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Lit
Algunas recomendaciones literarias para los amantes de la última serie política de éxito
23 Enero 2018 15:26
Orgullo de clase, gangsters, lealtad a la familia, cuchillas y mucha violencia son los ingredientes más vistosos de 'Peaky Blinders', que más que una serie parece un largo y electrizante videoclip basado en hechos reales. Los encontronazos entre bandas criminales en los barrios obreros de Birmingham son la excusa de la que se sirve Steven Knight para hablar de las consecuencias de la Gran Guerra, así como del doble terremoto político que supuso la descomposición progresiva del Imperio Británico y la impregnación del comunismo en la cultura industrial inglesa. Tommy, Arthur y John —los tres hermanos protagonistas— marcaran el camino: desde los bajos fondos (apuestas, contrabando, tráfico de drogas y armas) hasta las más altas esferas de la política inglesa (la iglesia, la corona y, sí, Winston Churchill), 'Peaky Blinders' es el retrato de un desafío político.
La serie —que a finales de año estrenó su cuarta temporada, ahora disponible en Netflix— es una oda a los excluidos: a los gitanos, a las mujeres, a los judíos, a los obreros. La criminalidad es la puerta de entrada a este universo ultraviolento, por lo que si hubiese de recomendarse un solo libro para los fans de la serie, este sería The gangs of Birmingham. From the Sloggers to the Peaky Blinders, de Philip Gooderson, en el que se cuentan los hechos brutos que la serie ficciona. Porque sí, 'Peaky Blinders' es una historia de gangsters, de peleas entre bandas, un capítulo más de la historia de la mafia en su versión más underground. Mucho más si tenemos en cuenta la aparición del clan italiano de Nueva York en esta última temporada, que nos evocaría otras recomendaciones evidentes —pero no por ello menos necesarias— como el libro de Herbert Asbury, Gangs de New York. Bandas y bandidos en la Gran Manzana y Honrarás a tu padre, de Gay Talese.
Sin embargo, 'Peaky Blinders' no es solo una serie de mafiosos, como tampoco lo eran 'The Wire' o 'Los Soprano'. Por ello, las recomendaciones tienen que ser tan heterodoxas (y políticas) como sus protagonistas: cinco libros que debes leer "by order of the Peaky 'fucking' Blinders".
No es ninguna exageración decir que, más que una serie, en realidad estamos ante un largo videolcip. Son muchas las escenas en las que el realismo es apartado en favor de un virtuosismo estético que acerca la serie al género musical: los Peaky Blinders dando zancadas en medio de la fábrica, entre fuego y chispas, al ritmo de Johnny Cash; los boinas danzando con The White Stripes, acuchillado rostros; la voz de P.J. Harvey guiando la estrategia de la banda criminal o Radiohead golpeándonos en los momentos duros. El rock'n'roll más oscuro guía esta serie desde opening del primer capítulo, con la voz de Nick Cave & The Bad Seeds interpretando 'Red Right Hand', que nos embruja y nos maldice y nos condena.
En este libro, Saül Ibáñez explora la herencia de la canción tradicional norteamericana en la poética musical de Nick Cave. El cantante australiano encuentra el germen de su violencia instrumental en el blues y el country, explica Xavi Martínez, géneros que desde finales del s. XIX se dedican a relatar "asesinatos, malos tratos, encontronazos con la ley y subjetiva y discutible justicia unilateral... [...] Poco hay de amable en las tonadas de John Lee Hooker o Hank Williams, y Nick Cave se ha recreado en ello, sacando lo más feo de una tradición que se regocija muchas veces en la violencia gratuita."
(Detalle de portada)
La estetización de la violencia no procede solamente de la banda sonora. También las imágenes se recrean en los cuerpos magullados, en la sangre brotando de las heridas, en la suciedad de los miserables. El trasfondo sociológico y psicológico de esta brutalidad —retratada algunas veces en slow motion— es la Gran Guerra, que los protagonistas vivieron en las trincheras. Una batalla brutal que para un autor como Ernst Jünger fue de una gran belleza. Él mismo luchó en el frente occidental, y escribió este libro de memorias noveladas en el que retrata la guerra de forma poética, casi mística.
Para el Jünger filósofo, la muerte dignifica al soldado: en sus libros dibuja una política del heroísmo —frente a la tecnificación de la guerra— e idealiza el "espectáculo" de las trincheras. Asume que la lucha es constitutiva, fundamental, una especie de principio cósmico que rige el universo, que para el soldado se convierte en una experiencia transformadora: "en estos hombres está viva una fuerza elemental que subraya, pero que a la vez espiritualiza, la ferocidad de la guerra: el gusto por el peligro en sí mismo, el caballeresco afán de salir airoso de un combate".
(Detalle de portada)
Cuando los hombres marchan a la guerra, las mujeres toman el mando, también en 'Peaky Blinders'. Aunque los tres hermanos protagonistas son hombres, las mujeres juegan un papel importantísimo en la trama, no solo como madres, esposas e hijas, sino como componentes de la banda, figuras que escenifican la ruptura entre el hogar y el trabajo.
Es por ello que no podemos eludir este clásico de Rebecca West, El regreso del soldado, porque 'Peaky Blinders' es también —y quizá principalmente— una historia de regreso e inadaptación, en la que se habla de la solidaridad entre marginados. Rebecca West —pseudónimo de Cecily Isabel Fairfield— fue una periodista, crítica y feminista inglesa que en 1918 escribió esta novela, inspirada en su propia experiencia personal, que dispara contra el esnobismo y las convenciones sociales, especialmente contra los prejuicios y los roles que se asigna a las mujeres. La espera del soldado no es pasiva, anhelante, nostálgica: la espera es una actividad a tiempo completo, que supone tomar el mando de las fábricas, de las tiendas, del país entero. Es una transformación completa, pero temporal, que está condenada al choque y a la tragedia. 'Peaky Blinders', como El regreso del soldado, nos habla de este día "después de".
(Detalle de portada)
Marginalidad, un futuro sin perspectivas, violencia alrededor. Collin Smith, protagonista de La soledad del corredor de fondo, comparte trayectoria con Tommy Shelby, protagonista de 'Peaky Blinders'. Ambos viven entre muros de ladrillo, alentados por la furia y la necesidad; surfean una masculinidad rígida, enfadada, misógina; habitan un universo precario, que Guzmán Urrero describe como "una vida trash, los prejuicios, los daños colaterales de la industrialización, la ubiquidad del delito, las ilusiones laboristas, el clasismo, los simulacros de felicidad, la desconfianza, los rituales de grupo, las barriadas edificadas sobre la devastación de los bombarderos". Tommy no es un atleta, pero también corre solo, aislado, errabundo. Corre para sobrevivir, para salvar a los suyos, en una carrera que no puede ganar.
La soledad del corredor de fondo ya se convirtió en un referente cinematográfico cuando en 1962 Tony Richardson adaptó la novela y la convirtió en símbolo de masas: la carrera de Smith representaba la lucha de clases. ¿También la de Tommy Shelby la representará?
(Detalle de portada)
Ya lo hemos dicho: 'Peaky Blinders' no es una serie sobre gangsters, sino el retrato de un mundo en descomposición. Es el testimonio de una decadencia escrita desde los márgenes, por aquellos que la Gran Guerra abandonó a su suerte. Y si una novela ha retratado este ocaso con brillantez es Disturbios, de J.G. Farrell, ambientada en la Irlanda de 1919, y centrada en el retorno del comandante Brendan Archer a lo que creía que debía ser su hogar. En clave tragicómica, Farrell reúne un abanico de personajes extravagantes —no muy distintos de algunos protagonistas de la serie, como el magnífico Alfie Solomons o la princesa Tatiana Petrovna— en el hotel Majestic, personajes que dan cuenta de los distintos grados de ruina y frustración que dejó tras de sí la Primera Guerra Mundial.
En el microcosmos del hotel, asistimos divertidos al fin del mundo, "saboreando el conocimiento agridulce de que nada es invulnerable al paso del tiempo, al cambio y a la decadencia; ni siquiera los recuerdos que uno ha atesorado más ferozmente". La violencia de Disturbios —real y simbólica— se dirige contra una imagen del mundo, contra la ilusión de una Europa pacificada después del desastre.
(Detalle de portada)
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