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2017 está acabando con noticias pésimas para el mundo del periodismo
01 Diciembre 2017 07:07
Meredith Corporation es una empresa propietaria de revistas del hogar, jardines y consejos para padres. Su nombre hubiese quedado en el absoluto desconocimiento si no fuera porque el pasado lunes compró Time Inc., que edita cabeceras tan conocidas como Time, Fortune, People y Sports Illustrated. Y hubiese quedado en el absoluto desconocimiento si no fuera también porque, de los 2.800 millones de dólares que costó la operación, 650 eran una inversión directa de Koch Equity Developments, integrada en Koch Industries. Este es el segundo conglomerado privado de Estados Unidos, con un valor de 115.000 millones de dólares, dedicado a la energía —petróleo y gas, sobre todo— y a la industria pesada. La empresa es propiedad de los hermanos Charles y David Koch, aliados e importantes donantes de Donald Trump, además de la alargada sombra detrás del negacionismo del cambio climático.
En resumen: exempleados de las marcas de Time Inc. y del sector mediático temen que los cruzados de la contaminación (y de su defensa) se hayan hecho con una participación en uno de los grupos de comunicación más relevantes del mundo. Y no precisamente para asegurarse un puesto en la lista de millonarios Fortune 500, en la que ya estaban, sino para influir en la línea editorial de una publicación de prestigio —Time— que en los últimos años, y antes de Trump, ha dado buenas piezas de reporterismo sobre el cambio climático y sus responsables.
Aunque los Koch niegan que vayan a tener influencia editorial sobre las publicaciones de Meredith, sus antecedentes ponen en duda sus supuestas intenciones. La periodista Jane Mayer ha destripado en los últimos años para el New Yorker las operaciones encubiertas de los Koch para crear un manto de desinformación con el objetivo de que el público y los políticos no perciban el cambio climático como un problema real. Además, según las investigaciones de Mayer, su dinero ha financiado campañas contra los derechos de los trabajadores y a favor de otras causas de agenda neoliberal.
En contra de las supuestas intenciones de los Koch está la posición que esta misma semana, coincidentemente, ha adoptado Vanguard, la mayor gestora de fondos del mundo, cuyo capital está detrás de empresas como Apple, la petrolera Exxon Mobile y, por supuesto, Meredith. Rob Main, de Vanguard, declaró al observatorio de la Universidad de Yale para el cambio climático que la gestora está presionando a sus compañías para que divulguen cómo el clima podría dañar sus negocios. Si todo es un golpe de contrainfluencia de los Koch contra las compañías mediáticas participadas por Vanguard, o un movimiento técnico de esta para proteger sus inversiones sin importar el discurso de los medios que poseen, queda aún en el terreno especulativo.
Lo que parece más claro es un problema que subyace a la operación de Meredith patrocinada por los Koch: que la viabilidad de los medios de comunicación —viejos y nuevos— está cayendo en barrena sin aparente salida y, en su mendicidad, tienen que venderse al mejor postor.
En el mismo sector que el de los Koch, por ejemplo, la holandesa Shell es uno de los principales sponsors de la versión europea de Politico. A través de series como Energy Visions, la petrolera paga contenido que habla del rol de las empresas de hidrocarburos en la transición a la energía limpia.
En otros sectores, el panorama no es diferente: la teleoperadora Verizon cerró este año la adquisición total de Yahoo, después de hacerse con AOL y HuffPost. Esto también debería ser casi irrelevante si no fuera porque Comisión Federal de Telecomunicaciones de EEUU (FCC por sus siglas en inglés) tiene previsto terminar con el principio de neutralidad en la red, que hasta ahora limitaba, entre otras cosas, que los proveedores de internet pudiesen controlar el acceso a la red, la distribución de contenidos y, por ende, privilegiar agendas políticas en sus plataformas. Un dato curioso es que el máximo responsable de la FCC es Ajit Pai, exdirectivo de Verizon.
Al mismo tiempo, esta semana se ha bloqueado en EEUU la absorción de Time Warner (de la que formaba parte Time Inc. hasta 2014) por parte de otro gigante de las telecomunicaciones, AT&T, principal competidor de Verizon. La administración Trump, si bien apoya la ruptura de la neutralidad de la red por múltiples beneficios de negocio e influencia indirecta, se ha metido de lleno a frenar esta fusión. El Departamento de Justicia parece que quiere evitar a toda costa un monopolio mediático-tecnológico contrario a los intereses políticos republicanos. La preocupación no es menor: Time Warner controla Warner Bros, HBO y la enemiga pública número uno de la Casa Blanca, la CNN.
Esta noticia, más que indicar lo contrario, podría confirmar que la neutralidad de la red solo se romperá para quienes interese. Porque parte del plan de la FCC es, en definitiva, que quienes hasta ahora solo ponían la bandeja para servir la comida, puedan decidir también el plato que llevan.
Los medios digitales que se autoproclamaban “viables” contra los modelos de siempre han caído en el enorme agujero de las expectativas truncadas que proyectaban el vídeo y la publicidad, como recientemente explicaba Digiday. Los vídeos no dan aún el dinero que se preveía y la publicidad tampoco.
Estos son algunos datos demoledores que menciona The Atlantic: en Vanity Fair, el presupuesto editorial se ha recortado un 30%, los ingresos publicitarios del New York Times han caído 20 millones de dólares en 9 meses y Oath (Yahoo y AOL) se deshará de 500 puestos de trabajo.
Las causas son sencillas de detectar: hay demasiados medios y poco dinero que repartir. A esto se suma que los unicornios digitales se aventuraron con inversiones de capital riesgo que catapultaron su crecimiento para luego caer estrepitosamente, como sucede con la mayoría de inversiones de este tipo. Además, la obsesión por justificar las inversiones ha llevado a que el contenido sea muy dependiente de las métricas y, por tanto, que no sea diferenciable.
Entre las nuevas fórmulas de supervivencia que están adoptando cabeceras como BuzzFeed está la de un viraje radical hacia el e-commerce, división en la que el medio estadounidense ya cuenta con un equipo de 19 personas. Y luego, está el discutido Paywall en el que nadie se atreve a entrar.
La no-salida a este problema es una disyuntiva en la que los medios tienen que elegir entre convertirse en plataformas de venta online, ser voceros de grandes conglomerados empresariales con agendas políticas, o caer en la dependencia de una distribución controlada por las grandes teleoperadoras.
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