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Las últimas agresiones fascistas vividas en Valencia demuestran que la ultraderecha no solo está ahora más activa, sino que nunca se fue del país. Hablamos con expertos para entender qué está pasando ahora mismo con la ultraderecha en España
23 Octubre 2017 06:00
El ataque fascista vivido el pasado 9 de octubre en Valencia, con motivo de la la Diada, ha dejado 13 detenciones. Ninguno de los agresores ha pasado a disposición judicial. Tampoco ha contado con una declaración institucional de la cámara parlamentaria valenciana que condene la violencia y el mensaje de odio. Ni el Partido Popular ni Ciudadanos han querido apoyarla.
Este miércoles la Vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra (Compromís) sufría un ataque fascista frente a su casa. Un grupo de neonazis, cubiertos con máscaras, extendía a media noche la bandera española frente al hogar de la Vicepresidenta. El "espectáculo" tenía música propia y nombre y apellidos. Sonaba el Viva España de Manolo Escobar acompañado del himno de España con la letra franquista. Tras la bandera, en la que podía leerse "Viva la Unidad de España" se encontraba un viejo conocido en Valencia que no tenía problemas en revelar su rostro.
José Luis Roberto, el fundador del partido político de extrema derecha España 2000, se mostraba orgulloso ante quienes le grababan. El mensaje, según la propia Vicepresidenta, era muy claro: "Sabemos dónde vives y vamos a por ti". Un ataque que muchos medios tildaron de escrache y que la propia Oltra tuvo que explicar a sus dos hijos menores de edad que se encontraban con ella en casa en el momento del ataque.
El propio alcalde de Valencia, Joan Ribó, no dudó en hablar sin tapujos a la hora de condenar el acoso fascista a la Vicepresidenta. "La extrema derecha ha campado como ha querido en Valencia", aseguraba Ribó en una entrevista en la Cadena Ser.
Un país sin representación parlamentaria real de la extrema derecha
A diferencia de Francia, Alemania, Austria o Hungría en España los partidos de extrema derecha no tienen representación en el Congreso de los Diputados. España 2000 cuenta con siete concejales repartidos en su mayoría en Madrid. En Valencia cuentan tan solo con un representante en el municipio de Silla. Su homólogo, Plataforma Per Catalunya, consiguió hasta 67 concejales en las elecciones de 2011, desinflándose finalmente en los últimos comicios en los que ni siquiera llegó a presentarse.
La extrema derecha existe en España y Valencia ha sido testigo de su acoso desde hace 40 años. ¿Cómo puede ser entonces que no tengan representación parlamentaria? Los motivos son varios.
"En España nunca se ha dado una ruptura real del franquismo", explica el periodista y escritor valenciano Joan Cantarero. "Nosotros no vivimos la Segunda Guerra Mundial. Vivimos una Guerra Civil donde acabó ganando la dictadura y una vez finalizada vimos cómo Franco moría en su cama y pasábamos a un proceso de transición hacia la democracia", sostiene.
En esos primero años Europa estaba muy alerta ante cualquier símbología o gesto que pudiese reavivar los fantasmas del nazismo. Por ello los partidos políticos tejieron con gran cuidado su mensaje, o al menos, el que trascendía de las fronteras nacionales. "El problema es que esa ruptura fue más simbólica que real y una parte importante de nuestra sociedad no llegó desconectar nunca del régimen del 39", mantiene Cantarero.
Es ese sector el que mantiene viva la extrema derecha. Un sector que viste de traje y corbata, que tiene hijos e hipotecas y que ha visto que la mejor manera de mantener vivo su mensaje de odio es a través de un lavado de imagen, una moderación de su discurso y un acercamiento a la derecha que sí tiene representación en nuestro país.
Otro de los motivos que esgrima Cantarero es el choque de egos de los líderes fascistas que, a diferencia del resto de la extrema derecha europea, ha sido incapaz de erigir un líder al que seguir. Los partidos de extrema derecha en España llevan años divididos y enfrentados porque son incapaces de superar sus diferencias y de encontrar un discurso atractivo para sus votantes. Nazis, falangistas, social patriotas, identitarios... distintas etiquetas que no han terminado de fraguar una sola facción política pero que han visto en la derecha parlamentaria su campo de acción. PP y Ciudadanos son dos de los principales partidos que aglutinan los votos de el electorardo. La formación de Albert Rivera ha llegado ha contar en varias ocasiones con el apoyo de grupos falangistas e incluso ha tenido concejales de España 2000.
El peligro de no condenar el fascismo
Valencia ha sido testigo de la impunidad de la extrema derecha. El periodista Miquel Ramos lo ha vivido en primera persona. "En los últimos diez años Valencia ha sufrido un repunte de la violencia fascista. Se han producido más de una decena de atentados con explosivos contra CEAR (la Comisión Española de Ayuda al Refugiado) y contínuos ataques a librerías y actos", explica Ramos, que sufrió las agresiones fascistas del 9 de noviembre.
"Los ataques van dirigidos a toda aquella persona que para ellos no responda al "prototipo" de valenciano que ellos mismos han confeccionado. La impunidad y la escasa cobertura mediática de las agresiones esconden un problema real de alcance nacional y lo atribuyen a casos locales", sostiene Ramos. Ninguno de los ataques mencionado por el periodista tuvo represalias.
Llegamos a Colón, el público nos recibe entre aplausos, en 3 días @ManuelAndrino entrará en prisión por defender España en #Blanquerna pic.twitter.com/BtBEymX7n2
— La Falange (@lafalange) 7 de octubre de 2017
El asesinato de Guillem Agulló o los casos Armagedón y Pánzer son una muestra de la impunidad con la que opera la extrema derecha en Valencia. En 1993 Guillem Agulló, un chaval de 18 años antifascista, fue asesinado por cinco neonazis. Cuatro fueron absueltos y su asesino, Pedro Cuevas, fue condenado a 16 años de prisión. Solo cumplió cuatro. El auto lo describió como una "pelea entre jóvenes".
En el año 2.000 la Audiencia Provincial dejaba libres a los 18 acusados de pertenecer al grupo neonazi Armagedón y por tenencia ilíctia de armas. El juez que instruyó el caso aseguró que "no había pruebas suficientes" de su pertenencia. Los acusados explicaron que la posesión de machetes y armas era por "puro coleccionismo".
Cinco años más tarde se volvía a repetir la secuencia. La Guardia Civil desarticulaba el Frente Anstisistema (FAS), una organización nazi defensora del nacionalsocialismo y instigadora de la violencia hacia inmigrantes y homosexuales. Entre sus miembros se encontraba el asesino de Agulló. ELa Fiscalía pedía 42 años de prisión para los 18 detenidos.
Tuvieron que pasar 10 años hasta obtener una sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia, que por cierto intruyó el mismo juez del caso Pánzer. Todos fueron absueltos y además exigieron que se les devolvieran las armas incautadas. Algunos de ellos fueron visto como héroes. Y no solo eso, también entraron en las instituciones.
Pedro Cuevas, el asesino de Agulló, se presentó en 2007 a las elecciones municipales en Chiva por el partido nazi Alianza Nacional. También José Alejandro Serrador, que es concejal de la localidad valenciana de Silla con el partido España 2000. Juan Manuel Soria Monfort, que se encuentra huido en Tánger, se presentó en 2008 para el Congreso en las listas de Alianza Nacional.
Por último Pedro Costa. En 2008 fue contratado por el Instituto Pedagógico Valenciano para ejercer el cargo de director de Centro de Acogida de Menores. El Instituto, pese a estar formalizado como una ONG, se financia mediante la Conselleria de Bienestar Social, que en esos años estaba bajo el mandato de Alberto Fabra (PP). Todos ellos, una vez puestos en libertad, pidieron a la Audiencia Provincial que les devolviera el arsenal de armas incautadas por la Fiscalía.
Si los poderes judiciales dejan impunes los delitos de odio; los partidos de derecha con representación parlamentaria no condenan los actos y la Administración Pública permite que los imputados acaben ocupando cargos públicos estamos creando el caldo de cultivo perfecto para que siga creciendo la extrema derecha.
Hacia la búsqueda de un enemigo común
La extrema derecha española no solo ha modificado su imagen y su lenguaje. También su enemigo en común. Ahora ha visto en el catalanismo una nueva excusa para seguir viva. La defensa del verdadero patriota, de la defensa de la unidad de España y el fanatismo hacia los símbolos como la bandera española están siendo la excusa para llevar a cabo sus ataques de violencia.
#9dOctubre ¡Valencia x España!
— Juventudes LaFalange (@JFalange) 9 de octubre de 2017
Hoy, la hez separatista pretende propagar su odio. ¿Lo vas a consentir?
¡A por ellos! @falange_levante pic.twitter.com/PAQOznP1vP
El lenguaje es una de las claves principales para entender a la extrema derecha. "Los medios de comunicación hablan de neonazismo o neofascimo, pero de nuevo no tienen nada", asegura Cantarero. Un ejemplo es el ataque que sufrió la Vicepresidenta Mónica Oltra. La gran mayoría de medios de comunicación tildó la escena de "escrache" y no de "ataque o agresión" fascista.
Lo mismo ocurre con la interpretación de su discurso. "Se habla de xenofobia y no de racismo o de odio al inmigrante. Se habla de social patriotismo y no de fascismo. Ese lenguaje suavizado se va inoculando en la sociedad y es igual de dañino que no condenarlo intitucionalmente. Se está normalizando el discurso del odio en la prensa", añade el escritor.
Erigidos como los "profetas" del verdadero español, los grupos fascistas están aprovechando la causa catalanista para dejar las máscaras de lado y mostrar su rostro con orgullo. Mientras tanto, alimentan un fanatismo patriótico y un discurso del odio muy peligroso que les permite usar la violencia para justificarlo.
"Se amparan en una bandera, un trapo, sin parar a razonar o comprender que ese mismo trapo que defienden es la imagen de un país cuyo Gobierno ha llevado a miles de españoles a una grave crisis económica donde los propios fascistas son, en muchas ocasiones, los primeros afectados que no pueden llegar a fin de mes", explica Cantarero. "Sin embargo, la vergüenza de asumir su situación económica les lleva a querer salir a la calle a partirse la cara o a manifestarse por su patria y no a defender derechos básicos como la sanidad, las pensiones o la educación".
¿Diálogo? Al separatismo se le aplasta. Aunque tememos que todo está pactado por este podrido Régimen.
— Juventudes LaFalange (@JFalange) 10 de octubre de 2017
Más que nunca, ¡a defender España! pic.twitter.com/aOr2juNX25
Y es que, la extrema derecha, siempre necesitará un enemigo común al que confrontar para mantenerse viva. Ahora Cataluña les ha dado un motivo para salir a las calles y conseguir más adeptos. ¿Dónde? En el campo de fútbol. "Los fascistas han encontrado en las gradas del campo su caldo de cultivo idóneo para no morir", mantiene Cantanero, "Pero también en la cuestión catalanista. Porque los fanatismos se alimentan de crear el miedo y de apelar a los sentimientos, en este caso el de la "patria", sostiene.
Sin un discurso atractivo ni una fuerza capaz de cohesionar, la extrema derecha está consiguiendo su objetivo. Tensionar y calentar a los sectores más nacionalistas y canalizar su ideología bajo la excusa del verdadero español. Un caldo de cultivo muy peligroso que las instituciones están permitiendo.
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