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El restaurante de los famosos en Nueva York tenía una “sala de las violaciones”

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Sólo unos pocos tenían acceso al tercer piso, donde Paul Friedman permitía y cometía agresiones sexuales contra sus trabajadoras

Rosa Molinero Trias

15 Diciembre 2017 06:00

En la tercera planta del restaurante Spotted Pig, en Nueva York, no había reglas. Entre los empleados la llamaban “la sala de las violaciones”, porque allí pasaba de todo.

Lo han contado docenas de empleadas para The New York Times, que han denunciado las agresiones sexuales que han sufrido por parte del propietario, Ken Friedman.

Friedman es uno de los restauradores más conocido de Estados Unidos, en buena parte gracias a su partnership con la chef April Bloomsfield. Juntos tienen cinco restaurantes en la ciudad de Nueva York, uno en San Francisco y otro en Los Angeles, de los cuales el más conocido es el mencionado Spotted Pig.

Situado en una esquina del West End, este pequeño restaurante desplazaba al piso superior la fiesta cuando llegaba la hora del cierre. Pero era fiesta solamente para algunos porque se necesitaba invitación (solían frecuentarlo famosos) y porque las camareras eran sometidas a magreos y peticiones obscenas por parte de algunos clientes.

Karsten Moran para The New York Times

“Parece más el apartamento dejado de un estudiante universitario que un rincón para vips. El ambiente desaliñado y bohemio y el talento como maestro de ceremonias de Friedman lo habían hecho un lugar donde las celebrities estaban a gusto”, cuentan desde el NYT.

Docenas de mujeres han explicado que estaban obligadas a quedarse toda la noche sirviendo en aquellas fiestas, donde tenía lugar sexo en vivo y había desnudos y se cometían abusos contra ellas, como el que cuenta Thrish Nelson.

Nelson, aspirante a cómica, servía en la barra cuando conoció a su ídolo: Amy Poehler. Estaba recogiendo unos cristales rotos cuando la famosa se acercó. Friedman presentó a las dos mujeres y con Nelson todavía arrodillada y barriendo, dijo “Y ya que estás aquí abajo”, y le agarró la cabeza y le empujó la cara contra su pubis.

Getty

Un habitual de aquellas fiestas era Mario Batali, quien recientemente también ha sido acusado de agresión sexual por antiguas trabajadoras. Jamie Seet, ex manager del local, dijo que en una fiesta de 2008 tuvo que intervenir cuando vio por las cámaras de seguridad como el chef Batali manoseaba y besaba a una mujer que parecía haber perdido la conciencia.

La misma Nelson, que trabajó durante 20 años allí, explica que a Batali “lo llamábamos la Amenaza Roja. Intentó tocar mis pechos y me dijo que eran bonitos. Quería forcejear. Mientras servía bebidas en su mesa, me dijo que me sentara en la cara de su amigo”.

Pero esto no ocurría solamente en aquella sala. Ni siquiera en aquel restaurante. Ocurría allí donde iba Friedman: “Muchas otras trabajadoras dijeron que trabajar para él requería tolerar besos y tocamientos a diario”.

Las empleadas que allí trabajaron explican que Friedman tenía con frecuencia sexo con sus empleadas, que de forma abierta, contrataba, promocionaba o despedía a la gente según su atractivo físico, que estaba alcoholizado en el trabajo y que presionaba al equipo para que bebieran y se drogaran con su invitados.

Muchas y muchos han contado que habían llegado a tener miedo de Friedman, un tipo robusto y de casi dos metros porque tenía un temperamento volátil y era muy agresivo verbalmente. Tenían miedo también porque las empleadas que le plantaron cara fueron despedidas, puestas en la lista negra o amenazadas por teléfono, mensaje o email.

Natalie Saibel, Jamie Seet y Trish Nelson han denunciado las agresiones sexuales de Friedman/Celeste Sloman para The New York Times

Quienes intentaron hablar con la chef Bloomfield para que aquello parara, se encontraron con que ella no se implicó lo más mínimo, algo que ha desmentido. También una de las directoras de recursos humanos ha querido hacer constar que no se han tomado represalias contra nadie que haya presentado una queja. Sus versiones se contradicen con las de las trabajadoras y los testigos.

Uno de los aspectos que han destacado las mujeres que aguantaron durante años las agresiones es que Friedman, como todo maltratador, tiene su parte buena, puesto que podría ser amable y resultar un apoyo para las mujeres cuando tenía el día bueno, algo que hacía que se sobrellevaran mejor el miedo y los abusos.

“Puede ser carismático y divertido, pero todo el mundo termina en la guillotina”, explicó Jamie Seet, quien fue manager general del Spotted Pig entre 2006 y 2014. Además, el salario era muy bueno y había ventajas como entradas a conciertos, bebidas después del trabajo.

Karsten Moran para The New York Times

Ante las preguntas del New York Times, Friedman ha reconocido que muchas veces su comportamiento puede ser “descrito con precisión como desagradable, maleducado y francamente malo”.

Y ha añadido que “Las mujeres que trabajan en nuestros restaurantes son de las mejores del sector, y ponerlas en situaciones humillantes es injustificable. Algunos de los accidentes no son como se describen, pero el contexto y el contenido no son la discusión que nos ocupa. Me disculpo ahora públicamente por mis acciones”.

Pero esto nunca será suficiente para reparar el daño hecho.

[Vía The New York Times]

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