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Artículo La cruel realidad que se esconde detrás de los elefantes pintores de Tailandia Virales

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La cruel realidad que se esconde detrás de los elefantes pintores de Tailandia

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No es arte, es maltrato animal

E.M.C.

21 Noviembre 2017 15:09

Me sigue sorprendiendo que haya gente que todavía viva en un mundo de fantasía tal que pueda creer que la carne de su plato o el cuero de sus botas ha podido llegar hasta ahí sin ningún tipo de crueldad animal.

Pero, teniendo en cuenta que un buen porcentaje importante de la población sigue pensando que las vacas que se comen pastaron felices por el campo antes de convertirse en hamburguesa, es comprensible que se crean sin muchas preguntas que un elefante puede llegar a pintar cuadros por vocación propia.

Aunque en Tailandia tradicionalmente los elefantes han sido considerado dioses, eso no los ha librado de la explotación y el maltrato al que los humanos tendemos a someter a todas las especies animales que nos rodean.

Hasta 1989 los tailandeses utilizaban a los elefantes para transportar árboles talados. Cuando la tala de árboles se prohibió ese año, decidieron buscarles una nueva ocupación. Entonces surgieron los elefantes pintores, una atracción turística mucho más oscura de lo que podríamos imaginar por vídeos como el de arriba.



Para crear un elefante pintor se lleva a cabo un proceso llamado Phajaan, que significa “romper el espíritu del elefante”. Algo que empieza separándolos de su madre y se prolonga después en una tortura en la que permanecen encadenados y son golpeados hasta aprender lo que tienen que hacer.

Los elefantes no tienen el mismo tipo de creatividad y abstracción que poseemos los primates, por lo que todo lo que hacen está siendo guiado por el cuidador que está a su lado. Aunque nosotros no lo veamos porque muy conscientemente se esconde detrás del paquidermo, indicándoles a base de tirones de oreja concretos cómo han de trazar las líneas en su pintura.

Las obras se venden en su país de origen por apenas 15 o 30 dólares, aunque en una subasta en la emblemática casa Christie’s de Nueva York se llegaron a pagar casi 20.000 por una de estas piezas.

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