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Lit
Desapariciones extrañas, superpoderes y amigos en problemas: algunas recomendaciones para llevar la nostalgia ochentera mucho más allá
15 Noviembre 2017 06:00
Stranger things es algo más que un baño de nostalgia y un puñado de referencias para gourmets de los 80. Como ficción de adolescentes y para adolescentes, es una revisión magnífica del imaginario fantástico que nos invita a leer aquellas obras en las que se inspira.
Convertida fenómeno de masas, la serie de Netflix nos permite reconstruir retrospectivamente la categoría de "los libros de Stranger Things" como conjunto de publicaciones homogeneizable bajo el paraguas de una estética y una temática compartidas: historias fantásticas de misterio y terror blando, protagonizadas por adolescentes, plagadas de monstruos y dimensiones paralelas, juegos de rol y aventuras detectivescas.
Cinco adolescentes, la oscuridad del bosque y un cadáver: el de la superheorína Plutona. Mezcla de Twin Peaks y Wonder Woman, en este cómic la muerte del héroe escenifca el paso a la adultez y el ocaso de los ídolos, la necesidad de asumir las responsabilidades y hacerlo desde lo compartido del cuidado y la amistad. Una lección que también parece central en la segunda temporada de Stranger Things y la (dudosa) construcción de las figuras paternas.
Aunque es imposible acercarse al libro sin pensar en la más que posible influencia de la serie, lo interesante de Plutona es que no solo utiliza los referentes para jugar con las expectativas del lector sino también para hacerlo reflexionar. Stranger things es entretenimiento sin cortar, una historia divertida construida en base a cliffhangers, pero Plutona es algo más.
Si Stranger things se nutre de la nostalgia de los 80, para la generación posterior hay una serie de libros inexcusables cuando hablamos de terror y fantástico: Pesadillas. Más de sesenta libros con portadas que confunden lo trash y kitsch nos dejan claro que el territorio de R.L. Stein es el de lo grotesco. Pesadillas es una colección de historias turbias con las que estos libros martilleaban nuestro imaginario preadolescente, advirtiéndonos de amenazas repugnantes y cotidianas: muñecos asesinos, relojes de cuco poseídos y perros del infierno. El reverso horroroso de nuestro día a día.
Unas aventuras que, en la memoria de muchos, no pueden desligarse de los "escoge tu propia aventura", una modalidad naif de lectura immerisva que trasladaba a la cultura popular las tesis más vanguardistas de la teoría de la recepción: el lector es el protagonista y debe participar activamente en el acto de lectura, ayudando a construir la historia. La 'obra abierta' de la que hablaba Umberto Eco en sus escritos teóricos encontraba su correspondencia perfecta en Todos mis monstruos o Equipo tigre, dos series de libros creadas por otro referente de los 90: Thomas Brezina.
Equipadas con todo tipo de gadgets analógicos —como la maravillosa lupa para descifrar mensajes secretos— estas obras de literatura juvenil te permiten participar en primera persona de las investigaciones, equivocarte y asustarte: sentir el peso que tus decisiones tienen sobre el resto de tus compañeros. "Elige tu propia aventura", en fin, como escuela de responsabilidad y empatía.
The woods, la serie de cómics de Tynion y Dilaynas que desde mayo de 2015 está publicado Medusa, es una variación inequietante sobre el tema de la ausencia. Con una premisa que recuerda tanto a The Leftovers como a la serie francesa Les revenants, nos explica la historia de la desparición de más de las 513 personas que el 16 de octubre de 2013 estaban en el Instituo Bay Point de Milwaukee.
Transportados a una realidad alternativa cuya representación es un bosque ancestral y primigenio, el cómic juega con la simbología a la manera de Lost: utilizando las imágenes con la ambigüedad suficiente para que el lector vaya proyectando posibles interpretaciones, acentuando así el misterio que envuelve el devenir de los jóvenes protagonistas.
A medio camino entre la novela negra y la parábola surrealista, la novela de Laura Fernández se atreve con todo aquello que en la última temporada de Stranger things solo se insinúa: la conversión de sus protagonistas en heroínas. El giro punk de Eleven queda finalmente asimilado a una acción más coral y la genialidad de "Madmax" anulada por su reducción a mero objeto de deseo.
Pero si las dos chicas protagonistas, dotadas de poderes maravillosos, se ven reducidas a meros roles en estructuras injustas que las desplazan del centro, Laura Fernández hace que Wendolin —una chica normalísima atrapada en problemas banalísimos— transforme su día a día en una lucha del Bien contra el Mal. Wendolin Kramer es una superheroína precisamente por resistirse a consentir ante lo que le es dado. Justo lo que no se les permite ni a Max ni a Eleven.
Pocas metáforas más bellas que la que utiliza el gallego David Rubín para lanzar este proyecto que empezó junto al canadiense Curt Pires: la conversión del poder evocador de la lectura en un poder literalmente mágico. Porque es la lectura de libros viejos y extraños lo que catapulta a los cuatro personajes protagonistas hacia los mundos improbables y peligrosos de los que hablaban estos libros.
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Mucho años después, tras la extraña desaparición de uno de los miembros del grupo, unos personajes que viven una incómoda madurez deberán revisitar ese mundo imaginario. Una imagen, la del retorno del adulto a las fantasías infantiles que habitaban en los cuentos, que describe bastante bien la pulsión que nos lleva a devorar las temporadas de Stranger things: escapar de la realidad, emocionarnos con una amistad sin fisuras y recordar que el terror no siempre es eso que nos llega dentro de las cartas del banco.
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