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Las autoridades creen que así se enseña a los ciudadanos lo que no hay que hacer
18 Diciembre 2017 13:54
Como si se tratara de un concierto, solo que aquí no hay intérpretes. Hay diez personas juzgadas a muerte por el Gobierno chino. Estas diez personas se despedirán de la vida con un puñado de rostros desconocidos, caras extrañas, ojos inciertos, esperando impacientes el momento de su ejecución. Quizás entre toda esa marea de gente, hay algún familiar, alguien a quien alguna vez conocieron.
En Cantón, una provincia sureña de China, mandaron a ejecutar el sábado a diez personas frente a un estadio abarrotado de gente. La multitud se contaba por miles. Según el diario oficial Global Times, un total de doce acusados por narcotráfico, asesinato y robo se sometieron a esta forma brutal de escarnio en el estadio Donghai, en la ciudad de Lufeng.
El público tenía la última palabra y decidió que diez de los doce procesados tenían que ser sentenciados a muerte ese mismo día, justo después de su sentencia. Se ahorraron el momento de la ejecución, que sí se hizo a puerta cerrada según apuntan los medios locales. En la década de los 90 era habitual que ni siquiera esa parte se escondiera: la muerte se retransmitía en vivo.
Estos juicios público nos generan infinita repulsa porque se ven como un anacronismo. Incluso en China habían caído en desuso, pero ahora han vivido un repunte. El Gobierno utiliza estos juicios públicos como una forma de demostrar a la ciudadanía que están aplicando “mano dura” en la lucha contra el narcotráfico y en su campaña antidrogas.
Hace solo seis meses, otras ocho personas fueron sentenciadas a muerte en directo, y en el 2015 otras trece personas fueron juzgadas públicamente y posteriormente ejecutadas en Lufeng.
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