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Las 5 leyes para detectar la estupidez humana en tu entorno próximo

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No dejes entrar a ni una persona estúpida más en tu vida

claudio moreno

03 Julio 2017 18:30

Tomomi Wong

En 1976, un profesor de la Universidad de California publicó un ensayo sobre lo que consideraba la mayor amenaza contra el futuro de la humanidad: la estupidez.

La gente estúpida, decía Carlo M. Cipolla, comparten algunos rasgos de identificación, como el hecho de ser abundantes, irracionales y causantes de problemas a terceros sin obtener beneficio propio, reduciendo de esta manera el bienestar de toda la sociedad. Para el italiano Cipolla (fallecido en el año 2000) no había defensa contra la estupidez, la única protección de una civilización frente a sus idiotas corre a cargo de la gente no estúpida, que ha de esforzarse sobremanera para compensar el disparate.

El estudio de Cipolla contenía las cinco leyes básicas de la estupidez humana:

Ley 1. Todo el mundo subestima el número de individuos estúpidos que tiene alrededor.

Según el italiano, poco importa el número de idiotas que crees que tienes a tu alrededor; siempre hay más. El déficit en el recuento está condicionado sin duda por la suposición de que ciertas personas son inteligentes debido a factores superficiales como su trabajo, su nivel de educación u otros rasgos incompatibles con la estupidez. No existen rasgos incompatibles, y esto nos lleva a la segunda ley:

Ley 2. La probabilidad de que una persona sea estúpida nada tiene que ver con el resto de características de esa persona.

Cipolla dejó dicho que la estupidez es una variable constante en todas las comunidades.  Cada categoría imaginable (raza, género, nacionalidad, educación, ingresos) tiene un porcentaje fijo de personas estúpidas. Hay profesores universitarios idiotas. Hay estúpidos en el Gobierno. Hay necedad en cada país, en cada ciudad y cada pueblo. ¿Cuántos estúpidos hay entre nosotros? Imposible decirlo.

Ley 3. Alguien estúpido provoca pérdidas en las demás personas mientras que él mismo no obtiene beneficio alguno. De hecho, probablemente también salga perdiendo.


 El profesor italiano lo llamó la ‘Ley de Oro de la Estupidez’. Según el economista, una persona estúpida es aquella que causa daños en los demás sin obtener réditos de su destrozo.

Esta ley además introduce tres perfiles que coexisten con la estupidez. El primero es el de la persona inteligente, sus acciones le benefician a sí mismo y a los demás. A continuación está el mangante, que se beneficia a expensas de los otros. Y por último están estos otros, los pobrecitos cuyas acciones enriquecen a otros a su pesar.

Todos ellos se agrupan en una masa inconstante. A veces actuando de forma inteligente, a veces de manera egoísta, otras sufriendo desamparo frente a los demás. Los estúpidos, en cambio, son un ejemplo de consistencia inquebrantable; pase lo que pase, siempre son idiotas. Así lo resumía Cipolla:  

Las personas estúpidas son peligrosas porque cuesta entender su lógica. Alguien inteligente puede entender al mangante porque sus acciones siguen un patrón de enriquecimiento, puedes predecir su comportamiento. Esto es algo que no pasa con los estúpidos, ellos te acosarán sin razón y sin ventaja, exentos de plan, siempre en el momento más inoportuno. No hay forma racional de enfrentarse a ellos, cuando un estúpido te aborda estás completamente  a su merced. Todo lo cual nos lleva a:

Ley 4. La gente razonable siempre subestima la capacidad de perjudicar que atesoran los estúpidos.

En general, las personas inteligentes se olvidan constantemente de que tratar con un estúpido (en todo momento, lugar y circunstancia) les puede llevar al disgusto. A los estúpidos se les subestima, y se hace corriendo un enorme riesgo. Este comportamiento da paso a la quinta y última ley:

Ley 5. Un estúpido es la persona más peligrosa que existe. Incluso más que un mangante.

La diferencia entre las sociedades que se derrumban bajo el peso de los estúpidos y la que sobreviven es que en las últimas hay una importante composición de gente razonable. Aquellas que progresan a pesar de la estupidez tienen un alto grado de gente capaz, personas que contrarrestan la maldición del estúpido obteniendo ganancias para ellos y el resto de personas.

Por contra, las sociedades en declive acumulan un elevado porcentaje de personas estúpidas (quizás similar al de personas exitosas) al que se suma, escribe Cipolla, una gran cantidad de personas indefensas y “una alarmante proliferación de gente sin escrúpulos con síntomas de estupidez”.

“Ese cambio en la composición de la población no estúpida fortalece la parte idiota, y eso lleva al país al declive”, concluye Cipolla en su escrito del año 2000, más vigente que nunca por los últimos resultados electorales a nivel mundial.


(Vía Quartz)

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