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Artículo Los 10 mejores libros de no ficción de 2017 Lit

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Los 10 mejores libros de no ficción de 2017

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Seleccionamos nuestros ensayos, crónicas, autobiografías y diarios favoritos de este año

Luna Miguel

11 Diciembre 2017 12:56

Hemos leído ensayos políticos, crónicas escritas desde el dolor, reportajes sobre lo que significa ser mujer en nuestro tiempo o en tiempos lejanos, diarios de actrices que murieron pero cuyas sombras aún enamoran a millones de frikis de la ciencia ficción, críticas a las nuevas tecnologías y hasta invitaciones a escuchar con detenimiento el canto de los pájaros. Y de todas nuestras lecturas de ensayo, periodismo, autobiografía o pensamiento, estas, definitivamente, han sido nuestras preferidas de 2017:

1. Conviene tener un sitio adonde ir, de Emmanuel Carrère (Anagrama)

«Deseo, bochorno y vanidad son tres cosas que recurrentemente avanzan de la mano. Explicase esta hipótesis con dos ejemplos: Karl Lagerfeld —y cito al modisto porque la moda es un rincón donde la triada conceptual antes mencionada aparece con gran frecuencia— diciendo que no sabe lo que es el dinero porque nunca lo ha usado es algo que a. Produce vergüenza ajena, b. Es una constatación de envanecimiento superlativo, y c. En realidad es la clase de afirmación que todos querríamos pronunciar. ¿Acaso hay algo que afearle al hecho de vivir gratis? Pasa lo mismo con quienes han logrado deshacerse del pudor que nos impide convertir nuestras redes sociales en galerías infinitas del arte del autorretrato. Basta desenroscar el caño trasero de la civilización para comprobar que el espejo es un sitio entretenido al que mirar, y que, por lo mismo, quién no querría convertir sus espejos en escaparates, a fin de compartir su felicidad. Haciendo periodismo, y solo en sus peoresmejores momentos, Emmanuel Carrère despierta deseo, bochorno y vanidad.» (Antonio J. Rodríguez)

2. La guerra contra las mujeres, de Rita Laura Segato (Traficantes de Sueños)

«El libro de Segato nace de la experiencia de Ciudad Juárez, de la guerra contra las mujeres llevada al extremo. Para describir la situación, Segato habla de genocidio y no parece para nada una exageración. Sin embargo, más allá de la crónica de esta tragedia, lo más relevante de su libro es la capacidad para hacer de la guerra el modelo de análisis de lo político y, en especial, de la dominación masculina». (Eudald Espluga)

3. Manifiesto Redneck, de Jim Goad (Dirty Works)

«Jim Goad, el autor de Manifiesto redneck, es uno de estos perros sarnosos y agresivos. Una cucaracha devastada por la cirrosis. Pero no lo decimos nosotros, lo dice él. "Otro comprimido de efedrina, otro tazón de café homicida. Mi culo chorrea sangre a causa de todas las variedades de speed que absorbo para mantenerme despierto y poder currar. A menudo soy un estropajo tan derrengado que no hago más que mirar mis notas durante horas." Goad se identifica con esa tribu y nos escribe desde su condición. A nosotros. Es decir: escribe a los liberales de clase media-alta, a los lectores de revistas y suplementos culturales gravemente preocupados por el feminismo, la homofobia y los derechos de la comunidad LGTBIQ+. A los heraldos del pluralismo, fervorosos demócratas que predicamos el respeto por las otras culturas, por el medio ambiente, por las víctimas de las guerras en el Oriente Medio». (Eudald Espluga)

4. Violación Nueva York, de Jana Leo (Lince Ediciones)

«Jana Leo acaba de publicar Violación Nueva York, un relato en el que la agresión vivida son los cimientos de un hallazgo fundamental para comprender la cultura predatoria que se esconde en grandes ciudades como Nueva York, Londres, Berlín, Sao Paulo o Barcelona. Tras seis años de investigación y reflexión, la autora descubre que "la ciudad también viola", halla una relación entre la incursión violenta en su cuerpo y en su propio apartamento, establece un vínculo entre la vulnerabilidad física y la inseguridad de un barrio como Harlem.». (Alba Muñoz)

5. Moviliación total, de Mauricio Ferraris (Herder)

«Lo que nos enseña el libro de Ferraris es que nuestra relación con los aparatos no puede reducirse a una explicación psicologista: no basta con hablar de adicciones a las nuevas tecnológicas o de los trastornos que su uso pueden generarnos. Que todo quede registrado, y no podamos ausentarnos sin aceptar nuestra responsabilidad una vez estamos presentes en el tejido, muestra bien cómo funciona la microfísica del poder en el caso de las nuevas tecnologías. Pero, de nuevo, nos damos de bruces con nuestra realidad antropológica: nuestra vida social depende de nuestra capacidad de recordar, memorizar, registrar». (Eudald Espluga)

6. El diario de la princesa, de Carrie Fisher (Ediciones B)

«En El diario de la princesa, Carrie Fisher construye un personaje maravilloso: tierno, cabrón, adorable, inseguro... y poético, muy poético. Porque, de hecho, el motivo para que Fisher escribiera este libro fue que encontró los diarios que, siendo una joven actriz de 19 años, había escrito durante el rodaje de la primera película de Star Wars. Y estos contenían delicadas e inquietantes reflexiones en prosa y en verso sobre su futuro, sobre su identidad, sobre su cuerpo y sobre su romance extraño con Harrison Ford.» (Xaime Martínez)

7. Clavícula, de Marta Sanz (Anagrama)

«He leído que podría pasar ahora mismo. Que me podría morir ahora mismo. Lo he leído en Clavícula, el último libro de Marta Sanz que no es una novela sino más bien una especie de confesión sobre lo loca que puede volverse una persona obsesionada por los síntomas. Sanz, que según cuentan las leyendas de Twitter se llevó a su ginecóloga a la presentación de Clavícula en Madrid, ha escrito un libro que ahonda en la hipocondría y, sobre todo, en el miedo a la decrepitud. La enfermedad, nos da a entender aquí la autora, es peor que la muerte. Y la duda sobre la enfermedad, en muchas ocasiones, es peor que la propia dolencia». (Luna Miguel)

8. El ingenio de los pájaros, de Jennifer Ackerman (Ariel)

«Al igual que la cancioncilla tierna, la obsesión de Ackerman por las aves también viene de un recuerdo de infancia. El padre de la autora, también apasionado de los animales alados, enseñó a su hija a observarlos, a estudiarlos, a amarlos. Cuando ella tan solo tenía seis o siete años, se la llevaba de excursión a los bosques, y allí, silenciosos, miraban a los voladores y se reconfortaban con sus múltiples cantos. Jennifer Ackerman aprendió desde muy pequeña que aquellos animales eran muy especiales, incluso si nuestra sociedad se empeñaba en denigrarlos y en pensar en ellos como bichos tontos de cerebro diminuto, cuando lo cierto es que —según descubrimientos que la escritora cita— la inteligencia de los pájaros es inmensa». (Luna Miguel)

9. Sexismo cotidiano, de Laura Bates (Capitán Swing)

«Sexismo cotidiano no es sólo un contenedor de decenas de miles de experiencias de mujeres: el libro parte de todos esos testimonios para analizar sus rasgos comunes y para diferenciar los tipos de violencias, acosos y abusos sexuales que existen. Además, en cada capítulo, Bates recoge lo que ella denomina ‘Estadísticas esenciales’ sobre violencia de género, o sobre la desigualdad y la invisbilización de la mujer en política, o incluso sobre el modo en que los medios de comunicación, la moda o el cine infantilizan, sexualizan y humillan el cuerpo femenino. Son datos escalofriantes que van desde que “únicamente el 18% de los presentadores de televisión mayores de 50 años son mujeres”, hasta que “1 de cada 3 mujeres en el planeta será violada o golpeada a lo largo de su vida”, pasando por que “el 30% de la violencia doméstica tiene su origen o empeora durante el embarazo”. Datos que, junto a la pluralidad de las denuncias anónimas mostradas, dan cuenta de lo necesario que es evitar la normalización de cualquier acto represivo contra la mujer». (Luna Miguel)

10. Una historia erótica de Versalles, de Michel Vergé-Franceschi y Anna Moretti (Siruela)

«Desde que Luis XIV se empeñara en hacer del Palacio de Versalles la capital de la nobleza francesa, la residencia pasó a convertirse en un hervidero de orgías e infidelidades. Con tanto tiempo libre como tenían, los nobles no dudaban en utilizarlo para satisfacer sus ambiciones sexuales, que estaban lejos de ser tan refinadas como las culturales. Como recoge el libro Un historia erótica de Versalles, fueron muchas las aventuras de faldas que se vivieron en la corte francesa desde el siglo XVII en adelante». (Juan Carlos Saloz)

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