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La reflexión que explica por qué algunas mujeres fantasean con ser violadas

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En enero de 2018 verá la luz una reedición de 'Teoría King Kong', el libro más polémico y revelador de Virginie Despentes. Aquí seleccionamos un fragmento brutal

Luna Miguel

05 Diciembre 2017 11:59

Si Todos deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie, se convirtió en una suerte de bestseller iniciático, la reedición de Teoría King Kong, de Virginie Despentes, en Literatura Random House, debería ser el siguiente paso: la bala que traspasa la carne: la ceremonia: una confirmación.

Aunque este ensayo polémico que aborda la violación, las identidades sexuales, los feminismos, la prostitución o la política ya fue editado en español en 2007 por Melusina, su carácter casi inencontrable diez años después ha llevado a que muchos lectores interesados en estos temas se perdieran las reflexiones de una escritora que, con cada una de sus producciones, logró cambiar la manera de entender el activismo feminista.

LEER MÁS: Entrevista a Virginie Despentes, por Antonio J. Rodríguez

Con la adaptación fílmica de su libro Fóllame en primer lugar, con la filosofía accesible y punk de su Teoría King Kong algo más tarde, y ahora con su trilogía Vernon Subutex, que ya es un fenómeno de ventas en Francia. Teoría King Kong es una lectura violenta, quizá porque su estilo es sucio y porque los temas que trata no son agradables, y porque la manera en que los aborda no es lacrimógena, y porque la voluntad de quien lo escribe es la de no ocultar nada.

Por eso, para celebrar que la nueva publicación de este ensayo está a la vuelta de la esquina, para ir abriendo boca y removernos las entrañas, hemos seleccionado uno de sus pasajes más incómodos. Bienvenida de vuelta, VD:

“La fantasía de la violación existe. La fantasía sexual. Si quiero hablar de «mi» violación, entonces tengo que pasar por esto. Es una fantasía que tengo desde que era una niña. Diría que es un vestigio de la escasa educación religiosa que he recibido, indirectamente, a través de los libros, la tele, los otros niños del colegio, los vecinos. Las santas, atadas, quemadas vivas, los mártires son las primeras imágenes que me provocaron una emoción erótica. La idea de ser entregada, forzada, obligada, era una fascinación mórbida y excitante para la niña que yo era entonces. Después, esas fantasías me acompañan. Estoy segura de que son muchas las mujeres que prefieren masturbarse fingiendo que eso no les interesa, antes de saber lo que les excita. No todas somos iguales, pero no soy la única. Esas fantasías de violación, de ser tomada por la fuerza, en condiciones más o menos brutales, que yo declino a lo largo de mi vida masturbatoria, no me vienen out of the blue. Se trata de un dispositivo cultural omnipresente y preciso, que predestina la sexualidad de las mujeres a gozar de su propia impotencia, es decir, de la superioridad del otro, más bien a gozar contra su propia voluntad que como zorras a las que les gusta el sexo. En la moral judeo-cristiana, más vale ser tomada por la fuerza que ser tomada por una zorra, nos lo han repetido suficientemente. Hay una predisposición femenina al masoquismo que no viene de nuestras hormonas, ni del tiempo de las cavernas, sino de un sistema cultural preciso, y que tiene implicaciones perturbadoras en el ejercicio que podemos hacer de nuestra independencia. Voluptuosa y excitante, resulta también perjudicial: que nos atraiga lo que nos destruye nos aparta siempre del poder. En el caso preciso de la violación, se presenta el problema del sentimiento de culpabilidad: puesto que he tenido a menudo esa fantasía, soy co-responsable de la agresión. Para empeorar las cosas, de este tipo de fantasías no se habla. Sobre todo si te han violado. Somos probablemente numerosas las que nos hallamos en esa situación: haber pasado por una violación y haber tenido anteriormente fantasías de ese tipo. Por tanto, sobre el tema, sólo hay silencio, porque lo que no se puede decir, puede destruir sin trabas”.

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