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Bienvenidos a un país fascista

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Bienvenidos a un país fascista

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/OPINIÓN/ “Los jóvenes polacos compiten con otras minorías, lo que refuerza su victimismo: Europa ya no es blanca y cristiana, está perdiendo su esencia y bla bla bla (Europa no ha sido nunca solo blanca y cristiana, pero bueno)” #HechosAlternativos

Hace unas semanas, con motivo del día de la independencia de Polonia, decenas de miles de “patriotas” salieron a la calle y gritaron “Dios, honor y patria”. La presencia de la ultraderecha, que gritaba “Polonia pura, Polonia blanca” fue considerable. Polonia es uno de los países más étnicamente homogéneos y católicos de Europa. Y es uno de los países donde más presencia hay de la ultraderecha. El gobierno del PiS ha perseguido medios disidentes, puesto en peligro la independencia de la justicia y de órganos públicos (aquí explica Kinga Stanczuk, de Political Critique, que el gobierno se justificó diciendo que se llevaron a cabo para “garantizar que la gente de a pie consiga la justicia que se merece” y para “eliminar la burocracia poscomunista de los tribunales”). También ha tomado medidas reaccionarias como endurecer la ley del aborto, limitar la venta de anticonceptivos y prohibir los programas de fertilización in vitro. Su concepción de la mujer es básicamente un conejo que se reproduce, como muestra este vídeo oficial que promueve la natalidad. En un reciente reportaje en The Guardian Alex Cocotas escribe que el otoño pasado cientos de miles de mujeres salieron a la calle para protestar contra una ley que “acabaría con todo el tipo de abortos en Polonia, y que incluía sentencias de prisión para los abortos ilegales, investigaciones criminales para abortos ‘sospechosos’, y acceso restringido a pruebas antenatales”. Dos días después de las protestas, que influyeron en la celebración del Women’s Day en Estados Unidos, la propuesta de ley fue retirada. Pero todavía hay muchas restricciones en un país que prohibió el aborto, tras la caída de la URSS, una medida que se entendió como una recompensa a la iglesia, que había tenido un papel primordial en la oposición al comunismo.

LEER MÁS: Lo que debes saber del viraje ultraderechista de Polonia

También hay en Polonia un antisemitismo preocupante, en un país que sufrió tan gravemente el Holocausto. En una época de resurgimiento del nacionalismo, los judíos son sinónimo de cosmopolitismo: en una encuesta, el 63% de los polacos afirma que los judíos “conspiran para controlar el sistema bancario y los medios de comunicación del mundo”, pero un 90% de los encuestados afirma no conocer a ningún judío. La tele polaca entrevistó a un manifestante que decía salir a la calle para “desprenderse del poder judío”. Una casa de juventud cerca de la ciudad de Wroclaw colocó recientemente un cartel que prohibía la entrada a “judíos, especuladores y traidores.”

La Unión Europea ya ha llamado la atención varias veces sobre la deriva autoritaria del país. Como explica este artículo en The Guardian, la ultraderecha polaca ha tomado una estrategia similar a la del Frente Nacional: acabar con la imagen de los skinheads y ofrecer una estética más moderada, sin dejar las ideas radicales. Y apunta a algo muy interesante: “Se asumía que los polacos jóvenes que volvían de Europa occidental se volvería más seculares, multiculturales y liberales, y que iban a traer esas ideas de vuelta a Polonia. Pero en realidad su experiencia en Occidente parece que ha reforzado su conservadurismo y tradicionalismo social”. ¿Por qué? Porque compiten con otras minorías, lo que refuerza su victimismo: Europa ya no es blanca y cristiana y está perdiendo su esencia y bla bla bla (Europa no ha sido nunca solo blanca y cristiana, pero bueno).

Y Europa del Este, como dice Pawel Marczewski en la revista Razpotja, no es que esté viviendo una etapa iliberal, es que nunca ha llegado a ser liberal del todo: cuando hablamos de la democracia iliberal de países como Hungría o Polonia (el primer ministro de Hungría Viktor Orbán fue quien se autodefinió como “democracia iliberal”) olvidamos que “el llamado ‘consenso liberal’, lo que consideramos un prerrequisito para una democracia moderna, nunca se consiguió en las sociedades del Este y Centro de Europa”.

Una característica de estos movimientos es cómo han adaptado las manifestaciones anticomunistas, y el espíritu de organizaciones cívicas. Como dice Mateusz Falkowski en la revista polaca Respublica, “PiS creó una red de organizaciones de sociedad civil alrededor del partido. Las manifestaciones recordaban la tradición de las protestas anticomunistas de los años 80, y se han convertido en un elemento muy importante de construcción identitaria para el PiS.” La herencia de los años ochenta y la lucha contra el comunismo está también presente en Hungría: Orbán fue un importante líder contra el comunismo y a favor de la democracia liberal, y ahora explota ese pasado para instaurar un régimen autoritario.

¿Por que los polacos apoyan a un partido como el PiS? Un 45% de la población tiene una visión favorable del gobierno. Maciej Kisilowski, en Politico, explica que “la gente está agradecida por los nuevos programas de bienestar. Jugar con los prejuicios raciales es fácil en una sociedad homogénea étnicamente. La oposición está dividida, y sus líderes carecen de carisma.” Polonia crece a un 4%, el desempleo es el más bajo en 25 años. Kisilowski afirma que, como en Venezuela o Turquía, “un régimen autoritario consolidado en las vacas gordas suele usar la fuerza bruta para aguantar las penurias económicas.” Si eso ocurre, la UE probablemente pierda la paciencia, pero quizá sea demasiado tarde.

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