Oh! Parece ser que estás usando adblocker y lo respetamos. Por eso podrás seguir disfrutando de nuestros contenidos sin problema pero quisiéramos pedirte que lo desactivaras para nuestro site. Ayúdanos a seguir adelante y a luchar por aquello en lo que creemos.
Lit
"Me violaron cuando tenía ocho años. Por un adulto en el que confiaba realmente. Después de violarme, me dijo que tenía que volver al día siguiente si no quería 'tener problemas'".
10 Abril 2018 12:00
Como un monstruo informe. Como un dragón o una serpiente que se muerde la cola. Como una bestia eterna. Así es cómo Junot Díaz define el trauma: como un inquietante viajero en el tiempo que siempre te alcanza y, cuando crees haber escapado, aparece nuevamente para devorarte.
En un ensayo autobiográfico tan doloroso como lúcido, publicado ayer en The New Yorker, el escritor dominicano ha utilizado la imagen alquímica del Uróboros para explicar el tormento inagotable de la memoria. Con él, Junot Díaz ha roto el silencio. Por primera vez ha resquebrajado la afasia y ha escrito aquello que nunca había dicho a nadie, ni a amigos ni a terapeutas.
"Sí, me pasó a mí. Me violaron cuando tenía ocho años. Por un adulto en el que confiaba realmente. Después de violarme, me dijo que tenía que volver al día siguiente si no quería "tener problemas". Como estaba aterrorizado, y confuso, volví al día siguiente y fui violado otra vez. Nunca conté a nadie lo que pasó, pero hoy te lo estoy contando a ti".
Junot Díaz confronts the legacy of childhood trauma: “I never told anyone what happened, but today I’m telling you. And anyone else who cares to listen.” https://t.co/10sppKlLRn pic.twitter.com/fAmaYXE55L
— The New Yorker (@NewYorker) 9 de abril de 2018
En sus novelas, Junot Díaz había explorado repetidamente la cuestión del abuso sexual, pero nunca antes lo había relacionado con su propia experiencia. No fue hasta unos años atrás, en una presentación en Ahmerst, cuando una persona desconocida, a la que se refiere como X, se acercó para pedir que le firmara el libro y le preguntó si lo que contaba en los libros le había pasado a él.
Ahora, con este ensayo-carta, Junot Díaz ha transcendido la sorpresa y el miedo de esa pregunta, a la que contestó con evasivas. "Siento no haberte contestado. Siento no haberte dicho la verdad. Lo siento por ti, y lo siento por mí. Creo que ambos podríamos haber usado esa verdad. Podría haberme salvado de muchas cosas (y quizá a ti también). Pero estaba asustado. Sigo asustado —mi miedo es como continentes y el océano entre ellos— pero voy a decirlo de todos modos, porque, como Audre Lorde nos ha enseñado, mi silencio no me protegerá".
Desde las pesadillas hasta los intentos de suicido, Díaz explora lo que supone vivir con el trauma infantil: "puedo decir con seguridad que casi me destruyó. No sólo las violaciones, sino todas las secuelas: la agonía, la amargura, la auto recriminación, el asco, la desesperada necesidad de mantenerlo oculto y en silencio. Arruinó mi infancia, arruinó mi adolescencia, arruinó toda mi vida. Más que ser dominicano, más que ser inmigrante, más, incluso, que ser descendiente de africanos, mi violación me definió".
Es esta continuidad destructiva del dolor la que el escritor dominicano compara con el Uróboros, un monstruo recurrente que destruye todo lo que les es ajeno. Su fuerza es tan enorme que casi no puede recordar el niño que fue antes de la violación, sólo fragmentos. "Anoche tuve otro sueño. No fue uno malo. Yo era joven. Sólo un niño. Nadie me había herido todavía. [...] Apenas recuerdo ya a ese niño, pero por un breve instante soy él otra vez, y él es yo".
Con estas palabras termina el ensayo en el que Junot Díaz ha desafiado al monstruo. Le ha hablado. Ha mirado al pasado más allá de él e incluso lo ha soñado. Él miedo sigue estando ahí, el trauma sigue estando ahí. Pero por primera vez se ha enfrentado a su perversa herencia: el silencio.
share