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El polémico asedio de dos motonieves a un oso que casi acaba en desgracia

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El oso llegó a avalanzarse sobre uno de los hombres, pero... ¿quién tuvo la culpa aquí?

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07 Junio 2018 21:51

“El hombre y el oso cuánto más feo, más hermoso”, dice el sabio refranero español. No sabemos quién fue el primero en enunciar tal comentario. Y lo que es más importante: no sabemos si el creador llegó a ver alguna vez en persona a un plantígrado o si lo conocía tan solo por referencias en los libros, cuentos, leyendas anónimas y si, por tanto, tenía para él tanta consistencia como decir que había visto a un unicornio.

Lo que sí está claro es que el hombre, cuánto más veloz que el oso, mejor. Porque pongámonos que estamos en un campamento pesquero y que, como sucedió a estos rusos el pasado abril en Paramushir, en las islas Kuriles, en las proximidades merodea un oso. Un señor oso, grande y peludo. Según parece, los pescadores estaban preocupados por la seguridad de su campamento, por lo que decidieron subirse a sus motos de nieve para tratar de ahuyentar con ellas al animal.

Pero el oso, aunque enorme y aparentemente gordito, es ágil y poderoso. Y está en sus dominios. Aquí el invasor es el humano que quebranta la calma glacial del Polo con sus estridentes cacharros que rugen e interrumpen la paz y rasgan el tapiz blanco de la nieve. Esos cacharros, y sus dueños, amenazan al oso en su propia casa, tratando de echarle de sus tierras, a las que tiene más y mejor derecho que ningún humano.

En estas circunstancias es necesario que la motonieve sea veloz y que no se cale. Más que nada porque, como se ve en el vídeo, llega un momento en que el oso, tras trotar y trotar, se enfada y se envalentona. Decide entonces que igual no es tan mala idea plantarse en dos patas e intentar arrancar la cabeza de esa extraña criatura que le persigue con ese sonido tan zumbón.

En casos como este, el hombre y el oso, cuánto más lejos el uno del otro, mejor. Con admiración por nuestra parte, ya que somos la criatura racional de entre los dos. La que puede, y debe, apreciar y entender la manera en la que el animal, en su entorno natural, planta cara a la amenaza desconocida y atronadora.

El oso no tiene por qué animar nuestra capacidad técnica para crear motonieves ni nuestra pericia para conducirlas. El oso sólo tiene que vivir y ser el magnífico animal que es. Una riqueza de la naturaleza. Así que. terminada la persecución, cada uno por su lado.

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