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Culture
Tienen entre 13 y 17 años, y han creado una comunidad cuyos denominadores comunes son la sangre falsa, el látex y la ambición de aterrar a sus seguidores
31 Julio 2017 12:00
@raniratt
Pies vistiendo Converse, pero cercenados del resto de cuerpo. Un cepillo de dientes atravesando una mejilla. Spinners y fidget cubes cubiertos de sangre. Bombillas incrustadas en la palma de la mano… Puedes estar en cualquiera de sus perfiles de Instagram –el de Tindra, el de Ben, quizás en el de Rani o en el de Amy–, deslizando tu dedo de abajo arriba, y lo que verás es eso. Heridas en carne viva. Plantas surgiendo debajo de las uñas. Clavos en los nudillos.
Por suerte, es todo falso. Efectos especiales prostéticos. Maquillaje.
La atracción de los adolescentes no ya por el terror como género, sino por el terror como forma de expresión ya estaba en My Chemical Romance y la moda emo –antes, en el horror-punk y el psychobilly. Estaba también en el creepypasta, aquella escuela de terror viral que sustituía a las clásicas leyendas urbanas por memes y fan-fictions. Esa atracción está, a nuestro pesar, en la ballena azul, el peligroso juego que termina contigo saltando de un edificio, pero que, por el camino, te obliga a visionar cintas de horror y autolesionarte.
Por suerte, las autolesiones de las que alardea esta comunidad de Instagram prepúber son todas simuladas; están hechas con sangre falsa y látex casero. Bajo hashtags como #creepy o #scarymakeup, cada vez es más común localizar rostros jóvenes que suben fotos de sí mismos con la piel masacrada u objetos punzantes clavados en el cuerpo. ¿Edad media de la tribu? Oscila entre los 13 y los 17 años.
Echando un vistazo a este Videozombies, rodado en 1995 por un Dani Moreno de 15 años, es increíble ver, en comparación, lo procaces y profesionales que la tecnología ha permitido ser a los integrantes de la generación Z. La comunidad de la que son parte Tindra, Ben, Rani y Amy no recurre a la intuición, sino a tutoriales de YouTube. Compran el material para trabajar en eBay. Resuelven dudas enviando un direct de Instagram a cualquier otro miembro de la comunidad.
Y, lo que es más importante, rompen tabúes. Una afición que antes hubiera condenado al ostracismo a aquél que la practicase, ahora sirve para encontrar otras espaldas en las que apoyar la tuya propia. Puedes tener tres ojos, sí, pero también 6.000 likes y 200.000 seguidores.
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