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Opinion ¿Cómo se supone que debe comportarse una víctima de violación? Lit

¿Cómo se supone que debe comportarse una víctima de violación?

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¿Cómo se supone que debe comportarse una víctima de violación?

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/OPINIÓN/ “Nací en un país donde se produce un feminicidio cada 18 horas… y ni siquiera forma parte del top 10. Crecí obligada a no vestirme provocativamente, a no caminar sola en la noche, a no darle mi móvil a un desconocido y a nunca, pero nunca, subirme en el coche de un chico que acabas de conocer”

Nací en un país donde se produce un feminicidio cada 18 horas… y ni siquiera forma parte del top 10. Crecí obligada a no vestirme provocativamente, a no caminar sola en la noche, a no darle mi móvil a un desconocido y a nunca, pero nunca, subirme en el coche de un chico que acabas de conocer. Lástima que esta última se me olvidó cuando me mudé a Europa.

¿Cómo le explicas a alguien que creció traumatizado por feminicidios, violaciones o abusos a mujeres que, de pronto, “al cruzar el charco”, nada va cambiar?

La náusea que creía tragada hace tres años ha vuelto. Me he dado cuenta de ello siguiendo el caso de ‘La Manada’, un juicio por violación grupal que ya comenzó con el pie izquierdo cuando el juez decidió desestimar los chats del grupo que mantenían los acusados en WhatsApp previos al ataque. Mensajes como “Follándonos a una entre cinco (...) Puta pasada de viaje” o frases como “Hay que buscar el cloroformo, los reinoles, las cuerdas...que después queremos violar todos”, no serán tenidas en cuenta en el dictamen de la sentencia.

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La náusea ha vuelto, decía, porque este caso me ha hecho regresar a mi propia experiencia. Me refiero a aquel viernes de octubre del 2014 en que no tenía ganas de salir. Estaba cansada y en Madrid reinaba ese frío seco que se te mete debajo de la piel. No me cambié, no me maquillé, solo bebí una cerveza y me apresuré a que mi compañera de piso no me dejase fuera del plan. Después de todo, acababa de llegar a esta nueva ciudad y necesitaba reconstruir una nueva vida social desde cero. No recuerdo exactamente cuánto bebí en ese esfuerzo por encajar en mi “manada”: era viernes y estábamos de fiesta. Lo que sí recuerdo es que me confié. Confié en ese chico que dijo ser amigo de mi compañera de piso y que me llevaba a casa. Estando en el coche, sentada en el asiento del copiloto, se me puso encima y me di cuenta de que las violaciones no pasan solo en las películas o en los noticieros. Que eso estaba sucediendo y que realmente había caído en la trampa. Que él no conocía a Alejandra, que no era su amigo y que yo dije ese nombre antes que él lo pronunciase. Me quedé helada. Vengo de un país en el que cada día te preparas y practicas para reaccionar. No reaccioné. No pude. Mi cuerpo estaba tieso y mi cabeza espesa. Vinieron los golpes, vinieron los empujones hacia el asiento trasero y todo continúo. Vinieron las trompadas y el “ves que te gusta, putita”. Inmóvil. Esto no está pasando. Inmóvil. Siempre me pregunto si él sabía lo que iba a terminar haciendo cuando le pidió prestado el coche a papi aquella noche. Al día siguiente cuando desperté, deseé no haberlo hecho. Los únicos comentarios que recibí de las poquísimas personas con las que lo hablé fueron lamentables.

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La gran pregunta es: ¿Cómo se supone que debe comportarse una víctima de violación? Cada uno reacciona de una forma diferente. Yo solo quería mantener mi cerebro lo menos pensante y eso hice. Fui a una disco y entre las luces me agarró pánico, sentía que él me miraba. Que estaba ahí bailando y me miraba, que se mofaba de mi, que era él, pero ¿cómo iba a saberlo? Y con el tiempo, lo más difícil de recordar no es la violación en sí. Sino la soledad que vomitas cuando comprendes que lo que te ha ocurrido a ti es algo de lo que la gente no quiere escuchar, mucho menos tus más allegados: y entonces tienes que limpiarte sola, sacarte la mierda de dentro… porque “los trapos sucios se lavan en casa”, ¿no?

Por eso, me gustaría preguntar al juez que tiene la responsabilidad de llevar el caso ‘La Manada’ y a todos los hombres que están leyendo esto ahora mismo cómo reaccionarían ellos ante una violación. ¿Cómo reaccionarías si atentaran contra vuestro ser, contra vuestro cuerpo, contra vuestra persona? Pensad: ¿cómo?

Entiendo que a veces es difícil ponerse en la piel del otro. Basta con que imaginéis una tortura.

No os estoy pidiendo que penséis más allá de vuestra polla, solamente que miréis las estadísticas. Cada ocho horas se denuncia una violación en España y solo un 1% de las agresiones terminan en sentencia, según datos del Ministerio del Interior. En México, sucede cada cuatro minutos. En Argentina se denuncian casi 50 ataques sexuales por día. Estoy tratando de que empaticéis con una situación de violencia extrema en la que vuestro cuerpo es corrompido. En la que vuestra libertad es torturada.

A veces creo que fui una afortunada. Que si lo que me ocurrió aquel octubre de 2014 hubiese sucedido en mi país natal, tal vez ni siquiera me habría atrevido a contarlo. Y aún así las náuseas y las preguntas siguen siendo muchas: deseo nunca tener una hija. ¿Cómo podría explicarle lo nefasto de ser mujer? ¿Cómo podría educarla bajo el miedo? ¿Bajo ese terror de lo que significa haber nacido con un agujero entre las piernas? ¿Cómo explicarle la vulnerabilidad de la carne?

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