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Artículo Abusos sexuales, denuncias y literatura: el episodio más vergonzoso de la Alt Lit Now

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Abusos sexuales, denuncias y literatura: el episodio más vergonzoso de la Alt Lit

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Porque la literatura sirve para luchar por la libertad, y no para destruirla

Luna Miguel

01 Octubre 2014 15:20

—¿Tu amigo se llama Stephen Tully Dierks, verdad?

—Sí, ¿por?

—Porque en la revista Gawker lo han acusado de violar a una escritora joven.

Esta mañana mi novio me ha despertado con una noticia que, de confirmarse, resulta terrible para la cultura, para la sociedad y para nuestra generación. Una noticia que ha hecho que el corazón me latiera demasiado fuerte, primero por incomprensión, después por vergüenza y más tarde por tristeza.

Resulta que ayer la joven poeta canadiense Sophia Katz publicó un artículo en Medium, en donde explica de una manera calmada, brillante y honesta su desagradable encuentro sexual con el también escritor y editor estadounidense Stephen Tully Dierks. El artículo no tardó en hacer estallar las redes sociales, y desde foros de discusión semiprivados como Alt Lit Gossip hasta ciertos hilos de Twitter empezaron a chorrear comentarios llenos de rabia.

En su texto Sophia Katz no asegura que STD la hubiera violado, sino que reconoce públicamente una situación que por desgracia es muy común en nuestra sociedad, pero que pocas veces nos atrevemos a denunciar con tanta fortaleza. En "We Don’t Have to do Anything" Katz se limita a contar cómo sucedieron los días en los que estuvo de visita en Nueva York, hace unos meses, y en los que desde la primera noche se sintió forzada a tener sexo con el escritor. La narración de los hechos es precisa y detallada: primero fue el rechazo, después el forcejeo intelectual, la presión y más tarde la resignación.

Katz había ido a “la capital de la Alt Lit” con la esperanza de conocer a aquellos escritores que admiraba, y encontrarse con ellos para charlar de libros, para hacer amigos, y para sentirse parte de uno de los movimientos literarios más esperanzadores del momento. Quizá la decisión de ir a dormir al piso compartido de STD no fuera la mejor de todas, pero de eso sólo se dio cuenta más tarde: una vez allí instalada empezó a sentir que las intenciones de él no eran tan inocentes como parecía, iban más allá de dejarle un sitio en el que refugiarse. 

'No' siempre quiere decir 'no'

Hasta aquí todo podría haber sido más o menos “normal”. Y cuando digo más o menos me refiero a que no es raro que a lo largo de nuestra vida haya momentos complicados, o gestos propensos a malinterpretarse en los que tensión sexual está muy presente. El problema del relato de Katz es que aquí STD no era un simple chico excitado por “la presencia de una joven” en su habitación, sino que durante todos los días de su estancia, la presión que él ejerció sobre ella fue brutal, hasta que en un momento dado, la poeta acabó cediendo

Katz siente vergüenza por haber dicho que sí, y es precisamente esa vergüenza la que le ha llevado a escribir este artículo varios meses después del suceso. Lejos de insultar o de difamar, lo que la joven escritora canadiense desea es que nadie más tenga que soportar los abusos de cualquier hombre que quiera aprovechar su situación de poder para convencer a una chica joven de algo que no quiere hacer.

La honestidad de Katz ha llevado a que varias escritoras y blogueras relacionadas con STD declaren y expongan sus extraños encuentros con él, sus comentarios machistas y su manera sexista y posesiva de tratar a las mujeres. Sin ir más lejos, en el grupo de Facebook de Alt Lit Gossip, la que hasta ayer era su novia pidió públicamente perdón a las chicas afectadas y aseguró que ella era consciente del difícil e incorregible temperamento de su pareja, pero que nunca imaginó que pudiera haber llegado a tales extremos.

El episodio más vergonzoso de la Alt Lit

De verdad que no me puedo creer lo que estoy leyendo, le digo a mi novio. Conocí a Stephen Tully Dierks en 2010 cuando comencé a leer a fondo a autores que él promocionaba en su fantástico Tumblr Pop Serial. Cuando empecé a publicar mis poemas en inglés, él siempre estuvo ahí para ayudarme, y fue uno de los críticos que más recomendó mi primer libro publicado en los Estados Unidos. En febrero de este año caminé con él por las calle nevadísimas de Manhattan mientras reíamos y bromeábamos, e incluso estuve en una fiesta en su casa, en la que terminamos bailando Lorde con un montón de gente ebria.

Durante este verano le invité a participar en Ficción Rara, aquí mismo, en PlayGround, y además teníamos entre manos varios proyectos relacionados con literatura joven, antologías, y mil cosas más. No puedo decir que me arrepienta de todo esto porque siempre he tenido la impresión de que es un buen autor, y de que su manera de promocionar a los nuevos escritores ha sido crucial en los últimos cuatro años. Sin embargo sí me entristece, me da rabia y me hace llorar tener que enfrentarme a algunas de las cosas que Sophia Katz señala en su artículo. El hecho de que pueda existir la sensación de muchas escritoras deberíamos estar en deuda con su apoyo, por ejemplo. O actitudes como no saber mantener ni las manos quietas ni la bragueta cerrada, aunque vaya precedido por un rotundo e inequívoco 'no'.

Las escritoras jóvenes llevan toda la vida enfrentándose a acusaciones y a comentarios de penoso gusto: ¿con quién se habrá acostado para terminar aquí? ¿A quién le habrá comido la polla para haber publicado su primer libro, ganado su primer premio o conseguido una buena reseña? Resulta terrible que más allá de estos machismos, la culpa siempre sea de las mujeres y no de los hombres que alguna vez han utilizado su fama o su posición privilegiada para llevarse una placentera corrida como trofeo.

De todas estas cosas, lo que más me molesta no es sólo perder la confianza en un amigo, sino darme cuenta de que tras el estandarte de la Alt Lit,  —donde se engloban proyectos brillantísimos como las editoriales Boost House o Civil Coping Mechanisms, o como las obras feministas y cañeras de Gabby Bess o Bunny Rogers, o como los reclamos de género de Joshua Jennifer Espinoza, o también como las novelas políticas de Noah Cicero o Juliet Escoria—, todavía quedan altos muros sexistas y clasistas por derribar.

La Alt Lit es sinónimo de juventud, de respeto y de sueños, y no deberíamos aceptar que estos se contradijeran. La acogida de ciertos autores a la iniciativa de Katz ha sido buena, y ha puesto sobre la mesa un interesante debate sobre género, poder y creatividad. El paso que la poeta canadiense ha dado es importante para todos, y estoy segura de que nos ayudará a sacar muchas conclusiones sobre hacia dónde queremos que vaya todo esto, o para no repetir ciertas dinámicas. Porque la literatura sirve para luchar por la libertad, y nunca para destruirla.

Escribo estas líneas, y secretamente me susurro a mí misma que ojalá todo sea mentira. Que ojalá dentro de unos días Katz y Dierks anuncien al mundo que se trata de un engaño pactado, de un cuento, de la mayor estrategia ficcional y metaliteraria a la que va a asistir nuestra generación a través de las pantallas de nuestros ordenadores… yo qué se. No termino de creerlo. Y además duele.

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