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Artículo Algunos poemas zen para aprender a vivir en la Tierra Lit

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Algunos poemas zen para aprender a vivir en la Tierra

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Más allá de lo beat: así es la poesía zen del maestro Gary Snyder

Xaime Martínez

19 Abril 2017 06:02

«Soy un poeta. Mis profesores son otros poetas, indios americanos y unos pocos monjes budistas en Japón. La razón por la que estoy aquí es porque deseo traer una voz desde lo salvaje, en cuya representación vengo. Deseo ser portavoz de un reino que no está generalmente representado ni en las cámaras intelectuales ni en las cámaras de gobierno.

Estaba escalando el pico Glacier en las Cascades de Washington hace algunos años en uno de los días más claros que jamás hube visto. [...] Pudimos ver a través de Puget Sound hasta las cordilleras de las montañas Olimpic. Mi compañero, que es un poeta, dijo: "¿Crees que hay un senador para todo esto?"

Desgraciadamente no hay un senador para todo eso. Y me gustaría pensar en una nueva definición de humanismo y una nueva definición de democracia que incluyera lo no humano, que tuviese representación de esas esferas. Esto es lo que creo que queremos decir por una conciencia ecológica».

Estas no son las palabras de un hipster de San Francisco.

Tampoco son las palabras de un Elon Musk metido a poeta, ni las de un directivo de Greenpeace con varias lecturas a la espalda.

Hay un poco, desde luego, de todos ellos: por algo Gary Snyder fue uno de los primeros intelectuales en introducir las doctrinas orientalistas, ecologistas y decrecionistas en el corazón de los Estados Unidos.

Pero como suele suceder con los pioneros y con los líderes iluminados, su descubrimiento ensombrece todos los desarrollos que lo siguieron: el poeta, pensador y monje budista californiano Gary Snyder fue una figura única, y sus poemas y ensayos nos presentan aún un modelo muy válido para vivir y entender la vida —a pesar de que muchos de sus deseos, tristemente, se han cumplido, y no de la manera que él querría—.

Podemos comprobarlo a través de La isla de la Tortuga, que acaba de ser publicado en castellano por Kriller 71 y que es quizá uno de sus poemarios más representativos —con él ganó el Premio Pulitzer en 1974—.

El libro, en traducción de José Luis Regojo, representa un momento cumbre de la escritura del autor. Tras regresar de su estancia de diez años en Oriente, especialmente en monasterios budistas japoneses de la rama rinzai, y habiendo dejado atrás su etapa de mayor dependencia creativa de la poética beat, Snyder parece alcanzar una voz propia.

Su voz reúne (y esta palabra en su poesía cobra un significado fuerte) tres grandes obsesiones: los pueblos indígenas —precisamente aquellos que llamaban a América "la isla de la Tortuga" al entender el continente como sujeto sobre la concha de una tortuga gigante—, la naturaleza y el budismo.

Gary Snyder nació en San Francisco en 1930, y se crió en una granja llena de gallinas y vacas que su familia compró al poco tiempo de su nacimiento. Durante su infancia y su adolescencia entró en contacto con los pueblos nativos de la región, así como con la literatura (tras un accidente que lo retuvo en cama durante meses) y con el alpinismo.

Posteriormente estudió lenguas asiáticas y antropología en el Reed College de Portland (Oregon), donde conoció a algunos de los que serían sus compañeros de intereses espirituales y literarios durante el resto de su vida, Philip Whalen y Lew Welch.

En ese momento da comienzo la parte más famosa de su vida: entra en contacto con la generación beat en San Francisco, que ayuda a conformar, y se hace guardabosques. Es escalando una montaña con Allen Ginsberg como tiene una de sus revelaciones ecológicas —precisamente la que da lugar al texto que encabeza el artículo— y el libro Los vagabundos del Dharma de Jack Kerouac está inspirado en su figura.

Cada vez más interesado por la filosofía, la religión y la literatura orientales, Snyder emprendió un largo viaje por Oriente que lo llevaría a la India y, sobre todo, a Japón, donde encontró la práctica que se convertiría en el centro de su pensamiento: la meditación zazen.

Pero no será hasta su regreso a los Estados Unidos a finales de los años 60 cuando halle el que será su tono más característico, con libros como The Back Country (1968), Regarding Wave (1970) o el ya mencionado La isla de la Tortuga, del que el prologuista de esta edición y experto en la obra de Snyder Nacho Fernández Rocafort dice que "supone su 'vuelta a casa' y su completa confirmación como un poeta americano, si atendemos a esa adjetivación en la más rica de sus acepciones".

Este equilibrio entre la cultura oriental y el "estar aquí" (donde aquí es Occidente) es quizá uno de los rasgos más interesantes de su poesía, porque revela la profundidad en que Snyder ha comprendido la doctrina budista, como se puede ver en textos como "Entré en el bar Maverick":

Entré en el bar Maverick

en Farmington, Nuevo México.

Y tomé unos tragos dobles de bourbon acompañados de cerveza.

Mi pelo largo estaba recogido bajo la gorra

y había dejado el pendiente en el coche.


Dos vaqueros bromeaban junto a las mesas de billas

una camarera nos preguntó ¿de dónde sois?

un grupo de 'country-western' empezó a tocar

"No fumamos marihuana en Muskokie",

y a la siguiente canción una pareja empezó a bailar.


Se abrazaban como en los bailes del colegio de los cincuenta;

Me recordó cuando trabajaba en los bosques y en los bares de Madrás, Oregón.

Aquella alegría y rudeza de pelo corto —América— tu estupidez.

Casi podría volver a amarte.


Salimos —por los arcenes de la autopista bajo las viejas y resistentes estrellas—

A la sombra de los riscos, volví a mí mismo,

al verdadero trabajo, a 'Lo que se tiene que hacer'.

Muchas veces hemos leído la tradición new-age que surge de pensadores como Gary Snyder como algo naïf, inútil e incluso peligroso ideológicamente en tanto que es una "canalización del deseo" que impide la verdadera acción política.

Pero las ideas de Snyder, tal y como puede comprobarse en sus poemas y en los ensayos que aparecen al final de La isla de la tortuga, revisten profundidad y mantienen un vínculo decisivo con la totalidad de la sociedad americana, desde su vertiente más política hasta la más cercana a —y lo desagradable de la palabra ya señala la visión simplista que tenemos de ella— el lifestyle.

Su visión ha sido catalogada de anarcobudista (?) y de poshumanista, pero al margen de las categorías en que queramos encajar sus propuestas, lo cierto es que suponen una respuesta a los problemas que plantea la posmodernidad.

Rechazando la idea de progreso que sustenta tanto al Capitalismo como al Comunismo, Snyder desarrolla una visión altamente politizada que se centra en lo local, en el territorio, en lo indígena y en suma —y como se puede intuir en el siguiente poema— en el "vivir aquí" de la doctrina zen.

*

El pesado viejo en su cama por la noche

Oye el canto del Coyote en la pradera.

Todos los años trabajó en el rancho la mina y el bosque.

Católico,

Californiano autóctono, y losCoyotes aúllan para sus

Ochenta años.

Llamará al trampero

Gubernamental

Que pone trampas de hierro a los Coyotes,

Mañana.

Mis hijos perderán esta

Música que acaban de empezar

A amar.

*

Los que iban de ácido de las ciudades

Convertidos en Gurú o Swami,

Hacen penitecnai con brillantes

Ojos dopados, y dejan de comer carne.

En los bosques de Norteamérica

La tierra del Coyote y del Águila,

Sueñan con la INdia, con los éxtasis asexuados siempre benditos.

Y duermen en cúpulas

Geodésicas con calefacción de aceite,

Que se pegaron como verrugas

Al bosque.


Y el canto del Coyote se silencia

porque temen

la llamada

de lo salvaje.


Y vendieron sus cedros vírgenes, los árboles más altos en kilómetros

A un leñador

Que les dijo,

"Los árboles están llenos de bichos".

*

El Gobierno decidió finalmente

Declarar la guerra sin cuartel. La derrota es Anti-Americana.

Y enfilaron hacia el aire,

Su mujeres con ellos

con sus peinados exóticos

pintan con esmalte de uñas los

disparadores de los cañones.

Y nunca volvieron,

pues descubrieron que el suelo

es pro-comunista. Y sucio.

Y  los insectos aliados del Viet Cong.


Así que bombardean y bombardean

Día tras día, en todo el planeta

ciegan gorriones

revientan tímpanos de búhos

astillan troncos de cerezo

retuercen y curvan

intestinos de ciervos

en las rocas polvorientas, fragmentadas.


Todos estos norteamericanos en ciudades especiales en el cielo

Descargando venenos y explosivos

Por Asia primero,

y luego Norteamérica,


Una guerra contra la tierra.

Cuand terminen, ya no quedará un lugar

para que se esconda un Coyote


mensaje


Me gustaría decir que

El Coyote estará siempre

En tu interior


Pero no es verdad.


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