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Temperamento volátil nivel Ogro
Playground community
14 Septiembre 2018 21:25
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Todos tenemos la suerte —a veces, la mala suerte— de conocer a personas de temperamento volátil. Esa clase de gente que parece que tiene el motor revolucionado o que reacciona de manera brusca ante cualquier interpelación. Si vamos escala temperamental arriba, pasaríamos a los que gritan por cualquier cosa. Después, a los que insultan. Y por fin a los que reaccionan físicamente.
Si nos encontramos con alguien que responde a estas características, dentro de lo malo, la mejor opción sería que fuera una persona que se contentase con golpear o cargar contra los objetos inanimados del escenario a su alrededor. El escalón más alto lo ocupan aquellos que solo se sienten felices agrediendo físicamente a sus semejantes.
Este vídeo, grabado el pasado 10 de septiembre en una estación de autobuses de Nashville (Tennesse, Estados Unidos), nos muestra a uno de esos individuos que, no contentos con alzar la voz y llamar la atención porque por una cosa u otra se ha sentido ofendidos, decide mostrar su enfado con el mundo perturbando la paz de todos y demostrando que no recibió la adecuada educación. O que si la recibió, a él no le ha cundido suficiente.
Este joven comienza a molestar a las personas presentes en la estación, a romper las filas de espera a interpelar a los dispensadores de billetes y de información. Pero quiere ir a más, así que comienza a romper los mástiles que separan las filas de clientes y a tirar todo cartel y practicable a su alcance. Cuando todo eso y la perturbación de las personas presentes que intentan mantener una distancia de seguridad con él no le basta, agarra uno de esos postes y lo estrella contra varios cristales de las puertas de acceso. El daño ya es irreparable.
Hasta entonces, hubiera bastando buena voluntad para poner todo en su sitio y dejarlo pasar, si fuera la intención. Pero una vez se han roto esos cristales, la acción ya no tiene rápida enmienda y se hace necesaria la presencia de fuerzas del orden. Pero aún no llegan.
El individuo sale a la calle y tira algún cartel más. Por un momento parece que el ambiente se caldea y que va a enfrentarse físicamente con otro hombre en la acera. En breves minutos llega la policía, avisada por los responsables de la estación o por algún pasajero. Poco importa. El matón, el bocazas, tampoco presenta resistencia alguna. Sabe que ahí lleva las de perder y que si se pone respondón puede salir malparado.
¿Qué ha obtenido al final, incluso si en algún momento tuvo una primigenia razón para haberse enfadado? Tendrá tiempo de pensarlo, bien en una celda, bien cuando mire su menguada cuenta corriente por haber tenido que pagar los daños causados.
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