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A pesar de la represión sufrida en Turquía y en España, Hamza Yalçin y Dogan Akhanli siguen visibilizando su resistencia y denunciando la violencia con la que el régimen de Erdogan trata a intelectuales y periodistas
24 Agosto 2017 06:30
Los dos escritores perseguidos por el gobierno de Erdogan, ahora con la complicidad del gobierno español, siguen haciendo aquello que tanto molesta al régimen turco: hablar, escribir, explicarse.
Tras la indignante detención de Hamza Yalçin el pasado 3 de agosto, Marina L. Riudoms contaba en PlayGround que para ser catalogados como criminales ni tan solo es necesario que los periodistas y escritores formen parte de la resistencia política contra el sistema turco.
De hecho, los artículos de Yalçin tienen más que ver con la defensa de los derechos humanos que con cualquier tipo de compromiso político. En ellos "abunda la exposición de la violencia dentro de los cuartelillos, la falta de libertad y declaraciones de familiares con sentimientos de importancia e injusticia. Su idea de revolución va ligada a esa confesión parcial y posicionada de la víctima tras los bastidores".
Ahora, aunque sigue en la prisión de Brians I, Yalçin ha escrito una carta en la que explica su situación.
"En la entrada, fui golpeado por los guardias. Recibí la 'formación básica' sobre cómo me tendría que comportar."
No está hablando de su experiencia en Turquía, donde muchos de sus compañeros son sentenciados a muerte, encarcelados y torturados, sino de Barcelona.
"los dos agentes de policía, una mujer y un hombre, que me trajeron a la prisión después de la decisión judicial, parecía como si pertenecieran al sistema judicial de otro país. O quizá me lo pareció porque estaba muy preocupado. Eran extremadamente fríos. No recuerdo ni si nos miramos a los ojos. O bien, tenían una mirada mecánica y deshumanizada. Me esposaron por detrás."
El tratamiento que está recibiendo le recuerda las torturas que sufrió durante semanas en su país, donde incluso llegaron a colgarle en la horca esposado por detrás, y que le han dejado lesiones permanentes en el hombre y en las muñecas.
"Debe ser por eso que las manos se me duermen fácilmente, también en circunstancias normales [...] 'Las esposas me hacen daño, ¿no podéis esposarme por delante?' les pregunté. La mujer policía me dijo, de una manera indiferente y autoritaria, 'protocolo de Cataluña'."
La situación es todavía más grave si tenemos en cuenta que Yalçin es un ciudadano sueco, que estaba de vacaciones en España. Lo detuvieron en el control de pasaportes porque figuraba en la lista de la Interpol, acusado de pertenecer al Movimiento de Resistencia del Partido / Frente de Liberación Popular de Turquía, una organización catalogada como terrorista.
Yalçin no entiende el comportamiento de las autoridades españolas: "considero contrario a los derechos humanos que España me encarcele por mis actividades políticas —que Suecia las reconoce como legales—, que me prive de mi trabaje, que limite mis relaciones con el mundo a un nivel mínimo y se prepare para extraditarme a Turquía".
La carta termina con una proclama contra Erdogan, a quien considera uno de los dictadores más peligrosos que ha existido en el mundo. Sin embargo, Yalçin no tiene miedo: "pagué un precio muy alto durante cuarenta años por luchas por la libertad. Si es necesario, lo haré de nuevo."
Por su parte, el también represaliado Dogan Akhanli tampoco tiene miedo.
Detenido el 19 de agosto en un hotel de Granada, su caso confirmaba que la detención de Yalçin no había sido una excepción ni un error: el gobierno español está dando credibilidad a las acusaciones del gobierno turco -fabricadas y motivadas por el interés del régimen de perseguir a sus opositores-, y colabora activamente en el encarcelamiento de presos políticos.
A diferencia de Yalçin, Akhanli ha sido puesto en libertad a la espera que la Audiencia Nacional decida si lo extradita. Por eso, ha podido denunciar su situación en una entrevista para El Diario.
Perseguido por sus ideas políticas desde los años 70, denuncia que "toda la gente que está ahora en prisión en Turquía, especialmente intelectuales y periodistas, el único crimen que han cometido es ese, ser intelectuales y periodistas."
Sobre la colaboración del gobierno español con esta represión sistemática, afirma Akhanli que no puede ser casualidad que dos intelectuales turcos viajen a España y terminen los dos detenidos: "existe una alta probabilidad de que las autoridades españolas estén colaborando porque esta lista de 10.000 perseguidos por parte de Erdogan no se la han tomando en serio ni Francia, ni Italia, ni Grecia, Ni Alemania, y se la toma en serio España".
El escritor turco se muestra optimista acerca de su futuro, y espera volver a Alemania: "no creo que España vaya a llegar tan lejos porque sería un escándalo político y jurídico."
En un momento en que el concepto de "posverdad" ha colonizado el debate en torno a la información periodística, para entender la situación de ambos escritores no es descabellado recordar que antiguamente la verdad no se entendía geométricamente como una forma de simetría —la conformidad de nuestras ideas con la realidad—, sino como una acción: la de descubrir, desvelar.
Porque desvelar aquello que permanecía oculto es, precisamente, lo que Hamza Yalçin y Dogan Akhanli llevan años haciendo con el régimen turco y ahora, también, con el gobierno español.
Y es por ello que se encuentran en esta lamentable situación.
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