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Opinión
El chef Eneko Atxa diseña un menú de alta cocina flipante para un hospital
El hospital vizcaíno de Galdakao-Usansolo servirá a sus pacientes un menú diseñado por el cocinero triestrellado Eneko Atxa. Y lo estamos flipando.
Nuestro primer intento y entrenamiento para el diseño de comida para el hospital de Galdakao. #maximailusión
— ENEKO ATXA AZURMENDI (@eneko_atxa) April 4, 2018
#serútilesparalasociedad#jakin pic.twitter.com/6XOnOLLrQU
Zorionak bihotzez @eneko_atxa por vuestra iniciativa. Me emociona que penséis en los pacientes hospitalizados y contribuir no sólo en el aspecto nutricional, sino que además este rico y bonito! Besarkada handi bat eta aurrera!
— Daiana Ibarretxe (@DaianaIbarretxe) April 5, 2018
Podremos los médicos de guardia disfrutar de la misma comida que los enfermos? Sería algo sobrenatural!!!
— AnaAllacuidaus (@Ana7010) April 4, 2018
Que me ingresen ya!!!
— Edelmiro Martínez (@edelmiromdr) April 4, 2018
Es para pensarse ponerse enfermo un par de días
— Román Blanco (@roblancoaguirre) April 4, 2018
Flipo al ver esa simetría en el emplatado, esa flores y salsas tan bien puestas, las hojas de cítricos decorativas. Flipo con la lima vaciada y con el relleno del coco. Y hasta con el bajoplato de corcho. Pero con lo que más he flipado es con el ceporrismo de la gente que dice desear enfermar para poder probar los platos del chef del Azurmendi y en el #foodporn que acompaña la imagen. No sé si hay algo más fuera de lugar que sanos que quieren estar enfermos y foodporn en una bandeja de hospital.
También ha habido críticas:
Quien come esto la dirección?
— Montesinos (@Montesinos_lui) April 4, 2018
Como cocinero de hospital me parece una tomadura de pelo. A quién quieres engañar?
— Sergio (@golpedepimienta) April 5, 2018
Tampoco hay que desubicarse. Esa bandeja no llega así ni a la primera habitación (ni sale así de cocina en el mundo real). Cocina nutritiva, equilibrada y rica que no parezca rancho.
— filosolfeando (@filosolfeando) April 4, 2018
Después de tanto flipamiento, ojiplática, me pregunto, a pesar de lo loable de que un chef ponga su saber al servicio de un hospital, si de verdad esa bandeja de comida perfecta haría ilusión a los enfermos. A los "enfermos enfermos" como dicen los médicos.
Porque en una estancia en el hospital, sea corta o larga, padeces. Te duele la sutura, te duele la fractura, te duele el corazón/el hígado/el riñón recién operado. Te duele el estómago, que sientes raro por las medicinas o porque has pillado un buen virus. En definitiva, que no estás para grandes florituras en la mesa. Tal vez ni siquiera te apetece comer y menos probar algo nuevo, porque ni tienes humor ni sabes cómo te va a sentar.
Si algo te gustaría encontrarte al destapar esa bandeja ocre o azul es algo reconfortante, un plato que te recuerde a casa, porque no hay paciente que esté esperando el día que le den el alta para volver al hogar.
Pero también me pregunto si es realista pensar que un hospital puede servir una comida así, a diario, a todos sus pacientes. Por mucho que las intenciones de Eneko Atxa sean las más nobles (y tan necesarias, eso es indudable) y por traer a España la incipiente implicación de los chefs franceses en los hospitales. Y por mucho que el Hospital Galdakao tenga un compromiso con el medio ambiente del que estar muy orgulloso: lleva trabajando desde 2005 para mejorar la sostenibilidad de las instalaciones, que 2011 implementaron un sistema europeo de gestión y auditoría medioambiental.
Ahí es precisamente donde se alinean sus motivaciones con las de Eneko Atxa, cuyo Azurmendi fue considerado el restaurante más sostenible del mundo según el galardón The World’s 50 best restaurants gracias a la obra de la arquitecta Naia Eguino. No cabe más que celebrar que el centrolleve varios años colaborando con el chef vizcaíno en el Día Mundial del Medioambiente, en el que ofrecen a todos sus pacientes un menú de autor elaborado con productos ecológicos.
Azurmendi
Es precisamente por esas anteriores colaboraciones que nace esta columna de opinión. En aquel momento, El Correo publicó la noticia y recogió las declaraciones de Kepa Aguado, la jefa de cocina: “Fue un auténtico reto”, declaró. “Los platos requieren más elaboración, utilizamos ingredientes con los que nunca habíamos trabajado y buscando la mejor presentación”. A mi parecer, las declaraciones de la jefa de cocina del hospital tendrían que haber pesado más. No hay queja, pero expresa un obvio sobreesfuerzo que puede preverse cómo afectó su día a día y el del resto de personal.
Y por eso mi duda definitiva es la siguiente: ¿tienen que notarse las estrellas cuando un chef galardonado cocina fuera de su restaurante, para un hospital, escuela o comedor social?
“Estamos trabajando con el Hospital de Galdakao en un proyecto nuevo y más amplio, pero el proyecto está aún en proceso de desarrollo”.
Sin embargo, estoy tranquila porque conozco, aunque de oídas, la trayectoria del chef: Eneko Atxa ha sido el cocinero más joven de España (Amorebieta, 1977) en conseguir las tres estrellas Michelin y en menos tiempo, a la vez que ponía sobre el mapa la gastronomía vizcaína (siempre ensombrecida por la guipuzcoana) con la bandera de “ecología, sostenibilidad, producto”, tal y como definió su restaurante el crítico Philippe Regol. También, porque, lo que más afecta al caso, he leído sobre la increíble motivación por cuidar el medioambiente: creo en su discurso que pone a la naturaleza y a las personas en el centro de su negocio, sin olvidar el respeto al pasado. Y sobre todo, por aquello que dijo una vez en Expansión: “No soy ni místico ni matemático, todo lo contrario: soy un artesano cocinero”.
Definitivamente, me relajo cuando recibo noticias de Azurmendi: “Estamos trabajando con el Hospital de Galdakao en un proyecto nuevo y más amplio, pero el proyecto está aún en proceso de desarrollo”. ¡Así que era un esbozo! Confío en que el buen hacer de Eneko Atxa deje atrás
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