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Los vecinos no saben que hacer para deshacerse de ellas, pero han descubierto una curiosa manera de asustar a estas larvas de lepidóptera
Playground community
13 Junio 2018 22:21
Una de las fantasías favoritas del cine de terror son las invasiones de insectos. A veces gigantes, pero también de tamaño natural. Siempre, eso sí, en un número que nos parece infinito. Ahora, ¿qué hacer cuando algo así sucede en la vida real?
En las imágenes de arriba, que no están sacadas de ninguna película, puede verse una de esas invasiones. Miles de velluditas amigas que lo cubren todo. Miles de orugas en bosques, jardines, plazas y casas. Armada con su escoba —y su cámara, porque esto merece ser visto o conviene dejar testimonio, por si los insectos ganan la batalla—Brandi Jimmy se dispuso el pasado 25 de mayo a expulsar a estas criaturas del mismo umbral de su hogar. Una labor hercúlea y en balde, muy probablemente. Porque puede barrerlas incansablemente, que no llegará a nada: son demasiadas. Y decían que Canadá era un país tranquilo.
Esto ha estado ocurriendo durante las dos pasadas primaveras, pero esta vez se ha ido de las manos. O de las patas de tanta oruga, erigida en superpoblación.
Sin salir de Canadá, nos vamos de la ciudad de Brandi Jimmy, Alberta, a Pakenham (Ontario). Allí, el pasado 29 de mayo, John Farley y su hija Madison se encontraron con un cuadro que apuntaba en la misma dirección, aunque el hecho de ser un poco menos numeroso les animó a llevar a cabo un sencillo experimento.
Los humanos necesitamos desahogarnos ante tales situaciones. ¿Y que hace uno para desahogarse?
Gritar.
Pues eso.
Este padre y su hija se limitaron a comprobar que a las orugas le desagrada tanto como a los humanos que alguien les chille en su proximidad.
Lo más delirante es que ese mecanismo reactivo se manifiesta porque algunas de las frecuencias de sonido de los gritos les parecen similares al sonido del vuelo de algunos parásitos que tienen el hábito de depositar huevos sobre ellas, acto que eventualmente acabaría con la oruga.
Los entomólogos no tienen claro aún el por qué de esta superpoblación en Canadá. Esperan, eso sí, que sus depredadores, ante la abundancia de uno de sus alimentos, también experimenten un crecimiento poblacional.
Como mensaje de calma a los humanos, añadir que estas orugas son herbívoras y que esta variedad concreta no aporta mayor riesgo. No son orugas blancas que pueden provocar erupciones, vómitos o asma. Como mucho, alguna de las variedades de árboles más débiles podrían verse muy afectados por la defoliación causada por estas manadas de herbívoros.
En las últimas semanas algunos ciudadanos se han puesto expeditivos y han decidido quemarlas, algo que a los científicos les parece excesivo a todas luces y animan a esperar a que el ciclo vital reestabilice la situación.
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