliferado en la favela de Rocinha –la más poblada de Río con 70.000 habitantes según el censo oficial– el llamado slum tourism: extranjeros de clase media visitando regiones deprimidas para conocer de primera mano el exotismo de lo pobre. En Rocinha, además, algunas tour operadoras añaden la humillación de convertir la experiencia en un safari urbano.
Lo cuenta el periodista Joan Royo: “La turista española iba en un coche normal, un Fiat Fremont, pero el turismo de favelas normalmente se hace con unos jeeps de camuflaje y los turistas van detrás haciendo fotos. Parece un safari de África, es una vergüenza”.
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Royo lleva cuatro años afincado en Río, de los cuales dos se los pasó viviendo en la favela Morro de Babilonia. Allí no rodaba el jeep, pero algunas agencias programaban visitas de turistas apiñados en grupo, temerosos, con un ojo en el visor y otro en la cartera: “La gente del barrio hacía su vida normal, salía de comprar en el súper o sacaba la basura y de repente se encontraban a esos turistas. No entendían nada, era muy incómodo”.
En 25 años de tours nunca hemos tenido problemas. La muerte de la turista española no tiene nada que ver con nosotros.
La pregunta se hace sola, ¿deberían prohibir esta práctica? Dos argumentos avalarían la medida: (1) detener la infamia que convierte a los ‘favelados’ en animales salvajes y (2) proteger la integridad de los turistas desinformados. Por contra, otros dos la impugnarían: el primero es que prohibir significa estigmatizar, pues no se le puede negar la entrada a quienes viven allí. Y ellos están más expuestos que nadie. El segundo afecta a la economía de la zona: los turistas consumen en las favelas y pagan los sueldos de los guías locales. Si cierra el negocio, la comunidad sufre.
Al final sería negarles una fuente de ingresos porque la policía y los narcotraficantes conversan a tiros. Para Marcelo Armstrong, dueño de la operadora Favela Tour, el veto taparía un problema mayor: “En 25 años de tours nunca hemos tenido problemas. La muerte de la turista española no tiene nada que ver con nosotros; desafortunadamente, ha ocurrido por ese vicio de nuestra policía resumido en que primero disparan y luego preguntan. Ayer murió una persona inocente en Río. No es la primera ni será la última”.
Algunos medios señalan que poco antes de que el coche en el que viajaba María Antonieta topase con el cerco policial, ya había habido un tiroteo entre policía y narcos. Es el escenario de guerra en el que viven los vecinos de Rocinha; en los últimos meses se ha recrudecido el conflicto entre facciones rivales –por controlar los puntos de venta– y han cerrado un proceso de “pacificación” que, de alguna manera, había conseguido apagar la violencia.
El turismo de favelas normalmente se hace con unos jeeps de camuflaje. Parece un safari de África, es una vergüenza.
En 2008, el gobierno del Estado de Río inventó las Unidades de Policía Pacificador, que consistía en instalar comisarías fijas dentro de las favelas para controlar el territorio. El problema de las drogas siguió latente pero la parte más visible se fue, los narcos con fusil desaparecieron de la calle y el conflicto quedó guardado bajo una alfombra. Mientras tanto, las favelas sufrieron un leve proceso de gentrificación y algunas –caso de Vidigal– se llenaron de bares, restaurantes y hoteles con vistas al mar.
Brasil vivió un boom turístico en los años previos a sus Juegos Olímpicos. Hoy su sector terciario está inmerso en una crisis brutal. Según Marcelo Armstrong, todo lo que se dijo en aquellas fechas sobre el crecimiento de Brasil era una gran mentira: “Se habló demasiado bien de nosotros, la publicidad en los medios hizo creer que nuestra economía estaba en pleno desarrollo y que Brasil terminaría siendo una gran potencia mundial; pero no era verdad. Ahora la verdad está saliendo a la superficie: crisis y tiroteos en la calle”.
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El escaparate olímpico destapó las penurias del país sudamericano y, desde entonces, los extranjeros dejaron de bañarse en Copacabana. Toca reciclarse con ofertas más locales que ayuden a revertir los tópicos de Río. Favela Tour se ofrece como una experiencia neutra –en furgoneta– que ayuda a cambiar la mirada sobre los barrios más pobres de la ciudad; en cambio, la agencia Favela Aventures, también en Río, va más lejos y pone el acento en el poderío de Rocinha.
Nada de victimismo en el discurso de su administrador Zezinho: “Nosotros explicamos cómo es la vida y la historia de las favelas, y el papel que juegan en la sociedad brasileña. Rocinha, donde yo vivo, es una comunidad de clase trabajadora; la gente no se muere de hambre. No hay miseria. Todo lo que leen es falso y estigmatiza a la comunidad. Tenemos electricidad (sí, la pago), distribución de agua, conexión a Internet, televisión por cable, 2 periódicos, 2 estaciones de radio, más de 6500 negocios, 12 restaurantes de sushi, 3 rutas de autobús, 3 bancos, 3 clínicas médicas y 3 escuelas. Rocinha tiene todo”.
Un vicio de nuestra policía resumido es que primero disparan y luego preguntan.
La arquitectura apelotonada de las favelas llama la atención como lo hacen las huellas de la guerra no declarada (barricadas en las calles y agujeros de bala en las paredes) pero, por lo demás, los vecinos de Rocinha, Vidigal, Morro de Babilonia y otros barrios del estilo llevan una vida normal. Lo mismo pasa con el visitante, pues los narcos no se entrometen en el negocio de sus vecinos; un negocio que en el caso del Zezinho ayuda a pagar el sueldo de chavales guías, una escuela de DJ’s gratuita y una protectora de animales.
De modo que, ¿cuál es la verdadera tragedia de los Favela Tours? Varias. Para empezar, algunas empresas irresponsables continúan operando aún cuando, por conflictividad (con balas perdidas y excesivo celo policial) arriesgan la vida de sus clientes. Habla Zezinho: “La muerte de la turista española es responsabilidad de los guías. Su conductor era italiano, no de Río; trató de conducir a través de un cerco policial y eso es una estupidez. Nosotros dejamos de hacer los tours cuando comenzó el conflicto entre narcos y Policía. No arriesgaré la vida de nadie”.
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Para concluir, la comentada inmoralidad de visitar pobreza y tratar a los 'favelados' como si fuesen ganado. Lo resume Joan Royo: "Cuando la gente visita Madrid o Barcelona nadie va a La Cañada Real ni a La Mina. ¿Por qué vienen entonces a los safaris de Río?”.
Ayer murió una persona inocente en Río; no es la primera ni será la última.
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