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Artículo El poeta que demostró cómo ser feliz sin ser rico, alcohólico o drogadicto Lit

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El poeta que demostró cómo ser feliz sin ser rico, alcohólico o drogadicto

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Se publica 'Cualquier día', una selección de poemas del olvidado poeta beat Philip Whalen

Xaime Martínez

27 Febrero 2017 16:08

En 2002 murió un hombre llamado Philip Whalen, pero la noticia de su muerte pasó de puntillas sobre los periódicos españoles.

En el medio inglés The Guardian le dedicaron un obituario extenso, pero en España su obra poética —rompedora, extrañada y profunda— era en el momento de su fallecimiento una perfecta desconocida.

Entonces aún faltaban varios años para que Jesús Aguado incluyese a Whalen en su interesante antología No pasa nada. Los poetas beats y Oriente (Libros de la frontera), pero a pesar del esfuerzo de Aguado la figura del poeta de Portland permanecería entre las sombras para la mayoría de lectores en lengua castellana.

Quizás para compensar la desidia y estrechez de miras con que el mundo cultural español ha mirado durante mucho tiempo a la poesía estadounidense más innovadora, en los últimos años editoriales y público se están poniendo las pilas rápidamente.

No solo publicando a grandes nombres como Stevens, Pound o Williams —que ya eran bastante leídos aquí tanto en traducción como en la lengua de Shakespeare— sino también rebuscando en el prolijo canon estadounidense para sacar a la luz a poetas y poemas raros que parecen interpelar de manera especial a los nuevos lectores.

Así, estamos viendo que surgen propuestas tan necesarias como la publicación de una antología de Kenneth Koch, del Kaddish de Ginsberg, de una selección de poemas de las mujeres beat y, ahora, de Cualquier día (Varasek Ediciones), un valioso acercamiento a la figura del poeta-beat-guardabosques-místico-abad-budista Philip Whalen en traducción de Andrés Fischer, Benito del Pliego y Marcos Canteli.

Muchas veces se ha caricaturizado de manera simplona la literatura de la Generación Beat como si esta se tratase de una especie de erupción adolescente y verborreica en el rostro de la noble poesía estadounidense.

Aunque en esto tiene algo de culpa la (por otra parte maravillosa) tendencia de Allen Ginsberg a desnudarse pública y continuamente, lo cierto es que la escuela beat ha sido una de las más importantes y decisivas en la evolución de la poesía que se escribe en lengua inglesa.

Los beats no solo siguieron desarrollando las técnicas de collage presentes en Pound e incluso en Eliot, así como la épica popular de William Carlos Williams; sino que también colaboraron a introducir en la literatura estadounidense el orientalismo, la literatura queer, una fuerte idea de crítica social relacionada con lo contracultural...

Y en todos estos campos destaca la obra de Philip Whalen, uno de los miembros más activos del movimiento beat en la Costa Oeste.

Nacido en Portland (Oregon) en 1923, Whalen sirvió en las fuerzas aéreas en la Segunda Guerra Mundial y, con el dinero ganado como soldado ingresó al poco tiempo de la contienda en la Universidad de Reed, donde entró en contacto con dos jóvenes poetas que serían sus amigos de por vida: Gary Snyder y Lew Welch.

Junto a ellos emigró a San Francisco, meca intelectual de la zona, y fue allí donde conoció a Kerouac, Ginsberg y los otros beats llegados del Este.

Whalen, de hecho, fue uno de los personajes recurrentemente dramatizados en las obras de Jack Kerouac. Así, apareció como Ben Fagan en Big Sur y como Warren Coughlin en Los vagabundos del Dharma. En este último se lo describe como "80 kilos de carne de poeta... escupiendo diamantes de fuego". 

Desde muy pronto tuvo Philip Whalen una fijación con las religiones orientales, a través de las cuales buscaba la calma y la realización personal que la América de sus días parecía empeñada en negarle.

En cuanto abandonó el ejército, el poeta de Portland exploró el hinduismo y poco después el budismo tibetano, pero lo que verdaderamente lo marcó provino de una recomendación de Gary Snyder: el zen.

A lo largo de su vida, su inclinación hacia el budismo zen se iría acentuando. A finales de los años 60 vivió dos años en Kyoto (Japón), donde estudió filosofía y literatura oriental; en 1973 se ordenó monje de Dharmasangha en Nuevo México, y en 1991 aceptó el puesto de abad en un monasterio de San Francisco, cargo que ocupó hasta que la ceguera causada por un glaucoma lo obligó a retirarse.

Quizá una de las cosas más interesantes del carácter de Philip Whalen sea que su honda conexión con las religiones orientales no contradice su pertenencia a la tradición de la literatura occidental: la modifica, la reforma, pero no la anula.

Whalen compartió, de hecho, muchos de los rasgos generacionales de sus compañeros beats: el estilo de vida contracultural, las drogas y el versículo extático de Whitman mantienen en el autor de Scenes of Life at the Capital una relación equilibrada con el haiku y la contemplación de la naturaleza.

Por ejemplo, fue una alucinación causada por el peyote la que le reveló que debía olvidar el "modernismo elitista" de T.S. Eliot para dejar atrás todos sus "aturdidas teorías y vicios" sobre la escritura y empezar a componer poemas que verdaderamente hubiera descubierto él, que fueran significativos para sí mismo.

Tras salir de la Universidad, Whalen se dedicó a vagar por California tratando de no trabajar de nada y viviendo en casas de amigos y conocidos, lo que le permitía dedicar todo su tiempo a la literatura.

Pronto, sin embargo, descubrió la naturaleza y lo que esta podía ofrecerle, y empezaron sus retiros más o menos religiosos en los bosques.

Si bien la obra de Whalen, reunida en libros como On Bear's Head o Canoeing up Catarga Creek, tiene una gran influencia de la poesía oriental y, en especial, de formas cercanas al budismo zen como el haiku, su poesía no es ni mucho menos una copia de la de Bashô.

A Whalen no se le caen los anillos por cantar a una garza y a un nenúfar, pero eso no es ni mucho menos todo lo que hay en sus poemas.

Tratando de unir la cosmovisión de los habitantes indígenas del Oeste de los Estados Unidos, una forma beat de leer la tradición literaria europea, y la poesía japonesa, Philip Whalen construye textos tan fascinantes, extraños y emocionantes como "Nuevo aviso":

No puedo vivir en este mundo

Y me niego a matarme

O a dejar que me mates.


La planta de eneldo vive, el avión

Mi reloj despertador, esta tinta

no me iré


Seré yo mismo—

Libre, un genio, una vergüenza

Como el Indio, el búfalo


Como el Parque Nacional de Yellowstone

Philip Whalen fue uno de los poetas participantes en el famoso recital de 1955 Six Poets at the Six Gallery ('Seis poetas en la galería seis'), uno de los actos fundacionales de su generación en el que se escuchó por primera vez en público el "Aullido" de Allen Ginsberg.

Fue precisamente en este acto donde Whalen leyó uno de sus poemas más conocidos, "Plus ça change...", que contiene un fragmento que podría resumir a la perfección aquello que el poeta de Portland buscó en la poesía, cómo trató de que esta le salvara de América, de la vida, del tiempo y de la turbación.

Quizá lo consiguió.

Escucha. Hagamos lo que hagamos a partir de ahora

Por el amor de dios no nos miremos

Mantengamos los ojos cerrados y las luces apagadas—

No nos importará tocarnos si no tenemos que vernos.

No tendré en cuenta esas plumas ridículas.

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