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Un nuevo episodio del culebrón protagonizado por el hombre más detestado de la industria farmacéutica
26 Octubre 2015 13:21
Martin Shkreli es uno de los hombres más odiados de Estados Unidos. El CEO de Turing Pharmaceuticals subió el precio de las pastillas Daraprim (el medicamento que toman portadores del VIH, enfermos de sida, personas con cáncer y afectados por la malaria) de 13,5 a 750 dólares. Al multiplicar un 5.000% el precio de las pastillas, dejó a miles de personas indefensas ante un precio prácticamente imposible de pagar.
Sin embargo, la empresa Imprimis Pharmaceuticals ha salido en la defensa de los afectados y ha creado una alternativa a este fármaco por el módico precio de 1 dólar.
El nuevo producto ofrece lo mismo que el Daraprim por 749 dólares menos.
Ante la polémica decisión de Shkrell, Mark L. Baum, director general de Imprimis, no tardó en reaccionar. "Si bien respetamos el derecho de Turing a cobrar a los pacientes y compañías de seguros médicos lo que cree conveniente, creemos que deben haber más opciones rentables para medicamentos como Daraprim". Y aunque no se trate exactamente del mismo compuesto, el elemento principal que lo compone es el mismo: la pirimetamina.
Además, el producto de Imprimis añade leucovorina, que ayuda a revertir los efectos secundarios de la quimioterapia. Es decir, se trata de un mejor medicamento cuyos resultados podrían ser mejores y que vale 749 veces menos.
Aunque los enfermos que necesitan este fármaco ya tienen una opción para curarse sin arruinarse (y, de paso, acabar con el emporio de Daraprim), durante los últimos años el mercado estuvo regido por Shkreli. "No me escondo, soy un capitalista. Intento crear una gran compañía farmacéutica, y con lo que cobrábamos anteriormente era imposible", se justificaba el joven empresario en una entrevista realizada por la CBS.
Desde sus inicios en la profesión, Shkreli se ha presentado como un hombre polémico. En el año 2000, cuando tan solo tenía 19 años, recibió la visita de la Securities and Exchange Commission (SEC), la misma agencia que se encargó del caso de Jordan Belfort, el protagonista de El lobo de Wall Street. Pese a que no encontraron nada irregular en sus cuentas, entonces ya era evidente que se trataba de un especulador del sector farmacéutico (que, además, tenía un conocimiento nulo del sector).
En concreto, la manipulación que llevaba a cabo era la llamada "short seller", un mecanismo especulativo. Entre 2000 y 2012, Shkreli se dedicó a hacer esto, una vez tras otra, en la industria farmacéutica. Además, montó su propio fondo de inversiones para comprar acciones de empresas y evitar fusiones entre estas (llevándolas a la ruina por el camino). También entró en varios consejos de administración para entorpecer a las compañías desde dentro e incluso instó a las autoridades sanitarias a no aceptar nuevos productos que no le interesaban que estuvieran en el mercado.
Una vez dominó el mercado a su merced, Martin Shkreli formó su propia empresa: Retrophin. Sin embargo, esta no resultó ser más que una excusa para desviar dinero a su fondo de inversiones, según le acusan las denuncias que hoy día siguen en pie. Y acabó dejándola para fundar Turing Pharmaceuticals.
Con el Daraprim como máximo exponente, Shkreli continuó con sus especulaciones pese a controlarse cada vez más al tener múltiples demandas en proceso. Pero no es de extrañar que, cuando reveló el anuncio del aumento de precio, los implicados en el sector ya no se sorprendieran. Era un hombre que solo velaba por su propio interés, y demasiado había tardado en hacerlo con el Daraprim.
Pero la entrada del medicamento potenciado por Imprimis acaba con el monopolio montado por Shkreli con su empresa. ¿O tal vez no?
La sospecha de que no es más que una estrategia llevada a cabo por el propio CEO de Turing también ha sonado con fuerza. La pregunta es: ¿habrá sido capaz de especular con la propia empresa que dirige para invertir en la competidora —una auténtica desconocida hasta el momento—?
Las apuestas están abiertas. Mientras tanto, parece que nadie se preocupa por los afectados reales de este negocio: los enfermos. Padezcan de malaria, sida o cáncer, están en una situación tan inestable como el mercado que rige sus recuperaciones.
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