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Sports
Un campeón y mundialista francés confiesa haberse dopado con la misma sustancia que usan hoy los yihadistas
16 Noviembre 2017 17:23
De las propiedades del captagon se ha hablado últimamente en clave yihadista. Se dice que su consumo es alto y habitual entre las filas del Daesh. Insensibiliza al dolor, alivia el hambre y el sueño y quita el miedo. El propio, porque con el miedo de los demás pasa al contrario: un ejército fundamentalista se convierte así en una especie de manada de hiperactivos yonquis terroristas.
Dopaje, como en las guerras, siempre ha habido en el deporte también. Hoy, los futbolistas no se pueden ni tomar un gelocatil, pero hubo un momento en que el botiquín del médico eran más que zumos y reflex. El caso más llamativo es el del calcio italiano de los 60, que después denunciaría el jugador del Milan Carlo Petrini: inyecciones de un líquido claro con partículas rojas y amarillas por parte del médico del equipo. Nadie preguntaba, quien se oponía a pincharse se arriesgaba a quedarse sin equipo. Esto contaba años después Petrini: "Nos pidieron que no calentáramos muy fuerte. Antes de salir del vestuario, a los pocos minutos, saltando éramos capaces de tocar el techo con la cabeza, un techo de tres metros de alto. Sobre el campo podíamos morir, porque no nos cansábamos nunca. Podíamos pasar el partido sin parar de correr, esprintando arriba y abajo sin sentir cansancio. Después del partido nos entraba un bajón tremendo, y cuando ya pensábamos que se había pasado, venía lo peor: la lengua se hinchaba tanto que no cabía en la boca, no podíamos casi ni respirar y terminábamos durmiendonos como piedras, como si nos hubiera atropellado un camión, allá donde nos diera el bajón".
En Francia acaba de destapar el tema Jean-François Larios. Puede que a los más jóvenes, o a aficionados no excesivamente familiarizados con la historia del fútbol, no les suene, pero Larios no era cualquiera: ganó 3 veces la liga con el mejor equipo galo de la época, el Saint-Étienne de los 70, en 1980 fue elegido mejor jugador nacional por France Football y se vistió 17 veces la camiseta de la selección francesa, incluyendo el mundial de España'82. Pues bien, Larios acaba de publicar su autobiografía bajo el título 'Yo jugué con fuego'.
"Puedo confesar que me dopé", escribe Larios. Recuerda la primera vez que se dopó, justo para su primer partido importante, en Copa de Europa contra el PSV cuando jugaba en el Saint-Étienne en 1976.
Le dieron una píldora blanca.
Era captagon, fenetilina, un estimulante. Una anfeta, vaya. "Toma, para motivarte", le dijo el doctor del club. "Sobre el terreno de juego sentí una increíble fuerza, pero, más tarde, fue un desastre. El captagon me consumió la energía. Cuando llevaba una hora jugando, sentí calambres y cedí mi lugar a Alain Merchadier", dice Larios.
No consumía regularmente, asegura el exjugador, pero sí antes de los grandes partidos. Larios extiende la práctica al resto de equipos: "El Ajax que ganó tres Copas de Europa seguidas, ¿crees que iban limpios?". El infierno era fuera: le resultaba imposible dormir.
"Mis viejos demonios nunca me han abandonado", dice Larios hoy, con 61 años y reconociendo que físicamente lo está pagando. Casino, juegos, alcohol, alguna que otra condena por traspasos fraudulentos cuando se convirtió en agente de jugadores... se pregunta literalmente cómo lo hacen Mick Jagger o Johnny Hallyday para aguantar el tirón.
La carrera de Larios cayó en picado cuando tenía solo 26 años y acababa de ser mundialista. Pero no fue solo por lo dicho hasta ahora. Hacia 1980 había iniciado una relación extramarital digamos que complicada. Por un lado él estaba casado. Ella también... con su compañero en el Saint-Étienne y en la selección francesa Michel Platini. Larios y Christelle estuvieron dos años juntos, todo el mundo supo el lío, tuvo que renunciar a la selección y encadenó lesiones y equipos de medio pelo.
"Jugué con fuego" parece un buen título para su autobiografía.
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