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Mbappé, el héroe para todos los públicos que necesita el sistema

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Más cerca del gobierno que de saltarse las clases, más de Disney que de las cárceles de menores. Kylian Mbappé irrumpe en un mainstream que le esperaba desde hace tiempo. Ya ha llegado la estrella del fútbol de los próximos 10 años

Ignacio Pato

01 Julio 2018 11:16

Un grupo de 25 estudiantes franceses de unos 14 años, más cuatro profesores, han estado de viaje estos días en Rusia. Han podido ir a algún partido y entrenamiento de Les Bleus. Proceden de la localidad de Bondy, quien les ha facilitado eso -logística y económicamente- ha sido Kylian Mbappé. Y Bondy es el origen de la estrella mundial que el planeta acaba de descubrir tras su exhibición contra Argentina.

Bondy es una de esas ciudades de la periferia de París que forman parte del constructo social "la banlieue". Pertenece al departamento de Seine-Saint Denis, tiene unos 50.000 habitantes y los mismos bloques guardatrabajadores reconocibles de siempre. En uno de ellos se alzaba hasta hace poco la figura imponente de Mbappé junto a un mensaje:

"Bondy, ciudad de lo posible".

El mural, junto a una cancha y un torneo de fútbol, formaba parte de una campaña promocional de Nike. A Bondy llegaban, decían los lugareños, incluso turistas con el objetivo único de hacer la foto. No hay mucho más que hacer en Bondy, seguramente. No mucho más que leer en tamaño gigantesco uno de los mantras de la paz social: Si quieres puedes, todo depende de tí, la solución es individual, esfuérzate y sal de este cementerio gris.

Mbappé no es el único de barrio en una selección que tiene varias procedencias semejantes. Paul Pogba es de Lagny-Sur-Marne, N’Golo Kanté de Suresnes, Blaise Matuidi de Fontenay-sous-Bois o Benjamin Mendy en Longjumeau. No así el capitán de la selección, Hugo Lloris, el portero hijo de abogados de clase media de Niza. Junto al resto de blancos titulares, Pavard, Griezmann y Giroud, completa el imaginario blanco de Les Bleus.

Mbappé es la estrella. Para el relato encaja incluso que le faltaran unos meses por nacer cuando Francia ganó el Mundial del 98. Al mayor éxito deportivo del país trató de envolvérselo institucionalmente con un relato fallido, el de la Francia multicultural que ya había superado sus problemas de identidad. Era tan poco verdad como que a las siguientes presidenciales llegó por primera vez el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen.

Hijo de padre camerunés y madre argelina, Mbappé canta La Marsellesa. En otras palabras, Mbappé no es Benzema.

Tampoco tiene la mística argentina que acompañará siempre a Messi -con origen en el argentinísimo Newell's Old Boys y que no ha castellanizado su acento en casi 20 años en Cataluña-, ni la ansiedad por el éxito que ya demostraba Cristiano Ronaldo, también de orígenes pobres, con los 19 años de Mbappé.

Mbappé es más Pelé que Maradona.

Le asemejan al brasileño la misma aparición precoz en un Mundial, una cierta plasticidad compartida o el récord de goles siendo menor de 20 años en una copa del mundo. También que puede intuirse en el francés la misma carrera triunfal sin que su origen social suponga un torpedo a la línea de flotación del sistema. Al contrario, Mbappé es la personificación de la meritocracia integradora del sistema político francés. Un mensaje a los barrios, un héroe para todos los públicos.

Justo en la época de la música urbana hecha por artistas con pose de reyes pero producción de jornaleros, Mbappé parece mucho más cerca del progreso previsible que de la frontalidad discursiva. Más cerca, por establecerlo en términos franceses, de la simpatía de un MHD que de la acritud de clase de un Sofiane. Más cerca del Elíseo que de saltarse las clases. Más de Disney que de las cárceles de menores.

Mbappé está listo para el mainstream y este hace tiempo que le espera. Nada hace suponer que el idilio vaya a ser corto.

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