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Las peleas, a veces se sabe cómo empiezan, pero no se puede saber cómo terminan. Hasta que terminan. Y lo más que puedes hacer es alegrarte si en el transcurso de los hechos no ha sucedido nada excesivamente grave o irreversible.
En el idioma inglés hay una frase irónica que reza “well, that scaleted quickly”. Literalmente: “vaya, eso ha escalado deprisa”. Suele usarse —insistimos, irónicamente— en casos del estilo de que alguien no contesta a los “buenos días” de otro alguien en el ascensor y la jugada termina algunos días después con una de las familias muertas.
Bromas aparte, las discusiones de vecinos son un mal terrible, endémico. Un virus que acecha en cualquier rincón del mundo, en cualquier civilización. Un buen vecino es una bendición. Un vecino al que no llegas ni a conocer, puede que incluso sea una bendición mayor. Pero si tienes unos vecinos broncas —entre ellos mismos o contra el mundo— no hay puertas ni muros suficientes para salvarte de un encontronazo.
Eso debieron pensar los protagonistas de este vídeo. Aunque para ser justos, es una escena muy coral. Se lleva la palma la mujer que casi se ve convertida en chicharrones por un vecino que se comporta como si fuera un descendiente de la familia de La Matanza de Texas cruzado con el Jack Nicholson de El Resplandor.
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La violencia en este caso, insistimos, es coral. Nadie sale bien parado en este vídeo. Nadie queda como una persona cabal. ¿Fue antes la gallina o el huevo? ¿Qué vecino lanzó el primer insulto o la primera bofetada? O, como dijeron después ante la policía, el primer escupitajo.
Da igual lo que determinen los jueces respecto al origen de la pelea —un extremo que aún no ha quedado claro— porque los puñetazos ya son bastante feos. La agresión de hombres a mujeres, también. Pero claro, cuando alguien desenfunda la motosierra para cerrar (o cercenar) una discusión, ya estamos en palabras mayores.
Todo el episodio, que pudo ser más trágico, fue grabado por móviles de los implicados y de otros vecinos, aunque el vídeo es un constante pitido censor debido a lo florido del lenguaje de los intervinientes.
Jess Appleby es el nombre de la mujer agredida. Dean Brown el de su esposo. Y el hombre afable de la motosierra se llama Stewart Palmer. Pero viendo todo el vídeo, los gritos, los forcejeos, puñetazos, agresiones, el wrestling callejero… casi que les pega más rechazar sus nombres y pasar a llamarse con algún sonido gutural y seco. Y vivir en cavernas, no en casitas con jardín y valla.
Palmer ha sido condenado a dos años de cárcel por la pelea y el daño material provocado a la casa de su vecina. Podría haber sido peor.
En fin: sed buenos convecinos, que no cuesta nada.
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