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Por qué un niño rico tiene más probabilidades de que le gusten las verduras

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Un estudio ha certificado el número de veces que un niño tirará un alimento al suelo antes de aceptarlo en su dieta

Rosa Molinero Trias

24 Noviembre 2017 10:43

Nace tu hijo. Pasan algunos meses. Y hay muchas cosas que te preocupan, entre ellas, una fundamental: el niño no me come. Porque llega la hora del almuerzo y, de golpe, tu adorable criatura se convierte en una gallinita que picotea mucho pollo y nada de lechuga.

Los pediatras y los nutricionistas recomiendan insistir y tener paciencia, que al final significa tirar comida o, lo que es lo mismo, invertir un dinero extra del que muchas familias no disponen. Y no poder permitirte enseñar a comer bien a tu hijo desde el principio puede suponer plantar en el plato la semilla de la obesidad.

“Hoy en nuestro país la pobreza infantil se manifiesta como malnutrición”, dice la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, “es decir, desequilibrio nutricional con aportes de productos de baja calidad nutritiva pero, desafortunadamente, más baratos: productos precocinados, derivados cárnicos de alto contenido en grasa, bollería industrial… lo que se relaciona con los mayores niveles de obesidad infantil”.

En 10-15 veces que se lo presenten [el nuevo alimento] suelen aceptarlo.

La razón es que las preferencias del niño están escritas en aquello que los expertos llaman “gusto hereditario”, según cuenta la nutricionista Jéssica Gutiérrez del Pino, de SaludNutritiva. “Los sabores de la dieta materna se transmiten a través del líquido amniótico y de la leche”, explica citando un estudio de la revista Pediatrics.

Y cuenta que esto podría tener más peso de lo que parece, porque según una investigación de la British Journal of Nutrition, se llegó a la conclusión de que si la dieta había sido rica en grasas y azúcares durante el embarazo, la carta de navegación del estómago del niño le haría sentir preferencia por esos alimentos.

Los sabores de la dieta materna se transmiten a través del líquido amniótico y de la leche.

Pero que nadie se alarme. Todos tenemos nuestros gustos y hasta más o menos los 6 años, los niños pueden dar bastante la lata a la hora de comer. Es lo que se conoce como “comportamiento neofóbico”, que es el miedo a llevarte a la boca algo que no sabes qué textura tiene ni cómo sabe.

Paquita González, de la Unidad de trastornos de la conducta alimentaria en la primera infancia, del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, explicó para EFE que “En 10-15 veces que se lo presenten [el nuevo alimento] suelen aceptarlo. No se debe dejar de ofrecer, hay que insistir un poco, pero sin olvidar que todos tenemos algún alimento que no nos gusta”.

Pero aquí reside el problema principal. Familias con poco poder adquisitivo que no pueden permitirse el lujo de dar de comer hasta 15 veces coliflor al niño y acaban dándole de comer un alimento que ya saben que acepta con agrado. Otra vez la desigualdad económica como factor decisivo.

Jéssica insiste: “En esta fase es importante armarse de paciencia con tal de poder ayudar; hay que ser compresivos pero firmes para instaurar una dieta equilibrada”.

“En mi opinión, es necesario seguir el curso natural de demanda por parte del niño, dejando que él decida cuándo y cuánto quiere comer. Para esto puede ser adecuada la técnica del Baby Led Weaning, que trata de introducir alimentos sólidos y no purés, y los pone al abasto del niño para que él mismo los coja y experimente y si quiere se los coma. La ventaja que tiene es que el bebé come sin estrés (y los padres también), sin ser forzado: evitaremos sobrealimentarlo, aunque quizás las primeras veces la comida termine en todas partes”.

La nutricionista recuerda que el ingenio es un buen aliado para conseguir nuestro objetivo: “podemos emplear trucos de distracción, cambiando la cuchara y haciendo juegos, mezclar el alimento que se rechaza conotro que le gusta, innovando en las recetas o haciéndolas llamativas, involucrando a los niños en la elaboración de los platos y en la compra de los alimentos”.

Para finalizar, da 3 consejos: crear una rutina, sentando al niño en el mismo espacio antes de comer; nunca usar la recompensa tipo “si te comes las verduras, de postre te daré un helado”; y no esperar a que los bebés tengan dientes para darles alimentos sólidos, ya que es alrededor de los 8 o 9 meses cuando están más dispuestos a masticar y probar alimentos.

Pero no hay que olvidar que el verdadero objetivo, tal y como recuerda la Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria en uno de los puntos de su informe, es “Corregir las desigualdades y las inequidades sociales”.

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