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Reportaje Bienvenidos a la Zona A Defender Now

Reportaje

Bienvenidos a la Zona A Defender

29 Abril 2018 17:53

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ZAD
 

Lograron la paralización de un gran aeropuerto, pero el objetivo de este territorio autoorganizado y ecologista no se acaba aquí

Hay cabañas de madera, neumáticos apilados y tractores. Carteles con mensajes claros: Zone À Défendre (Zona A Defender). En Notre-Dame-des-Landes, unas tierras rurales al oeste de Francia, una comunidad autoorganizada y ecologista le está echando un pulso al Gobierno de Emmanuel Macron. Ese enclave se ha convertido en un asunto de Estado.

“Resistimos para que no destruyan esto”, manifiesta una habitante en una conversación telefónica.

Esto es una comuna en la que conviven campesinos locales y ecologistas. Una pequeña sociedad que escapa a las reglas del capitalismo. Viven congregados desde 2009. En ese año, varios centenares activistas ocuparon el territorio para frenar la construcción de un nuevo aeropuerto que iba a abarcar 1.600 hectáreas de bosque, campos y granjas. Hoy se alojan unos 300 zadistas, como se les conoce popularmente.

Tras años de lucha y debido a que el proyecto carecía de apoyo firme, el primer ministro Édouard Philippe anunció en enero la renuncia al que habría sido el tercer aeropuerto más grande de Francia. Sin embargo, aseguró que no permitiría que los zadistas se quedaran en el terreno. El pasado 9 de abril fue una jornada de violentos intentos de expulsión.

Cerca de 2.500 gendarmes desplazados entraron a las 3.00 de la madrugada. Los residentes no los esperaban a esa hora. La policía lanzó miles de botes de gas lacrimógeno y destruyó unas 26 casas de las casi 80. Hubo 272 heridos y varios detenidos. Luego los zadistas les llevaron los botes vacíos que les lanzaron a la prefectura de Nantes.

Si no los lograron desalojar -y lo intentaron hasta las once de la noche- fue porque el movimiento ha arrastrado a ciudadanos venidos de diferentes partes de Francia que les apoyan. Para algunos, el movimiento va más allá de oponerse al aeropuerto fracasado. Notre-Dame-des-Landes representa “el choque de dos culturas”, como dijo el periodista Hervé Kempf, con un libro sobre la temática. De un lado, el modelo de crecimiento frenético, contaminante, capitalista y de infraestructuras desproporcionadas. En contra, “los que dicen basta”.

Okupas contra proyectos destructores

Alice llegó en 2011. No dice su verdadero nombre porque prefiere el anonimato. Natural de Gran Bretaña y después de haber trabajado como profesora en España, se asentó en la ZAD para defender la ocupación de la tierra en contra de megaproyectos que colapsan el medio ambiente.

La idea de construir ese aeropuerto se diseñó ya en 1965. Entonces fue un cóctel molotov en las calles y dentro de la política. El plan era sustituir el que existe cerca de la ciudad de Nantes -porque solo dispone de un pista y el ruido molesta a algunos vecinos- para trasladarlo a esos campos más alejados. La nueva infraestructura conectaría el oeste de Francia con muchas más zonas del mundo. Para asegurar la construcción, el Gobierno declaró en 1974 esas tierras como zona de planificación prioritaria (ZAD, por sus siglas en francés).

En ese momento, el proyecto lo combatieron los agricultores locales a los que se les estaba expropiando. Hubo debates, tampoco calaba en todos los residentes de la ciudad. La alternativa encima de la mesa era una ampliación del existente en Nantes y más trenes que conectarán con los aeropuertos de París, la opción que finalmente ha ganado. Pero en los 2000 la amenaza de las nuevas obras eran latentes y, a las manifestaciones en contra, se sumó la acción de ocupar los terrenos. Los zadistas dieron otro significado a las siglas: Zona A Defender.

Con Sarkozy gobernando, hubo un gran intento de desalojo en 2012. Durante cinco semanas -recuerda Alice-, los gendarmes les intentaron echarles por la fuerza. Cuando llegó François Hollande, una alianza entre el Partido Socialista y los Verdes, la tensión se avivó pero en los pasillos de las instituciones. Mientras que unos defendían que supondría desarrollo económico, los Verdes se oponían porque un nuevo gran aeropuerto chocaba con los compromisos de reducir las emisiones contaminantes, más en una era de cambio climático. Su apuesta, remarcaban, no era que las personas dejaran de coger el avión, sino mejorar y valerse de lo que ya existía.

Macron lo ha dejado caer definitivamente. Pero el triunfo de parte de la ciudadanía y de los zadistas no quiere que se interprete como un signo de flaqueza. Como recoge Enric Bonet, periodista de El Salto que ha estado en la zona, “para el Gobierno, haber renunciado a la construcción del aeropuerto es un síntoma de debilidad. Ahora quiere reconstruir su relato mediático llevando a cabo algunas expulsiones y transmitiendo así la imagen del restablecimiento del orden”, dijo un residente.

Gendarmes durante el intento de desalojo el pasado 9 de abril

Dentro de Francia, existe una gran oposición a otros proyectos y la victoria zadista podría servir dar fuerza a más movilizaciones. En la localidad de Bure, al noreste del país, luchan para que no se ubique un enorme cementerio de residuos nucleares. En pie de guerra también están en otros lugares de Europa. En Alemania, activistas llevan resistiendo seis años la tala del ya moribundo bosque de Hambach a manos compañía energética RWE, responsable de la mina a cielo abierto más profunda de Europa.

El desencanto

Desalojar Notre-Dame-des-Landes también es aplastar un modelo de sociedad. Alice decidió quedarse, después de tanto tiempo, por la forma de vida colectiva. Tiene su cabaña y trabaja en los huertos.

“A mí me gustaba la escuela, pero hemos olvidado cómo nos relacionamos. No voy a decir que aquí la vida es idílica porque somos muchas personas, muy diferentes, y organizarnos no siempre es fácil. Pero estamos construyendo algo distinto”, expresa.

A los bordes de la D-281, en la llamada carretera de los chicanes donde comenzaron a asentarse, el dinero ha perdido su sentido. Unos se encargan de los cultivos, otros de la ganadería y luego comparten. Hay gente que conserva las monedas -sobre todo por si necesitan cosas de fuera- y hay gente que prescinde de ellas. La comida es colectiva, los tractores también. Las decisiones se toman en asamblea. Es una comunidad autoorganizada con una agricultura comunista.

De nuevo, el choque de dos culturas, de dos modelos. El Gobierno local y estatal ha avisado que actuarán para volver a controlar el territorio. Las autoridades han exigido un proyecto “serio” en la zona en el que podría no encajar lo que los zadistas llevan a cabo y les han presentado. Algunos vecinos también piden tener explotaciones agrícolas o ganaderas de las que sacar su renta y que se expulse a los del ZAD.

Mientras, en ese bosque se está cocinando la alternativa al hartazgo.

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