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Tristan Garcia es el filósofo de moda en Francia y acaba de publicar 'Nous', un ensayo conciliador sobre las nuevas identidades políticas en Europa
26 Enero 2017 06:00
Parecía que aquello nos unía a todos. Que el grito crudo que se escuchaba en las grandes avenidas de las capitales de Occidente durante el 21 de enero de 2017 era en realidad un hilo fino que empezaba en nuestro pecho, y acababa en el de otra mujer u hombre a miles de kilómetros de distancia: el hashtag #WomensMarch estaba en lo alto —y en lo largo, en lo ancho, en lo profundo del mundo—. Entre aquel rumor, eran los ideales de igualdad, libertad y belleza los que brillaban por encima de todo.
Parecía nuestro sitio, nuestra lucha, la expresión máxima del nosotros.
Y sin embargo, en un lugar no muy lejano a aquellas avenidas repletas —en un pueblito tranquilo y helado de Alemania, para ser más exactos— la voz de un puñado de líderes ultraderechistas tomaba impulso en un congreso radical. En un encuentro por el que en otro tiempo nos habríamos llevado las manos a la cabeza, pero que el 21 de enero de 2017 se celebraba con total normalidad, haciéndonos ver que quizá el concepto nosotros representaba un espectro más amplio. Que quizá nos estábamos precipitando. Que quizá para poder volver a reivindicar la primera persona del plural, antes habría que dejar de oponerse, entender al otro, limar las asperezas.
Según el filósofo francés Tristan Garcia, esa primera persona del plural tiene mucho de particular: «por contraste a la primera persona del singular, permite una variación permanente de amplitud, porque puede designar tanto el tú y yo, como la totalidad de quien lo vive, y más allá.» Para el joven pensador, que acaba de publicar en Francia el polémico ensayo Nous (Nosotros), nuestra sociedad está amplificando los errores del pasado: obviamos las similitudes, resaltamos las diferencias.
En una entrevista concedida a Les Inrocks, el autor lo explica así: «Vivimos un momento en el que no sabemos muy bien de parte de quién estamos: el campo de batalla es borroso y loco. Nos engorilamos con amigos sin saber muy bien por qué. En una cuestión como la del velo, por ejemplo, simpatizamos con la opinión de alguien y al mismo tiempo tenemos la impresión de estar en total desacuerdo con él.»
Para Tristan Garcia, el momento político y social que vivimos podría resumirse en “una guerra de nosotros contra nosotros”. Es decir, en un periodo en el que preferimos la confrontación a la comprensión. Quizá porque ante la múltiple variedad de opciones, pensamientos y posturas, nos resulte más fácil aferrarnos a una que tratar de comprender cuáles son los reclamos de quienes tenemos enfrente.
Garcia, que también tenía un puñado de hilos en su pecho, tiró de ellos y se dio cuenta de que la mayoría estaban rotos. De que no conectaban a ninguna parte. De que no eran capaces de conformar un nosotros. Y partiendo de la premisa de que nosotros es el conjunto al que se dedica la política, el filósofo procede a estudiar cómo esta primera persona del plural ha variado, se ha dividido y ramificado a lo largo de la historia.
Teniendo en cuenta que nuestra sociedad siempre ha tendido a ordenarse —los géneros, las etnias, las razas, sí, pero también la orientación sexual, la religión, la postura frente a cualquier asunto de la vida, por nimio que sea— Tristan Garcia ha querido dinamitar esas categorías, no destruyéndolas sino seleccionando lo más interesante y necesario para cada una de ellas. Para poder avanzar hacia algún lado, piensa, hay que extraer lo mejor o lo más útil de cada pensamiento, de cada corriente, de cada nosotros, incluso si en principio no sintonizamos con ello.
El filósofo lo describe así en una entrevista: «yo pensaba que era progresista y universal. Creía en la igualdad. Pero padecía cierta ceguera: mi universalismo se limitaba a la especie humana. Había dejado detrás de mí a criaturas sensibles, sufrientes, sobre las que yo había construido mi imagen de lo que es el progreso. También me enfrenté a ciertos problemas con la concepción del feminismo. Discusiones como la del velo traía una escisión en el “nosotros” de las mujeres.»
Y añade: «Nuestra concepción actual de progresismo se basa en humillar a otra parte de la población».
Ante este belicismo del nosotros. Ante esta concepción de la primera persona del plural que en vez de cobijar separa, Tristan Garcia sólo tiene dos armas: la sinceridad y el conocimiento. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y cuestionar constantemente nuestras elecciones, así como conocer las posturas de los otros, para no caer en generalizaciones y que el debate deje de ser “borroso”.
De lo contrario, nos engorilamos.
De lo contrario nuestra sociedad se dividirá cada sábado entre manifestaciones que legitiman las consignas de siempre, y peligrosos congresos donde el odio crece.
«¿Qué divide [el nosotros]? Establece partes entre los individuos, situándolos a un lado u otro de una frontera, pero también distribuye espacios: decir “nosotros los jóvenes” supone atribuir ciertos lugares, y privilegiarlos en detrimento de otros. También es recortar el tiempo, y considerar que “para nosotros, la joven generación”, todo el periodo que otros evocan pertenece indistintamente al pasado», escribe Garcia en Nous.
En definitiva, para el joven escritor el nosotros no es sólo “un grupo de personas” sino un sistema de modulación de nuestra manera posicionarnos frente al otro. Y eso es algo que, según él, a menudo nos hace olvidar la empatía, la comprensión, los afectos.
Y quizá Tristan García tenga un poco de razón. Porque si no sabemos cuidar al nosotros, ¿cómo va a sobrevivir el yo?
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