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Sports
Un empresario americano quiere acabar con la Champions e imponer una competición donde solo jueguen los ricos
02 Abril 2018 09:22
La Champions League, tal y como la conocía el gran público hasta el día de hoy, puede tener los días contados. ¿El culpable? Un empresario americano con ganas de meter mano en el fútbol. Stephen Ross ya es propietario de los Miami Dolphins de la NFL, es el presidente de Related Companies -la inmobiliaria más grande de Estados Unidos- y el número 205 en la Lista Forbes de hombres más ricos del mundo.
Su compañía ha construido propiedades por valor de 30.000 millones de dólares por todo el mundo, pero tiene un proyecto que le hace especial ilusión: reemplazar la Champions por una nueva competición cerrada y formada por los clubes más poderosos de Europa.
La "Super Liga Europea" la formarían 24 equipos, no habría ascensos ni descensos y solo la jugarían clubes de las cinco grandes ligas -España, Italia, Francia, Inglaterra y Alemania-.
Para seducir a los dirigentes de los grandes equipos, Ross se ha sacado un as de la manga muy tentador... eliminará el Fair Play Financiero, o lo que es lo mismo, podrán invertir cuanto quieran en fichajes y salarios.
Este millonario de Michigan se frota las manos, ya que la UEFA no podría tomar represalias contra los equipos que se marcharan de la Champions League para jugar esta nueva competición. Ross se ampara en un reciente dictamen de la Comisión Europea, que defendió a dos patinadores holandeses frente a la ISU -la Federación Internacional-, que quiso prohibir su participación en los torneos de fuera de su cirtcuito.
La idea no es nueva. La ECA -European Club Association- ya meditó crear una competición similar, pero llegó a un acuerdo con la UEFA para reformar la Champions a partir de la próxima temporada. Aun así, estaría encantada de cambiar de bando.
"Los grandes son los únicos interesados, puesto que son quienes más garantizada tienen su participación de manera regular en esta Superliga Europea. El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, se ha mostrado dispuesto en más de una ocasión a crear una Superliga Europea. De todas formas, todavía no veo un gran consenso, es una idea de unos pocos locos", nos dice José Sellés, abogado y periodista que escribe en Iusport.
La mencionada ECA es un órgano independiente que defiende y promociona a los equipos de fútbol desde 2008.
Actualmente hay más de 220 miembros adscritos-al menos un club por cada una de las 53 federaciones europeas-, aunque se fundó como un G-14 futbolero con Real Madrid, Barça, Juventus, AC Milan, Inter, Liverpool, Manchester United, Bayern de Múnich, Borussia Dortmund, PSG, OM, Ajax, PSV y Oporto como miembros. Algunos han perdido peso tras una década -véase los holandeses o el Oporto-, pero la mayoría está con Ross.
De hecho, el año que viene los espectadores ya notarán un cambio importante en la Champions, empezando por los horarios. Adiós a las 20:45, a partir de la próxima temporada los partidos se dividirán entre las 19h y las 21h. Ningún equipo de España, Alemania, Inglaterra e Italia tendrá que jugar fase previa, sino que dispondrán de 4 plazas directas en los grupos. Por si fuera poco, el nuevo formato de competición cambiará el reparto de los ingresos, priorizando los premios por rendimiento deportivo en lugar de los derechos televisivos.
Para hacernos una idea de cuánto dinero se mueve en la UEFA, se estima que los equipos participantes de Europa League y Champions generarán unos 3.000 millones de euros en este año -700 más que en 2016-, de los cuales el 70% lo recibirán los clubes.
Los líneas maestras de la hipotética Super Liga parecen estar definidas. Reducir el impacto de las federaciones nacionales, conseguir más autonomía para hacer negocios y seguir alimentando a los grandes clubes parece inamovible.
Un modelo de gestión que recuerda demasiado a la Euroliga de baloncesto, una liga cerrada donde los clubes son elegidos a dedo.
"La brecha entre los clubes ricos y los pobres se haría más grande. Los que compitiesen sólo en ligas nacionales deberían ser ayudados de alguna manera, sino se desmoronarían tal y como está pasando en el baloncesto", apunta Sellés.
El fin de la meritocracia deportiva viene motivado por los intereses comerciales.
En la Euroliga existe una previsión de ingresar 872 millones de euros, 242 de beneficio. Desde 2015 ha aumentado la audiencia un 16,3%, mientras que la asistencia pabellones ha crecido un 13,2%. También el consumo del producto en las redes sociales, donde se producen el triple de interacciones. Incluso suben los finales apretados, ya que el 18,8% de los partidos de la temporada pasada se decidieron por solo una canasta.
Tampoco es oro todo lo que reluce. Aparte de las injusticias deportivas -hay equipos que ganan su liga y no pueden disputar la máxima competición europea porque no son escogidos- existen varios problemas que rodean a la Euroliga y que acabarían afectando a la Super Liga de fútbol.
El calendario es un caos, ya que al aumentar el número de equipos y el formato varía a liga regular, se acaban solapando los partidos con los parones de selecciones. Los jugadores se cansan más al jugar 2 o 3 partidos a la semana, por lo que sube el número de lesiones. Los entrenadores tienen menos tiempo para preparar los partidos, así que las plantillas son cada vez más largas. Para rematar, las ligas nacionales acaban siendo desprestigiadas, ya que los grandes se centran en Europa, donde pueden sacar mayores beneficios.
A pesar de la tropelía que puede significar esta Super Liga para muchos clubes históricos con las arcas semi vacías, al público puede no desagradarle, ya que vería a los mejores equipos de Europa jugando entre sí cada semana.
"Creo que la querencia del público a esta Super Liga dependería tanto de los protagonistas futbolistas como de los medios y del papel que le asignáramos a esta Super Liga. Por ejemplo, en los últimos años se intenta dar un valor -mediáticamente hablando- muy grande al Mundial de Clubes. Un valor que, ni por calidad de los clubes que participan ni por tradición, tiene", asegura Sellés.
En medio de este lío está Aleksander Ceferin, el mandamás de la UEFA que llegó a la presidencia gracias a los votos de las federaciones pequeñas.
El esloveno siempre apostó por darle más protagonismo a las ligas menores, siendo este punto santo y seña de su campaña. Por el momento ya ha jugado con la confianza de unos cuantos países. Con las reformas impuestas, los grandes ya no amenazan con irse de la Champions, pero los de las ligas menos potentes lo tienen más complicado para clasificarse.
Hablando en plata, ha cedido ante los más poderosos y ha perdido para siempre la etiqueta de "socializador" del fútbol europeo.
¿Acabará Ross desplazando a Ceferin hasta que este acabe siendo una marioneta en manos de los empresarios del fútbol?
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