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Una ballena blanca aprende a 'hablar delfín' tras dos meses viviendo en un delfinario

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Solo está tratando de encajar

L.M.R.

03 Noviembre 2017 19:47

Vete a vivir a un país distinto al tuyo y en cuestión de pocas semanas te verás observando, y luego adoptando, conductas, hábitos y expresiones que nunca habías considerado como propias. Y si en ese lugar hablan una lengua distinta a la tuya, prepárate para lo inevitable: tarde o temprano tendrás que aprender la lengua si quieres sentirte mínimamente integrado. Adaptarse o morir, que dice el refrán. Cada día es un poco eso en el exilio, solo que sin el drama de guiñarla.

Bueno, pues eso es exactamente lo que acaba de hacer la beluga protagonista de esta historia: aprender una lengua nueva para encajar en su nuevo entorno.

La beluga es una especie de cetáceo odontoceto que se caracteriza por su color totalmente blanco —en el caso de los adultos— y por la carencia de una aleta dorsal. A veces se les llama ballenas blancas aunque en sentido estricto no lo sean. Normalmente habitan en la región ártica y subártica y son animales gregarios. Ahora, ¿qué pasa cuando sacas al animal de su entorno natural y lo colocas a vivir en compañía de extraños?

Más concretamente: ¿Qué ocurre cuando pones a una beluga a vivir en cautividad rodeada no de otras belugas, sino de delfines?

La respuesta nos llega desde el Delfinario Koktebel en Crimea. La beluga de esa historia, a la que llamaremos Blabla, llegó allí en 2013. Tenía 4 años y hasta entonces había vivido siempre en compañía de otras belugas. Pero en Koktebel se vio rodeada solo de tursiops, popularmente conocidos como 'delfines nariz de botella'.

Los comienzos de Blabla en esa nueva comunidad no fueron fáciles. “La primera aparición de la beluga en el delfinario causó miedo entre los desfines”, explican los investigadores Elena Panova y Alexandr Agafonov, de la Academia de Ciencias en Moscú. Los tursiops rehuían al recién llegado, se sentían intimidados. A los pocos días, sin embargo, la convivencia se empezó a normalizar. A la vez, los cuidadores empezaron a notar algo del todo inusual: los sonidos que hacía la beluga al “hablar” estaban cambiando.

A los squeaks, squawks, cackles y clicks típicos de su especie se empezaron a sumar otros sonidos. Los investigadores empezaron a grabar y a estudiar aquellos balbuceos. Pronto llegaron a una conclusión: Blabla estaba tratando de copiar los chasquidos y silbidos firma de los delfines.

A los 'squeaks', 'squawks' y 'clicks' típicos de su especie se empezaron a sumar otros sonidos. La beluga estaba tratando de copiar los chasquidos y silbidos firma de los delfines

La sorpresa de los especialistas fue aún mayor cuando comprobaron que, al cabo de un par de meses, la beluga estaba “hablando delfín”, por así decirlo, de un modo habitual y casi exclusivo. Dejó de usar progresivamente los sonidos propios de su especie para centrarse en el lenguaje de aquellos animales con los que se veía obligado a socializar a diario.

Para los investigadores no hay lugar a la duda: la beluga había creado un pidgin, un código simplificado para lograr una comunicación lingüística escueta con sus amigos delfines. Y ese proceso no fue bidireccional.

“La inspección de las grabaciones de audio hechas antes y después de la llegada de la beluga muestran que la imitación entre especies no fue recíproca”, explican los investigadores. “Mientras que las imitaciones de los silbidos de los delfines fueron detectadas de forma regular entre las vocalizaciones de la beluga, solo encontramos un caso en el que los delfines pronunciaron llamadas cortas que se parecían (pero no eran idénticas en sus parámetros físicos) a las de la beluga”.

La beluga tuvo que hacer todo el esfuerzo, por ser ella la que estaba en minoría. Era ella la que tenía la necesidad de encajar, y no al revés. Por eso Blabla aprendió la manera de hablar de sus nuevos amigos. Al menos en la superficie, porque no está claro si en ese proceso acabó entendiendo la lengua de los delfines o simplemente está imitando sus sonidos.

Serán necesarios estudios adicionales para determinar hasta que punto existe comprensión. Pero incluso en el caso de que Blabla no entendiera nada de lo que significan esos ruidos, los investigadores señalan que existe un claro beneficio en esa imitación.

“Se cree que la llamada 'convergencia en llamadas', un fenómeno que puede ser observado en varias especies vocales, desde pájaros a humanos, proporciona el reconocimiento de un grupo y fortalece los vínculos sociales entre sus miembros”.

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