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Por qué sí es importante hablar de la violación de Pablo Neruda

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Fue el propio Pablo Neruda quien contó su violación en sus memorias 'Confieso que he vivido', sin embargo, buena parte de la crítica y de los lectores prefiere seguir guardando silencio ante esta horrible anécdota, ¿por qué?

Luna Miguel

09 Diciembre 2016 06:00

Pablo Neruda violó a una mujer.

Lo contó el mismo en Confieso que he vivido, sus memorias publicadas hace más de 40 años, con ese título tan bello y conciso que hoy algunos parodian en Internet, dándole el nuevo nombre de Confieso que he violado.

Sin embargo, podría decirse que aquí Neruda ni siquiera se confiesa de verdad.

El poeta y Premio Nobel chileno lo cuenta de una manera tan sutil, tan directa, tan seca, que la anécdota podría pasar desapercibida para un lector despistado.

Pero Pablo Neruda violó a una mujer, sí, y de hecho puede que sea la historia, la crítica, o quizá los propios lectores quienes hemos preferido no hablar de ello, ni reflexionar lo suficiente como para crear el debate que un hecho así precisa.  

Atención al fragmento:

«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia.»

Esta escena pertenece a una narración más larga en la que Neruda detalla algunas de sus peripecias como cónsul en Colombo, Sri Lanka, en 1929.

La mujer de la que habla, a la que reconoce someter a sexo no consensuado, era una limpiadora que iba a diario a su habitación a vaciar el váter de sus heces, una mujer perteneciente a una de las clases más bajas de su país.

Según Neruda, después de varios intentos por establecer algún tipo de contacto o vínculo con la sirvienta, y ante la negativa y la pasividad mostradas por ella, el poeta se decidió a hacer lo que deseaba desde el primer momento en que la vio: poseerla.


[ilustración vía Carla Moreno]

Por el carácter de este fragmento, y a pesar de la claridad con que se cuenta, muchos han preferido mantenerse al margen y no otorgarle importancia. Juzgar al poeta por esta imprecisa anécdota sería achacarle algo que quizá, además, esté dotado de ficción.

Lo decía así el novelista Rafael Gumucio en la revista The Clinic, en referencia a la polémica, "hay algunos que no saben ni a los que deberían enseñarles a leer. Creo que es el colmo total del beaterismo más ramplón e iletrado, y un reflejo de la imbecilidad que esto conlleva. Es no leer su libro en su contexto ni en su época".

Sin embargo, y pesar de que esta anécdota aparece una y otra vez y de manera encendida en la actualidad literaria chilena —desde hace algunos años cada vez son más las voces preocupadas no ya por desmontar al mito, sino por retratarlo con todas sus luces y sombras— resulta curioso que el debate apenas se ha extendido más allá de sus fronteras.

Es como si se quisiera mantener impoluto al Nobel. O como si se quisiera hacer creer que el nombre del célebre escritor está por encima de cualquier juicio moral.

Para Claudia Apablaza, editora de Los Libros de La Mujer Rota, “es difícil que la figura de Neruda cambie al salir a luz estos eventos. Es una especie de falo sagrado en Chile, porque tal como a Borges, se le perdona todo lo humano en pro de lo literario”.

Neruda es una especie de falo sagrado en Chile. Como a Borges, se le perdona todo lo humano en pro de lo literario (Clauda Apablaza)


Preguntada por PlayGround, la editora se lamenta de que a menudo caigamos en tópicos como que lo que importa de un autor es sólo su escritura y nada más, para ella “es necesario pensar nuevamente esas frases, porque no da lo mismo, importa”.  

El periodista Alejandro Jofré, de La Tercera, discrepa en este aspecto. Para él, “lo que queda no son las personas. Ahí están Céline, Dickens, Mailer y Flaubert con lo que se presume de sus vidas personales. Las personas pasan, la obra es lo ineludible, lo que sobrevive.”

Aunque respecto al caso Neruda, Jofré explica que el silencio o el reparo a la hora de hablar sobre este episodio del Nobel no se trata de una omisión, lo que sería vergonzoso” tanto como de un desconocimiento de los hechos. Según él “nadie puede defender una violación, pero también pienso que es medio ridículo establecer una culpa en base a una confesión, o, de la misma manera, creer que Neruda fue un santón.”


Según Claudia Apablaza, el caso Neruda es sólo una representación del machismo que asola a Chile en general.

“Chile es una sociedad muy machista y Neruda, el poeta de Chile, es representante de tal. Neruda es un zorrón de su época, el símbolo del poder, representa muchas cosas detestables de la vida y lo literario, ese paradigma del ganador, del que te arrasa, del que pasa por encima tuyo, tal como el gran macho latinoamericano.”

Pero Apablaza también precisa: “Ahora bien, él mismo lo reconoce, es sincero y se reconoce como tal, se literaturiza como tal, muestra el verdadero macho chileno y latinoamericano  en momentos de su obra, como cuando relata ese episodio de violación en Confieso que he vivido. Me parece bien que lo haya hecho, es honesto.”

Para la editora de Los Libros de La Mujer Rota, el gran problema de todo esto es que en su país la cultura de la violación está muy asumida, tanto por la sociedad como por el sistema editorial y literario: “hay mucho poeta que comete abuso sobre otras mujeres, pero lo esconde. ?E?s nuestra realidad y espero que con los nuevos movimientos feministas comience a cambiar, a salir a la luz, a pensarse”.

Preguntada por esta misma cuestión, la poeta Paula Ilabaca incide en la preocupación por el momento actual. Si bien prefiere no juzgar una anécdota que a su vez es una narración de Neruda y no un hecho probado, Ilabaca cree que es importante aprender de este revuelo, y aplicar su discusión al ahora.

Preocupémonos del presente. De las veces que un escritor o poeta le echa la culpa al licor que ingirió en una noche por esos abrazos o besos que quiso darte en la oscuridad de un encuentro o lectura de poesía (Paula Ilabaca)


“Preocupémonos del presente. De las veces que un escritor hombre te dice que eres tan linda como tu poesía y a ti en vez de halagarte, te incomoda. De las veces que un escritor o poeta le echa la culpa al licor que ingirió en una noche por esos abrazos o besos que quiso darte en la oscuridad de un encuentro o lectura de poesía. Eso me parece alarmante, y eso, es lo que a mí me preocupa y condeno sin tregua cuando escucho una historia de ese tipo”.

Quizá, como bromeaba Rafael Gumucio en The Clinic, quienes denuncian el caso Neruda sean sólo unos imbéciles iletrados.

Sin embargo, y aunque hagamos el necesario trabajo de separar vida y obra, no podemos olvidarnos de que la desigualdad, el machismo y el abuso tiñen continuamente los ambientes literarios y a la sociedad en general.

Y por eso sí es importante hablar de la violación de Pablo Neruda: porque si perdonamos tan rápido los errores de nuestros héroes, ¿no terminaremos por silenciar también los nuestros?


[ilustración vía Theclinic.cl]


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