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“Es mejor tener un primer ministro cínico que uno estúpido, aunque no deberíamos descartar la posibilidad de que hayamos acabado con uno que es ambas cosas.” —Ian Dunt. #Opinión
16 Octubre 2017 17:32
No todo es Cataluña en la actualidad, aunque se le parezca. Las negociaciones del Brexit son una buena lección para el independentismo catalán, ya que muestran los enormes costes, engorros y dramas de una ruptura, con la diferencia sustancial de que dejar la UE es solo un pequeño porcentaje de lo que implicaría una secesión territorial. Hace poco lo recordaba José Ignacio Torreblanca en El País: es más acertado comparar el independentismo catalán con el Brexit que con Escocia.
Tanto los líderes independentistas como los líderes conservadores británicos que negocian el Brexit prometen un futuro sencillo. Como escribe Nick Cohen en el Guardian, la gran mentira del Brexit es que iba a ser fácil: “[La primera ministra Theresa May] cometió el horrible error de promocionar todas las falsas promesas que hizo la campaña del Leave cuando llegó al poder.” Y un gobierno incapaz de decir la verdad difícilmente puede estar en una posición ganadora al negociar.
Jonathan Freedland escribe también en el Guardian sobre algo que sonará cercano a los que conocen el independentismo catalán: con todas las energías del gobierno británico puestas en el Brexit, el gobierno se ha olvidado de los demás problemas que hay que resolver. “Los gobiernos tienen un ancho de banda limitado; los conservadores han decidido dedicar toda su energía a dejar la Unión Europea.” Y se han olvidado, por ejemplo, de los jóvenes, que ahora es una categoría tan amplia que incluye a casi todos los que votaron por permanecer en la UE. Freedland cita a un político conservador: “Si nos ven solo como los defensores de una austeridad sin alma y de un Brexit ideológica y culturalmente aislacionista, nos arriesgamos a perder a la próxima generación de votantes para siempre.”
Pero el gobierno de May corre el riesgo de perder también a los votantes a favor del Leave. Prometen que en 2019 Reino Unido abandonará la UE definitivamente, cuando en realidad May ha confirmado que se abrirá un periodo de transición en el que el país permanecerá en el mercado único. La promesa de take back control de los leavers es sexy solo si se cumple rápido; si hay que negociar durante años se convierte en un calvario. Como explica Ian Dunt en la web Politics, May “sabe que el acuerdo durará varios años más y que el único periodo posible de transición es uno en el que las cosas se quedan como están ahora.” Es decir, hasta abandonar la UE, el mejor sitio en el que estar es la UE. Dunt es duro con la primera ministra: “Es mejor tener un primer ministro cínico que uno estúpido, aunque no deberíamos descartar la posibilidad de que hayamos acabado con uno que es ambas cosas.”
El Brexit es un suicidio político y social, y es además la victoria de la austeridad y la precariedad. Rafael Behr argumenta que hay una parte de los brexiters que promueve un “no acuerdo”. Son conservadores que beben de la idea de Thatcher de que para hacer reformas hay que infligir daño, destruir el statu quo (recuerda a los independentistas radicales que promueven una independencia unilateral, a eso de que “para hacer una tortilla hace falta romper unos cuantos huevos”). En New Statestman, Stephen Bush hace un análisis similar: “No deberíamos olvidar que la razón por la que las negociaciones del Brexit es probable que fracasen en cumplir lo que quiere el grueso de votantes, Remain o Leave, es porque están siendo moldeadas no por los intereses del 52 por ciento que quería marcharse, o por el miedo del 48 por ciento que optó por quedarse, sino por los intereses minoritarios de un pequeño grupo de Brexiteers, concentrados mayoritariamente dentro del Partido Conservador.”
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