PlayGround utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de navegación. Si sigues navegando entendemos que aceptas nuestra política de cookies.

C
left
left
Artículo Si esto fuera hoy, tendríamos vídeo de los machitos huyendo de los gays Sports

Sports

Si esto fuera hoy, tendríamos vídeo de los machitos huyendo de los gays

H

 

El primer grupo de aficionados gays del continente tiene una apasionante historia que contar. Y su equipo puede ser campeón de América en unos días

Ignacio Pato

18 Noviembre 2017 06:00

"Brasil vivía en aquel momento bajo el fascismo".

Cruda es la descripción que hace de la dictadura brasileña (1964-1985) el periodista Léo Gerchmann. Justo la época en la que apareció la Coligay, el primer colectivo homosexual de animación de un equipo de fútbol.

"La persecución era violenta. Como en el franquismo y en toda América Latina, el fascismo de los militares era también conservador en su 'visión de familia'", resume. De materializar visión en represión se encargaba en exclusiva el "departamento de costumbres" de la policía brasileña. "Un homosexual, para asumir su naturaleza, tenía muchas dificultades. Eran años grises y la Coligay fue muy valiente", afirma el autor de Tricolor e de todas as cores, el único libro —en portugués— sobre estos aficionados del Grêmio de Porto Alegre.

El 9 de abril de 1977 unos sesenta tipos con túnicas se presentaron en el Estadio Olímpico en un partido ante el Santa Cruz. La revista de fútbol más importante de Brasil, Placar, lo definió como "un exótico grupo que tocaba tambores, gritaba todo el tiempo y causaba espanto". "Todos miraron como algo raro", dice Gerchmann. "Pero su líder, Volmar Santos, supo conquistar espacio en el club".

Hubo desprecio e insultos, pero también factor sorpresa. Y se produjo la que 40 años después sigue siendo la mayor peculiaridad de la historia de la Coligay: fue acogida oficialmente en el club. Coincidiendo prácticamente con la presidencia de Hélio Dourado, "durante sus seis años de existencia, tuvo respaldo y ayuda de la dirección del Grêmio. Tenían un espacio físico exclusivo en la cancha para guardar sus banderas y materiales. Creo que Coligay es un caso único de respeto, como gremista siento mucho orgullo de esa linda página de mi club", asegura Gerchmann.

Los chicos de la Coligay, además, llegaron antes de que se escribiera la otra gran página progresista del fútbol brasileño durante la dictadura, la Democracia Corinthiana (1982-84).

La Coligay llegó a tener unos 200 miembros en su momento de mayor esplendor, y se llamaba así por el local de fiestas que regentaba su líder, Coliseu. Parte de lo rápido que se integró en el propio Grêmio tiene que ver precisamente con ese lugar físico. Allí iban jugadores del primer equipo y algunos de los equipos de formación. De los primeros, dice su líder Volmar Santos que "eran todos heterosexuales, que se sepa". Los segundos tenían "una presencia más intensa y asidua". El entrenador, el llorado Telê Santana, sabía perfectamente donde encontrar muchas noches a sus futbolistas. Hoy en día estaríamos un mes hablando de esto. Tenían una costumbre que hoy también daría que hablar: les gustaba ir pronto a los partidos. Pero aquí pronto quiere decir recorrer la ciudad desde las 6 de la mañana sin haber pasado por la cama en toda la noche.

"La Coligay no se consideraba un grupo político, a pesar de serlo claramente. Por ejemplo ayudaron a que creciera la presencia de mujeres en los estadios en los años 70. A las que lo intentaban se las llamaba busconas o putas. La presencia de Coligay amplió el espacio para ellas", dice Gerchmann. La Coligay, remarca, apoyaba a los jugadores ganaran o perdieran. Según el periodista y filósofo Ruy Carlos Ostermann eso es "porque tenían un sentimiento maternal, como una madre que apoya a sus hijos en cualquier circunstancia".

Algunos jugadores tenían auténtico estatus de sex symbol para la Coligay. Era el caso de Renato Portaluppi, actual entrenador del club, y de Baltazar, que después marcaría un chorro de goles en Celta y Atlético de Madrid. Pero como siempre tiene que haber alguien dispuesto a coartar la libertad de los demás, la Coligay se formaba en autodefensa. Entrenaban karate. "No eran violentos", dice Gerchmann, "pero estaban siempre dispuestos a defenderse. Una vez tuvieron que hacerlo". Con éxito, además. "Si fuera hoy, tendríamos ya el vídeo de los machitos huyendo de los gays que les golpeaban. Fue cómico e insólito. Y muy merecido".

Todo se terminó sencillamente porque su líder se volvió a su ciudad natal en el interior del Estado de Rio Grande do Sul. Su madre estaba enferma. Sin él, la Coligay fue cesando sus actividades. "¿Su legado? Mostrar que los gays también pueden frecuentar los estadios parece hoy una obviedad, pero entonces no", afirma Gerchmann. "De hecho hubo alguna tentativa reprimida. Pero como Coligay no volvió a haber nada. Hoy sería más fácil, pero no olvidemos que la violencia en mayor en términos generales y el conservadurismo crece espantosamente en todo el mundo".

share