Probablemente todos hayáis oído hablar acerca de los Premios Darwin. Son premios dados con dura ironía. Premios en los que se celebran actos absurdos o dolosos que culminan con la muerte propia de quien los realiza. Ponerte una tostadora de pan al lado de la bañera o entrar fumando en un polvorín, por ejemplo. El nombre de Darwin viene a dejar claro que se entiende que con la desaparición de ejemplares así, se mejora la especie.
Los Humanos sabemos ser así, duramente críticos con nosotros mismos.
Los animales no tienen el don de darse premios entre ellos. El único premio consiste en vivir otro día más en el hábitat y bajo la insobornable Ley de la Madre Naturaleza. Sobrevivir a tus propios, a tus depredadores, al Hombre, que a veces es el primer depredador.
Pero a veces, los animales también cometen errores irresolubles, que les condenan y si tuvieran un Premio Darwin, se lo otorgarían entre ellos. No sé… como un mono atizando con un palo a un cocodrilo durmiente o…
… una serpiente que se muerde 'por error' a sí misma, envenenándose hasta morir.
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Eso es exactamente lo que nos muestra el vídeo que encabeza este artículo. Una serpiente estaba en el proceso de muda de piel. Se mueve y contorsiona constantemente en su propia ayuda para lograr acelerar el natural cambio de “indumentaria”. Pero algo sale mal.
El cambio no avanza cómo debiera, como sus instintos y genes milenarios le dicen que debe ser. Así que intenta ayudarse con la boca. Y se produce el fatal mordisco.
Al mordisco lo siguen las brutales convulsiones y latigazos. Su organismo no puede soportar el propio veneno cuando está fuera de las glándulas y conductos regulares. Su propio corazón se destruye bajo su ponzoña.
La quietud final nos desvela que ha sido letal. Los titulares del vídeo juegan con la palabra suicidio. Ha sido una muerte accidental, claro. El animal carece de conciencia y ánimo que le haya inducido a una muerte buscada. Pero, en fin, son juegos de palabras para entendernos. Y aunque las serpientes no son criaturas que cuenten con la simpatía de la mayor parte de humanos, es inexcusable decir que la grabación nos revela un momento desasosegante de ver.
Como siempre que algo vivo que vuela, nada, camina o -incluso- repta, desaparece y cesa.
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