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29 de enero de 2017 fue la fecha en que Trump decidió que seguiría la estela de Obama en política exterior. Nadie habló de ello. Esta es la historia de un ataque desconocido, y sus implicaciones
20 Abril 2017 12:16
Atención a estas imágenes:
La explosión anterior, captada desde diferentes ángulos, no es de la MOAB, ni sucedió en Afganistán, ni tampoco en Siria. Ni siquiera en Irak. Pasó en Yemen, en el año 2015.
Un bombardeo aéreo de Arabia Saudí fue a destruir un arsenal de misiles Scud en posesión de los rebeldes hutíes. El estallido fue muy superior al que provocaron las 11 toneladas de explosivos de “la madre de todas las bombas” en una región aislada de Afganistán, y con la que los medios han llenado las pantallas de medio mundo en los últimos días.
Del ataque saudí apenas nadie dijo nada, a pesar de que se produjo en un área —como muestran las imágenes— poblada de civiles. Tampoco nos suena demasiado que ahí, en Yemen, hayan muerto hasta el momento 10.000 personas, que 3 millones estén desplazadas y que aun más millones estén en riesgo de hambruna, según Naciones Unidas.
Mucho antes de que hablásemos de que Estados Unidos está usando su arsenal más letal, antes de que dijésemos que Donald Trump daba un "giro" en su política exterior bombardeando una base aérea de Bachar al-Assad en Siria, incluso antes de que se alertara por una escalada bélica por la tensión con Corea del Norte, en Yemen, la administración Trump ya provocaba daños mayores que su armamento más pesado, ya apoyaba los intereses de Arabia Saudí en contra de Irán y ya había desatado su fiebre bélica.
Y todo ello, bajo un sorprendente silencio mediático.
Qué pasa exactamente en Yemen
Casi al mismo tiempo que se inició la coalición internacional contra el Estado Islámico en Irak, en 2015, Arabia Saudí arrancaba la guerra de Yemen. Analistas como Robert Fisk descifraron este movimiento así: la monarquía árabe, salpicada por las sospechas de financiar al ISIS, necesitaba una excusa para evitar el choque contra su elemento desestabilizador en Siria, que luchaba por derrocar el régimen de al-Assad, a su vez, aliado de Irán.
Por ello, no había nada mejor que centrarse en otra guerra indirecta contra Irán. Y nada mejor que hacerlo en la puerta trasera de Arabia Saudí: Yemen. Ahí, los rebeldes hutíes apoyados por Irán amenazaban con alcanzar el poder y poner en riesgo el dominio saudí en la península arábiga.
Irán es, después de Arabia, la gran potencia regional. Ambos países son enemigos acérrimos enfrentados por raíces religiosas, y se disputan la influencia en la zona.
La postura histórica de EEUU en todo esto siempre ha sido la misma: apoyar a Arabia Saudí y a sus aliados suníes del Golfo, como Catar, con el objetivo de arrinconar a Irán. Arabia es la potencia que es dócil a Washington y la que le vende el petróleo, mientras que Irán sigue siendo el enemigo al que no se puede controlar y que, a su vez, es aliado de Rusia.
Así, Arabia comenzó una campaña de bombardeos indiscriminados contra los hutíes con armas y asesoramiento estadounidense. Muchos de estos ataques se han llevado por delante hospitales y escuelas, provocando miles de víctimas civiles, entre ellas, miles de niños. Varias ONG, como es el caso de Human Rights Watch, señalan a la monarquía árabe por crímenes de guerra.
A esto se añade un nuevo elemento que enmaraña más el conflicto: en Yemen también participa en la guerra una facción de Al Qaeda que combate a los hutíes, y a la que EEUU también ha atacado.
Por qué la política exterior de Trump siempre ha sido la misma
A lo largo de la campaña electoral, Trump se mostró cercano a Rusia, enemigo del ISIS y contrario a una política bélica expansionista como la que se había llevado a cabo hasta el último mandato de Obama y que defendía Hillary Clinton. Incluso se especuló con una estrategia para aislar a Arabia Saudí, ahogándola con una guerra petrolera.
Pero apenas 9 días después de su investidura, Trump ya demostró que seguiría la línea de siempre —al lado de Arabia y contra Irán— y que incluso la aumentaría. Y eso pasó en Yemen.
El 29 de enero, un ataque de las fuerzas especiales de EEUU en ese país se saldó con la muerte de 30 civiles. En la acción murió también un Navy Seal: William Ryan Owens. Sabemos de todo esto porque un soldado estadounidense murió, y porque su padre se negó a ser recibido por Trump.
Con ese ataque, Trump ya estaba diciendo que no iba a cambiar el rumbo bélico iniciado por Obama. También estaba adelantando que, en materia de política exterior, él no iba a diferenciarse en nada con lo que hubiese hecho su principal rival, Clinton, a excepción de las formas.
En lo que ellos no estaban de acuerdo era en cómo se tomarían esas decisiones. Clinton invocó el criterio tradicional del establishment, el de decir que sí, que puedes bombardear pero solo puedes cargarte a 25 civiles por ataque. Trump invocó un criterio diferente, diciendo que atacaría cada vez que lo sintiese así. Pero ambos estaban de acuerdo en matar civiles
En una entrevista reciente con Amy Goodman, el periodista de investigación Allan Nairn dijo: “En lo que ellos no estaban de acuerdo era en cómo se tomarían esas decisiones. Clinton invocó el criterio tradicional del establishment, el de decir que sí, que puedes bombardear pero solo puedes cargarte a 25 civiles por ataque. Trump invocó un criterio diferente, diciendo que atacaría cada vez que lo sintiese así. Pero ambos estaban de acuerdo en matar civiles.”
El matiz aun le añade más gravedad a lo que sucede en Yemen. En medio de la escalada bélica del último mes, Trump ha intensificado las operaciones de su ejército en el país, con asesoramiento de inteligencia, entrenamiento militar y la participación en acciones directas, a través de operaciones de fuerzas especiales como la del 29 de enero o de bombardeos de drones.
Por su parte, el Secretario de Defensa, James Mattis, pidió recientemente levantar las restricciones de venta de armamento a Arabia Saudí que impuso Obama como medida de presión ante las violaciones de los derechos humanos.
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