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Artículo 'Jim y Andy', el apasionante documental que retrata como Andy Kaufman poseyó a Jim Carrey Culture

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'Jim y Andy', el apasionante documental que retrata como Andy Kaufman poseyó a Jim Carrey

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El documental se adentra en el rodaje de 'Man on the Moon', el biopic del humorista Andy Kaufman que cambiaría, para siempre, la vida y la carrera de Jim Carrey

víctor parkas

22 Noviembre 2017 06:00

Salid a la calle y retadme: defendería Man on the Moon con mobiliario de terraza de bar.

El biopic de Andy Kaufman protagonziado por Jim Carrey fue, para muchos, la puerta de entrada al universo de un humorista irrepetible: capaz de leer entero El Gran Gatsby a su público a modo de castigo, de autoproclamarse boxeador de categoría unisex para luchar contra mujeres sobre un ring, o de boicotear rodajes para forzar happenings de los que él era el único gancho, Kaufman consiguió hacer de sus horas bajas sus hitos más recordados.

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¿Posthumor? Andy superó esa marca: sus bromas y maquinaciones tendrían continuidad después, incluso, de su prematura muerte –Kaufman sucumbió, con 35 años, a un cáncer de pulmón. La mejor muestra de ello es Jim y Andy, una pieza documental que, casi dos décadas después del rodaje de Man on the Moon, nos adentra en el corazón de su rodaje con un producto que parece ideado por el mismísimo Andy Kaufman.

Las imágenes, inéditas hasta hoy en cualquier plataforma, nos mostrarán el viaje interno que Jim Carrey sufrió para meterse en la piel de Kaufman. “Estaba en Malibú, mirando el océano y pensando: ¿Dónde estará ahora Andy? ¿Qué estará haciendo?”, se preguntaba Jim Carrey, en los días previos a rodar Man on the Moon, sobre el ya entonces fallecido cómico. “De repente, Andy Kaufman apareció, me tocó el hombro y me dijo: puedes descansar”.

“Yo haré mi película”.

Jim y Andy no es la historia de una metamorfosis; las metamorfosis, no en vano, son progresivas. Ya en el primer día de rodaje, Jim Carrey se plantó en el set de Man on the Moon y, antes siquiera de pasar por maquillaje, se presentó ante todo el equipo como 'Andy'. No se tratará de una broma de bienvenida: durante la totalidad de la grabación, Carrey solo respondía a maquilladores, técnicos e incluso al director Milos Forman cuando éstos se dirigían a él como 'Andy'.

¿Metamorfosis? Jim y Andy es más bien la historia de una rigurosa posesión.

El problema, claro, es que la presencia que había poseído a Jim Carrey no era precisamente la de un actor de método: el delicioso caos que solía acompañar a Kaufman volvió con él, convirtiendo cada día de rodaje en una azarosa aventura. Carrey, que solía llegar cada mañana con una bolsa de cartón cubriendo su cabeza, podía protagonizar accidentes de coche por los exteriores del estudio, terminar bailando semidesnudo con Courtney Love, o presentarse en el set con los Ángeles del Infierno. “Podéis hacer lo que queráis”, les invita, ante unos técnicos aterrorizados por la presencia de los moteros.

Andy Kaufman apareció, me tocó el hombro y me dijo: "Puedes descansar, yo haré mi película"

Historias de actores excesivos y caprichosos hay muchas, pero la de Jim y Andy no es una de ellas. Jim Carrey no utilizó las bambalinas de Man on the Moon para hacerse el excéntrico. Tampoco habría tenido oportunidad alguna: Andy estaba al mando, y lo estaba en todas partes. Era habitual ver a Carrey ideando maldades con el compinche de Kaufman en la vida real Bob Zmuda, provocando físicamente al enemigo público de su personaje Jerry Lawler, o teniendo acaloradas discusiones paternofiliales con el actor que interpretaba a su padre –de tan intensas, las maquilladoras terminaban llorando emocionadas.

Carrey llevaría este juego hasta sus últimas consecuencias: la estrella terminó en el hospital tras la agresión por parte de un compañero de casting que se sintió superado por sus bromas.

Jim y Andy no solo se nutre de anecdotario descacharrante, sino que también te embiste en el pecho como no lo hará ninguna otra película este año: cuando los familiares del desaparecido Kaufman visitan el rodaje, Carrey los recibe como haría su hijo; su hermano; su padre. “Andy tuvo una bebé de soltero, cuando era un adolescente, y la dieron en adopción”, explica el actor, de la hija de Kaufman que jamás conoció en vida a su progenitor. “Un día, durante el rodaje de Man on the Moon, fue al tráiler de Andy”, continúa, “y habló con su padre a solas durante una hora o más”.

No existen imágenes del momento. Tampoco hacen falta: Jim Carrey, el muy cabrón, te está haciendo llorar como si fueses la dama de honor de una boda rociera.

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Jim y Andy, así, es una emotiva y apasionante reflexión sobre la identidad: ¿Quiénes somos? ¿Existe siquiera un “yo”? ¿Seremos, como decía Bill Hicks, “una consciencia colectiva experimentándose a sí misma de manera subjetiva”? El rodaje de Man on the Moon plantearía todas esas preguntas a un Jim Carrey que, a día de hoy, en sus entrevistas y apariciones públicas, todavía sigue bajo el influjo de Andy Kaufman. Porque, como deja claro Jim y Andy, de Kaufman se sale; pero Kaufman, añade el film, a duras penas puede salir de uno.

El artefacto que Carrey desplegó –¿De forma involuntaria?– durante el rodaje de Man on the Moon, aquello que Jim y Andy viene a recoger, también resignifica nuestra noción tradicional de trascendencia. Kaufman no solo consiguió volver a la vida a través de la reivindicación de su obra y milagros, sino que esta vuelta se hizo, estrictamente, en los términos que él habría impuesto –torpedear el rodaje de su propia película se convirtió, de algún modo, en el más sofisticado de todos sus happenings. “Si de mí dependiera, no empezaría”, contesta Carrey cuando le preguntan cómo querría que empezase Jim y Andy. “Ya estaría hecha”.

“Y no terminaría nunca”.

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