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La reacción del domador causa indignación en las redes
Playground community
27 Septiembre 2018 15:53
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El Circo es una actividad ciertamente antigua. Es imposible determinar cuándo, en la noche de los tiempos, se comenzaron a agrupar artistas nómadas con habilidades que podían ser vendidas a un público y convertidas en un modo de vida. Aún así, se suele dar como data de establecimiento de un circo oficial y estable dónde se podía acudir a contemplar acrobacias y algunos rangos de espectáculos una fecha muy concreta: 9 de enero de 1768, siendo inaugurado en Londres por Philip Ashtley. Y el aprovechamiento de animales domésticos y salvajes como parte de espectáculos ya tenía lugar en esa inauguración, en forma de carreras de caballos.
No se sabe cuándo acabará esta actividad para los animales. Pero se sabe que hay cada vez más personas que no creen que ya sea algo propio de nuestra era la explotación indigna de animales domésticos ni salvajes para los espectáculos circenses.
Hay innumerables ejemplos que apoyan estas peticiones para que cada vez estén más vetados o limitados los espectáculos circenses con animales. El vídeo que encabeza estas líneas es tan solo otra prueba más, otro ladrillo en el muro construido por aquellos que están prestos a establecer una línea de defensa a favor de los animales que no pueden hablar por sí mismos.
En esta grabación realizada en la ciudad rusa de Magnitogorosk puede verse parte de un número con domador. Entre restallar y restallar de látigo, unos tigres saltan a través de aros de fuego, mientras en el circo suena una atronadora música. De repente, uno de los tigres -tigresa, al parecer- comienza a sufrir unas terribles convulsiones, que la dejan casi congelada, tiesa.
El domador, al ver que no responde a sus indicaciones y está sumida en ese trance convulso, ordena que le echen cubos de agua: uno, dos, tres… A continuación, procede a apartarla del espacio del acto circense tirando de su cola, como si fuera un indefenso gatito. Y aunque haya que tener cuidado, sí parece indefensa. Y dañada, llegando a perder la consciencia tras el ataque de convulsiones.
Cualquier persona que tenga un poco de entraña no puede sino sentir dolor y empatía por el pobre animal. Enorme y fiero, sí. Pero fuera de lugar y enfermo.
Las noticias que aportaría más tarde el domador, Artur Bagdasarov, diciendo que todo fue un espasmo muscular, que el animal está plenamente recuperado y que aun así, se la someterá a pruebas, no son satisfactorias.
El circo es música, color, risas y emoción. Pero esta es su otra cara, la trastienda. La presión y las medidas de fuerza y control a las que son sometidos las bestias que allí malviven. O incluso, si tienen mejores cuidados de los que se adivinan aquí, repetimos, no es su lugar.
No es dónde debieran estar estas fieras bellezas. Los castigos, el hambre, las jaulas… todo aquello que se usa para educarles en los juegos y artes con los que han de sorprendernos, no debería ser su vida. Y apoyarlo es un error.
Las risas del público, aunque sean de menores, aunque sean nerviosas por lo inesperado de la situación, no ayudan. Vídeos como este confirman el error de que se mantengan estas actividades por parte de nosotros, los Seres Racionales. Una vez más.
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