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Un proceso en 5 etapas
Martí Renau
17 Mayo 2018 17:21
“Esto es una aceptación total”, dice la psicóloga Eva Juan para cerrar el pequeño documental que acabas de ver.
Aceptar la propia muerte o la de un ser querido de esta forma total, completa, no significa dejar de llorar o de sentir una profunda tristeza. No significa olvidar, ni esconder la nostalgia o la melancolía. De hecho, es justo lo contrario: aceptar la muerte es poder convivir en paz con esta explosión de sentimientos y hacerlos aflorar para que no se enquisten en nuestro interior. Es superar el miedo y la angustia que provoca la pérdida inminente y llegar a la calma, o por lo menos, a una relativa calma.
No existe un proceso modélico ni un manual de instrucciones que indique los pasos que se tienen que seguir para llegar a este momento vital, porque cada persona transitará por su camino de forma subjetiva y siendo consciente de sus posibilidades emocionales, pero en cambio sí que está establecido un patrón de conducta por el que pasan la mayoría de personas que consiguen llegar —o intentan llegar— a la aceptación: el modelo de Kübler-Ross.
No fue cosa del azar que en el año 1999 el nombre de Elizabeth Kübler-Ross (Zúrich, 1926) estuviera en la lista de los 100 pensadores más importantes del siglo XX que elaboró la revista Time. Durante la década de los sesenta, esta psiquiatra suizo-estadounidense enfocó gran parte de su trabajo psiquiátrico a estudiar las emociones de los pacientes terminales y enfermos de SIDA en hospitales y cárceles de alta seguridad de Estados Unidos, donde pudo detectar que las personas que tenían consciencia de que se encontraban cerca de la muerte pasaban por cinco etapas emocionales diferenciadas. Kübler-Ross las incorporó en su primer libro, Sobre la muerte y los moribundos (1969), y todavía hoy, catorce años después de su muerte, siguen vigentes en el campo de la medicina y la psicología:
1. Negación: “No puede ser, yo no estoy enfermo. Yo no voy a morir”. Cuando un paciente recibe la noticia de que padece una enfermedad terminal es común que la primera reacción, tanto del enfermo como de su entorno próximo, sea negar esta realidad contundente e inevitable que es que la vida se acaba. Es como si el cerebro construyera una defensa irracional surgida del miedo a afrontar aquello por lo que nadie ha sido preparado: la muerte.
2. Ira: “¡Seguro que se podía hacer algo y me habéis hecho un mal tratamiento! ¡Es injusto!” El resentimiento y la envidia por todo aquello que significa vitalidad y energía se convierte en una rabia y una búsqueda de culpabilidad que normalmente se descarga contra las personas mas cercanas. Es la frustración de sentir que se ha entrado en un proceso irreversible y que ya no hay marcha atrás.
3. Negociación: “Si salgo de esta voy a ser una mejor persona. Haré cualquier cosa para alargar mi vida unos años más”. Cruzar los dedos y esperar el milagro, a veces de la mano de un Dios y a veces de un poder superior intangible. La persona en fase terminal y su entorno sienten que la curación o el retraso de la muerte ya no depende de la medicina y albergan sus esperanzas en la fe y en deseos que normalmente son correspondidos con promesas de cambio de actitud o hábitos.
4. Depresión: “Me voy a morir, ya no tengo fuerzas para nada más. ¿Qué sentido tiene seguir así?” La muerte se convierte en el presente más aterrador y se toma consciencia de que el final de la vida es inminente y esto conduce a la cerrazón, al llanto y al silencio. Nada tiene sentido porque el último pedazo de vida se ha convertido en un vacío existencial imposible de llenar.
5. Aceptación: “Ha llegado mi hora y tengo que hacer lo posible para morir en paz. Ha llegado su hora y voy a hacer que se vaya feliz”. Es el momento de paz. Ya no existe una lucha contra la muerte sino el deseo de poner el punto y final de la mejor manera posible. Aceptación significa poder hablar y poder escuchar, poder despedirse y poder amar por última vez.
A pesar de que Kübler-Ross estableció que este era el orden habitual de las etapas por las que pasa un paciente terminal y su entorno más cercano, no siempre es así: se puede deambular por las distintas fases e incluso dar marcha atrás cuando ya se está en una fase avanzada del proceso de aceptación. Además, la psiquiatra también apuntó que para llegar a este último momento vital no es necesario pasar por las cuatro etapas anteriores, pero el paciente experimentará, como mínimo, dos de ellas.
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