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'Sientes conexión con el bebé, pero no es lo mismo que un hijo'. Conversaciones con madres subrogadas
28 Junio 2017 09:35
Imagen de Megan cedida por ella misma
La gestación subrogada vuelve a estar en pleno foco del debate en España. Este mismo martes, Ciudadanos ha planteado un proyecto de ley que plantea legalizar la maternidad subrogada en España siempre que se declare que lo hacen mujeres mayores de 25 años, que ya han sido madres con anterioridad y cuya situación socioeconómica es estable. Esta propuesta marca un cambio de paradigma en la legislación vigente y aviva aún más un debate bastante espinoso.
La 'gestación o maternidad subrogada' o los denominados 'vientres de alquiler' (una diferencia semántica que ya es política, que marca tu posición), plantea tantas dudas como dilemas éticos y morales de un modo parecido al que hace el trabajo sexual. Al tiempo que celebrities mundialmente conocidas como Cristiano Ronaldo, Kim Kardashian, Nicole Kidman hablan abiertamente de sus experiencias con este proceso de maternidad, algunos grupos más conservadores o, en menor medida, de la Iglesia insisten en la idea “aberrante” de una práctica que, dicen, violan los derechos de la madre y del neonato. Pero no es un pensamiento exclusivo de corrientes conservadoras: la izquierda admite sus dudas (Podemos y PSOE, por ejemplo, están divididos). Y dentro del propio feminismo también.
Desde el movimiento “No somos vasijas” o la 'Red Estatal contra vientres de alquiler' recalcan que esta no es más que otra forma de subyugación y dominación patriarcal que responde a una lógica neoliberal. El alquiler de nuestros vientres, la compra de nuestros cuerpos, por parte de aquella gente que los puede pagar. El útero de la mujer como último bien de consumo. También denuncian que en India existen granjas, criaderos, de bebés en los que se esclaviza a mujeres en situación de pobreza para satisfacer los caprichos de maternidad o paternidad de los occidentales. Y que muchas de estas agencias que lo tramitan son opacas.
Frente a este escenario, la realidad es que cada año nacen alrededor de 20.000 niños mediante este método, según estima la ONG suiza International Social Security. La legislación es permisiva en muchos países como Estados Unidos, Canadá, Rusia o Ucrania mientras que en otros sigue siendo muy restrictiva. En algunos casos la maternidad subrogada es compensada económicamente (en Estados Unidos el proceso puede costar entre 60.000 y 120.000 euros); otros se basan en programas altruistas (Canadá); y en otros países es más barato aunque está restringido únicamente a parejas heterosexuales (en Ucrania o Rusia la madre gestante puede llegar obtener entre 6.000 o 17.000 euros y todo el proceso cuesta alrededor de 40.000).
Y entre las dos partes (madres-familias) se sitúan agencias de todo el mundo que sacan tajada de todo el proceso. "Ninguna ley obliga a que haya una agencia o una empresa como la nuestra participando, pero la inmensa mayoría de las familias sí lo solicitan por comodidad y seguridad ", admiten Infertility.es. El pasado 6 y 7 de mayo Madrid albergó Surrofair, la mayor feria de maternidad subrogada de España con agencias de todo el mundo.
Desde PlayGround nos hemos puesto en contacto con algunas de estas madres que han decidido tener bebés para otras personas que no pueden. La dificultad de encontrar a madres que no se sean estadounidenses o canadienses pone en relieve las diferencias evidentes entre todos estos casos. Encontrar madres ucranianas o rusas o de cualquier lugar que no sea América del Norte se convierte en misión casi imposible. Muchas madres gestantes provienen de entornos socioeconómicos muy pobres, no hablan inglés y no comparten sus testimonios con la misma facilidad. Lo que para algunas, desde posiciones más acomodadas, se convierte en una forma de autorrealización personal, una cuestión de solidaridad o una pequeña ayuda económica... para otras muchas pasa a ser un sustento esencial y cuando no directamente una obligación.
Estos son los testimonios que hemos podido recopilar:
Lindsay y su hija junto a la pareja de Francia
Lindsay, 34, Canadá
“Durante el embarazo, sientes una conexión con el bebé, pero no la misma que la de un hijo”
“Siempre supe que quería ser madre, pero tenía miedo de no ser capaz por alguna razón. Cuando a los 14 años leí un artículo sobre la maternidad subrogada, me prometí a mi misma que si yo tenía ese don de tener hijos, ayudaría a otros que no pudieran”. Esta es la historia de Lindsay. Embarazada por tercera vez, es la segunda vez que lo está mediante un proceso de ‘gestación subrogada’. Cuando Lindsay, madre de una niña de 7 años y divorciada, supo que no quería tener más hijos, entonces decidió que quería ayudar a otras familias con infertilidad.
“La primera pareja de futuros padres (o ‘intended parents’, como se conoce en inglés)’ era de Suiza, la segunda de Francia y actualmente estoy embarazada para una pareja del Reino Unido”, me explica. Para Lindsay los momentos más duros del embarazo son el primer y el segundo trimestre por el riesgo de aborto. Con la primera pareja que probó, los suizos, no llegó a funcionar. El embrión nunca se transfirió con éxito a pesar de que intentaron varias veces. Tuvieron que desistir. “Ver su cara de decepción me puso muy triste. Me sentí realmente fatal”. Con el resto de parejas todo fue bien. “Aunque solo me relajé a partir del tercer trimestre por miedo a abortar de nuevo, ahí empecé a disfrutar del embarazo, sobre todo al ver la alegría de los padres”. Lindsay niega hacerlo por motivos religiosos. "No creo en Dios".
Lindsay disfrutó del proceso de embarazo. Igual que lo está haciendo ahora. Pero admite que es algo distinto al suyo, un sentimiento diferente. “Sentía una conexión con el bebé, pero no era igual a la de un hijo propio. Yo me moría, y me muero, de ganas por entregárselo a sus padres”. Ella guarda una buena relación con los padres franceses, asegura que siguen en contacto y que habla con frecuencia con ellos y con el niño que ahora tiene unos 3 años. Lindsay asegura que no ha recibido ningún tipo de compensación —en Canadá es técnicamente ilegal—.
"La única compensación es emocional: siento que hago sueños realidad y que soy una inspiración para mi hija”. Lindsay y su hija pasaron una semana con ellos en Francia. Ahora esperan su visita en Canadá.
Viktoria junto al bebé que entregó para una pareja española
Viktoria, 35, Ucrania
“Lo hago por problemas financieros. El momento más duro fue entregar al bebé”
Viktoria es una enfermera ucraniana de 35 años casada y con dos hijos. Hablamos con ellas a través de una intérprete de Infertility, un programa que se encarga de poner en contacto a las madres gestantes y a ‘futuros padres’. Es a través de esta intérprete la única forma que tenemos de hablar con Viktoria.
Esta es su primera vez como madre subrogada. Y lo admite sin vacilación: “Lo hice por problemas financieros”. Los embarazos en Ucrania, tal y como detalla en la propia página web, se describen como una alternativa “accesible” para parejas heterosexuales, que son las únicas que acepta el país. Desde Infertility, detallan que las madres gestantes pueden llegar a cobrar entre 8.000 y 17.000 euros (pese a que todo el proceso, mediante agencia, pueden tener un coste de hasta 40.000 euros). En la misma página web, el propio portal indica también que las madres gestantes ucranianas pueden ser de “clase media-baja”, a diferencia de las estadounidenses o canadienses (“de clase media-alta”).
Viktoria explica que se ha sentido bien durante todo el embarazo e incluso “que se ha sentido con más responsabilidad en comparación a cuando tuvo sus propios hijos. Mi marido al igual que mis hijos me están apoyando tanto moralmente como físicamente”. Viktoria mantuvo contacto con los padres, una pareja de españoles, durante el proceso a través de Skype y correo electrónico. Reconoce que “el momento más duro fue entregar al bebé”. Pese a todo, Viktoria “explica que ahora se siente bien gracias al apoyo de su familia y piensa participar otra vez en este mismo programa”. Si los padres la invitan a España a ver al bebé, dice, “estará encantada de ir con mucho gusto”.
Stéphanie durante su primer embarazo por gestación subrogada
Stéphanie, 38, Canadá
“Los hombres utilizan sus cuerpos para todo tipo de trabajos (obreros, camioneros, electricistas), no entiendo por qué las mujeres no podemos hacer lo mismo”
Stéphanie está en estos momentos esperando un bebé para una pareja de Madrid. “Mi principal preocupación ahora es entregar a un bebé sano”, explica. Stéphanie tiene un hijo de 6 años, no tiene pareja y trabaja como Coordinadora de Programas en la Universidad de Ottawa. Hace un par de años que decidió entrar en un plan internacional sobre gestación subrogada.
“Al principio estaba preocupada por cuestiones legales, por ejemplo, me preguntaba qué ocurría si me tenía que quedar en la cama y tenía que pedir la baja a causa del embarazo”. Aunque en Canadá la gestación debe ser obligatoriamente altruista, sí es posible reclamar a los ‘padres futuros’ —previo acuerdo— los gastos derivados del parto o el seguro médico; del mismo modo que es posible solicitar la baja. Stéphanie decidió tirar adelante. Al ser la primera vez, aún es demasiado pronto para sacar conclusiones. “No sé si lo repetiría. Tengo que ver cómo y dónde me encuentro a nivel profesional y si mi entorno me apoya lo suficiente”. Para ella este proceso es importante porque está comprometida con la comunidad LGBTQ y porque quiere aportar algo de esperanza en mitad de un panorama coyuntural triste. “Mira... los atentados en París, la victoria de Donald Trump, el Brexit, los atentados en Orlando, la guerra en Siria. Realmente quiero sentir que formo parte de una nueva narrativa, sentir que hago pequeños gestos en mitad de todos estos momentos horribles".
Además de eso, Stéphanie cree que lo tiene fácil por su personalidad. “Soy muy ama de casa, me gusta cocinar, irme a dormir pronto y hacer muchas cosas domésticas como coser o leer. No voy de bares toda la noche y no fumo ni bebo. Así que el embarazo no supone un cambio demasiado radical en mi vida”. La maternidad subrogada es, para ella, otra forma de entender la solidaridad o el voluntariado. “Desde que soy madre soltera no tengo tiempo de pasar 8 horas a la semana sirviendo comida a mendigos, necesito poder ayudar pero desde casa y esto funciona perfecto”. Stéphanie admite haber crecido en un entorno religioso, pero afirma que no va a misa los domingos y "que principalmente no lo hace por motivos religiosos, aunque reza por la noche para que el parto vaya bien".
Stéphanie no ha cobrado nada por su embarazo, tal y como prevé la legislación de su país, aunque cree que cuando su hijo sea adolescente podrá enviarlo a un intercambio cultural a Madrid. Para ella, esa es otra forma de hacer más rico este intercambio. Del mismo modo, defiende que bajo acuerdo y consentimiento de todas las partes esta función debería poder ser remunerada. “Los hombres utilizan sus cuerpos para todo tipo de trabajos (obreros, camioneros, electricistas). No entiendo por qué las mujeres no podemos hacer lo mismo”. Recalca, de todos modos, que la maternidad subrogada no sirve para todo el mundo: "Hay muchas mujeres que sienten un arraigo o un vínculo muy fuerte con el feto y quizás no quieren entregarlo cuando nazca. Cada una tiene que conocer sus límites. Por eso es tan importante que esta decisión sea completamente libre".
Megan junto a sus dos hijas y la pareja de Madrid
Megan, 34, Estados Unidos
“El tercer parto ha sido algo más duro de lo esperado. Por eso he decido que será mi última vez”
Megan está casada, es madre biológica de dos niñas y madre subrogada de tres. Megan entró en contacto con el mundo de los ‘vientres de alquiler’ a partir de dos momentos concretos de su vida: el primero, su cuñada no podía quedarse embarazada; el segundo, una pareja de amigos tampoco. Megan se planteó inicialmente ayudarlos, pero finalmente ni su cuñada ni sus amigos requirieron su ayuda. Sin embargo, esa situación le había dejado algunas preguntas. “¿Si ayudara a mi familia ayudaría a un amigo? ¿Y si ayudara a un amigo ayudaría a un desconocido? ¡En todos los casos la respuesta fue sí!” .
Para Megan, lo más “gratificante es ayudar a crecer a las familias”. Con la pareja de españoles mantiene una relación estrecha (“las dos niñas [eran mellizas] saben que nacieron de mi vientre”). Con las otras parejas no guarda tanta relación aunque se escriben para vacaciones o cumpleaños.
Por cada uno de esos partos ha recibido alrededor de unos 90.000 dólares. Sin embargo, el tercer y último parto fue algo más complicado a nivel médico. Tuvieron que derivarla a una especialista y le acabaron practicando cesárea. Sufrió una hemorragia de la que aún se está recuperando y que le ha dejado secuelas en su ciclo menstrual. “Por suerte el bebé está bien y la cicatriz que le quedó en la cabeza es casi imperceptible”. A raíz de estas complicaciones inesperadas, eso sí, Megan ha decidido que esta sea su última vez.
Durante todos estos procesos de maternidades diversas (tanto propias como subrogadas), Megan ha sido ama de casa. Antes de eso, era maestra de guardería. Desde hace solo algunos años, Megan es, además, coordinadora precisamente de un programa de maternidad subrogada. “Después de mi segundo embarazo, supe que quería estar más involucrada en esto”.
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