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La llegada del AVE a Murcia supondrá la construcción 'de un muro' de 5 metros de alto que separará la ciudad. Los vecinos llevan un mes de protestas reclamando solo una cosa: soterramiento para que no les aislen
10 Octubre 2017 06:00
Getty
Sobre las ocho de la tarde, una abuela despliega la silla playera que lleva bajo el brazo y la coloca en medio de los raíles de un paso a nivel. No es una suicida. Lleva haciéndolo 29 días seguidos acompañada de familias, niños que han acabado de merendar y comerciantes que han echado el cierre. En Murcia, en las vías del tren que atraviesan y dividen la ciudad en dos, una marea de gente se agolpa en el paso a nivel llamado Santiago El Mayor para evitar que a los siete barrios del sur los conviertan en un gueto. Todos se colocan encima de los raíles. Todos hacen frenar a los trenes que arriban.
Les han dicho que en la primavera 2018 llegará el AVE a la ciudad. A los 90 cercanías y ferrocarriles de mercancías diarios se sumará el de alta velocidad para conectar la localidad con Madrid y Barcelona. Les dicen que harán una vía provisional por la que circulará todo el tráfico mientras cavan para que luego vaya todo por debajo del suelo. Soterrado.
Como queda a escasos pasos de puertas de garajes y casas, también levantarán a un lado unas pantallas acústicas. A lo largo, cerrarán los pasos a nivel ahora llenos de familias. A lo alto, alcanzarán los cinco metros.
Les aseguran que el muro, palabra que no se atreven a nombrar, será temporal. Que lo derribarán cuando terminen de cavar. Pero como sobre el papel no hay nada, los vecinos no les creen.
I. "Esto será una ratonera"
Por ese lugar, el trasiego de coches y personas es incesante. Van y vienen, cruzando las vías, porque se ubican dos colegios y un instituto nada más pasar al lado que sube para el centro. También hay enfrente un centro de salud plagado de jubilados, un parque infantil y un mesón con una terraza de baldosas blancas salpicadas de azul. Su dueño, Paco, cuenta que lo abrió hace veinte años, que está acordando una expropiación porque el muro le quedará demasiado cerca. Que lo acepta, "porque qué se le va a hacer", pero que le da pena. La distancia más próxima entre la barrera gigante y una puerta se ve en la casa siguiente: el muro está a 80 centímetros.
No todos caen resignados. En los edificios de los barrios que quedarán separados, unos de los que menos ingresan y más paro tienen, cuelgan pancartas de protesta. En la casa de un primer piso, Ana, que tiene tres hijos y un trabajo de modista en las calles del interior de la urbe, cree que será un caos. Teme que los cuatro pasos elevados a unos nueve metros de altura, situados a lo largo de dos kilómetros, colapsen con colas y que los vehículos originen atascos en la circunvalación que bordea el sur. "Esto será una ratonera", opina.
En realidad el AVE no iba a entrar así, en superficie. Según el protocolo de 2006 que pactaron Gobierno central, regional y Ayuntamiento y el estudio informativo elaborado en 2009, el tren se adentraría soterrado y desaparecerían de vista las vías que llevan plantadas en la tierra 150 años. Libre el espacio de 7'8 kilómetros de vía, un bulevar traería nuevos aires a la zona.
Tras años de crisis sin ni siquiera obras, en 2012, a los políticos que gobernaban se les empieza a ocurrir que el tren de alta velocidad debía llegar sea como sea por esas vías. Los vecinos agrupados en la Plataforma Pro Soterramiento presionaron. Para calmarles, fijaron un mini soterramiento de apenas 530 metros en la estación del Carmen, a un kilómetro del ya emblemático paso Santiago El Mayor. Eso es lo único aprobado con un presupuesto de 37 millones de momento y se ocupa la empresa Aldesa, que ahora amenaza con abandonar los trabajos tras la quema de contenedores y el derribo de parte del muro el pasado martes por un grupo de 500 manifestantes. La Plataforma condenó la violencia.
A los vecinos, ADIF y las administraciones les prometen un calendario de pagos que completa el proyecto, de 560 millones, hasta que se finalice en 2023. "Sabemos que no tenemos credibilidad pero pedimos que nos dejen trabajar. Esta vez tenemos garantías, ADIF asegura el dinero y esos paneles serán provisionales como la vía tras soterrar", afirma José Ramón Díez de Revenga, Director General de Transportes, Costas y Puertos de Región de Murcia.
Pero de eso nada está todavía en el BOE y también escucharon, solo de palabra, que en 1998 habría 8.000 millones para soterrar las vías. En 2007, les dibujaron en el aire otro plan. Y en 2015 les contaron que las uvas de noche vieja los murcianos las tomarían en la Puerta del Sol porque a la comunidad vendría la velocidad. Verborrea volada que les infunde el miedo de verse para siempre con un muro y catenarias con 25.000 voltios a menos de un metro de sus casas.
II. El origen de todo, y un caso de corrupción
Murcia es como un queso gruyer. Con edificios que parecen caídos del cielo y luego agujeros vacíos. En el extremo norte de la ciudad, todo parece descomunal: cuatro centros comerciales, un estadio de fútbol, bloques de viviendas casi vacíos. Mientras, hasta llegar, el recorrido va vislumbrando el cementerio de hormigón que dejó el pelotazo urbanístico. Allí podría haberse emplazado la estación de AVE, opción rechazada por el ex alcalde Miguel Ángel Cámara, del Partido Popular, hoy imputado en el caso Umbra junto a Fernando Berberena, que después fue concejal de urbanismo. Umbra, que significa sombra.
En el BOE se publicaron el 22 de agosto de 2002 las alegaciones que presentó el Ayuntamiento de Murcia para decantarse por la alternativa Sur. Escribieron que "mientras la alternativa Sur atraviesa suelos calificados como no urbanizable común o no urbanizable agrícola", "la alternativa Norte atraviesa suelos calificados como urbanizables en los tres últimos kilómetros, en las inmediaciones de Murcia".
"¿Quién mira el BOE en agosto?", lanza Ángeles Moreno Micol, asesora en ordenación del territorio y hoy concejala por Ahora Murcia.
Ella, que entonces no residía en la ciudad, pone en duda esas razones. "En el sur había huertas, declaradas de alto valor paisajístico en el Plan General de la ciudad. En el norte no interesaba solo por los últimos tres kilómetros, justo donde se haría el estadio Nueva Condomina y toda la especulación urbanística", manifiesta a PlayGround.
Santiago El Mayor, Nonduermas, Barriomar, Pío X, El Progreso, Patiño y Ermita del Rosario: los siete barrios del sur afectados
Jesús Samper, expresidente del Real Murcia fallecido en 2015, fue imputado al conocerse que existía un 'protocolo secreto' que le permitió obtener información privilegiada para la compra de hectáreas en la zona antes de que se recalificaran los terrenos. Al calor de la fiesta urbanística, el juez investiga seis convenios más firmados en 2006 a promotoras como Lo Navarro, Visionaria SL o Profusa (conocida por la marca El Pozo, de Murcia).
Las arcas del Ayuntamiento podrían haber dejado de ingresar entre 500 y 800 millones de euros porque puso el precio a 120 euros el metro cuadrado de techo. Posibles lazos corruptos porque el mercado fijaba su precio en 600€. "El sur ahora podría estar lamentando la toma de una mala decisión política interesada", señala la concejala Micol. Aunque no solo es el sur.
Preocupa el barrio de La Paz, al este, que se deja morir. Se envuelve de miseria y focos de venta de droga. El gran proyecto para resucirtar el polígono esperó diez años y jamás se realizó. La degradación puede lograr que se devalúen núcleos. "A veces la gente no se mueve, se le hace marchar", manifiesta la misma concejala.
Mientras, en los años de bonanza, al norte se le limpiaba más, se iluminaba más, se le ajardinaba más. El tranvía que se puso en Murcia se queda casi totalmente en ese área. Para en el estadio y en la Universidad Católica, donde muchos de sus estudiantes son los que se desplazan en coche. No hay una línea que descienda hasta abajo. A veces la gente se le intenta hacer aterrizar en un lugar.
III. "Soterrar, y después el AVE"
El 12 de septiembre, el aumento de las movilizaciones coincidió con la romería. Esa noche miles de vecinos de otros barrios, que normalmente no atraviesan el paso a Santiago El Mayor, acudieron a las protestas. A las ocho, como vienen siendo desde hace días.
Los siete barrios están de acuerdo en que el conflicto es un problema de confianza. De ahí que las congregaciones pidan cavar primero y luego, solo después, que circule el AVE. La única calma para los que han agotado la fe en discursos bienintencionados. Como Loli. Lleva acudiendo a las vías desde hace 30 años cuando eran pocos, no se hablaba de AVE y solo luchaban para que las enterraran. "Son peligrosas", dice. Cuenta casos como el de una mujer a la que se le enganchó el tacón y le atropellaron los vagones. El de un ciclista que se asomó y la fuerza del tren le absorbió. En las noches de insomio, escribe versos como
"La virgen de la Fuensanta
cuando va de romería
y por la vía va a pasar
se le pone cara de pena
y dice: aquí hay que soterrar".
El 30-S se sumaron 50.000 personas. Una movilización pocas veces vista en la historia de la ciudad. Y así cada día. Los manifestantes gritan, silban a ADIF, al presidente, al alcalde, al tren que vuela. Y de sus labios solo sale una petición: "El tren por abajo, yo por arriba".
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