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Se tira al mar desde la azotea de un hotel

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¿Qué es lo primero que piensas cuando eres testigo de una escena como esta?

Playground community

19 Marzo 2018 17:30

Todos conocemos a los clavadistas mexicanos, los saltadores de la Quebrada en Acapulco. Los hemos visto en mil vídeos o, con suerte, en nuestros viajes. Jóvenes que ascienden por las rocas del acantilado hasta los cuarenta y cinco metros de altura, a veces empuñando antorchas encendidas. Una vez en lo alto, deben vigilar los juegos de olas y mareas y calcular el momento de hacer su salto para que su entrada en el mar coincida con el momento de máxima altura. Y es así porque un mal cálculo supondría el final. Luego se lanzan en saltos ejecutados con la precisión de un saltador olímpico, aunque solo sean chicos del lugar, jóvenes bravos que han llegado a la perfección por la mera práctica y también por una tradición de muchos años.

El protagonista de este vídeo parece pensar en estos clavadistas de Acapulco cuando, en su visita a San Maarten, decide buscar un lugar desde el cual hacer un salto al océano. En las imágenes podemos verlo ya en lo alto de tejado de un hotel que se eleva al borde de un acantilado que cae en vertical sobre el mar. Podemos apreciar su nivel de concentración mientras se sitúa al borde mismo del edificio, sostenido apenas por la punta de los dedos de sus pies. Inconscientemente contenemos la respiración como seguramente hicieron todos los que contemplaban la escena, incluyendo la persona que graba las imágenes.

De pronto salta, vuela, gira en el aire en un ejercicio de coordinación y fuerza perfectas y se precipita al agua oceánica de pie desencadenándose la euforia entre quienes lo han visto. Los gritos de júbilo se desatan.

La hazaña es impresionante por la calidad de su ejecución y el valor del protagonista, pero también nos despiertan sentimientos encontrados.

No podemos por menos que recordar también a los inconscientes que cada año se tiran desde tejados y balcones de hoteles a piscinas y playas. Estas modas no dejan de ser un alarde de irresponsabilidad y un pésimo ejemplo que deja cada año dramas irreversibles.

Al fin y al cabo, los clavadistas de La Quebrada de los que hablábamos al principio, tienen una práctica en unas condiciones contrastadas por cientos de saltadores a lo largo de muchos años. Pero tejados de hoteles y balcones, claramente no han sido diseñados para estas actividades y las condiciones son absolutamente imprevisibles.

El riesgo es tan alto que, aún desde el reconocimiento del mérito deportivo del protagonista de las imágenes, es necesario resaltar que es irresponsable e injusto tomar este tipo de riesgos en situaciones y lugares no controlados. Los accidentes no afectan sólo al accidentado. También afectan a sus familiares, a los gestores del establecimiento hotelero, a la reputación del lugar en el que ocurren los hechos y a todos los que directa o indirectamente se ven envueltos en la pérdida de una vida humana o en daños que cambiarán toda una existencia para siempre.

No nos engañemos, realizar actos de alto riesgo sin reparar en las consecuencias no es algo meritorio, sino más bien exhibicionismo egoísta y mera vanidad.

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