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Richard Spencer: el supremacista que recuperó el grito nazi en el siglo XXI
24 Noviembre 2016 13:22
Richard Spencer tiene un sueño: crear un país blanco, de extrema derecha y con reminiscencias a la Alemania de 1933. Y con Trump en el poder, cree que está cada vez más cerca de alcanzar su fantasía.
Con dos carreras universitarias, Spencer dirige el National Policy Institute, un think tank de la alt-right norteamericana que ha pasado de esconderse en las mazmorras de Internet a reunirse en lugares públicos respaldados por el discurso xenófobo de la campaña de Trump.
Sus trajes de corte límpio y su peinado hipster-fashy (de fascista) dan, según Mother Jones, al racismo abierto "un nuevo barniz de elegancia radical". Aunque esa elegancia queda eclipsada en cuanto Spencer coge confianza y proyecta su discurso supremacista.
Spencer dirige el National Policy Institute, un think tank de la alt-right norteamericana que ha pasado de esconderse en las mazmorras de Internet a reunirse en lugares públicos respaldados por el discurso xenófobo de la campaña de Trump.
"Lo que espero para el futuro es la creación de un etno-estado, que sirva para toda la gente europea, que protegería su civilización", confesó este miércoles en una entrevista de la BBC. "¿Cabrían en ese estado los hispanos o afroestadounidenses?", le preguntaba el periodista del medio británico. "Simplemente, no pueden", le respondía Spencer.
Para el supremacista, el mundo se divide por razas. Puedes ser de la raza blanca europea, la "raza buena", o un marginado de cualquier otra. Ese discurso sin duda les suena: Spencer quiere llevar a cabo una limpieza étnica al igual que planeó Hitler el siglo pasado.
"Necesitamos un estado étnico para que nuestra gente pueda volver a casa, vivir entre familia y sentirse seguros y protegidos", expuso en un discurso de 2013 que acabó con la frase de Martin Luther King: "tengo un sueño".
Nacido en una familia rica, Spencer se crió en Dallas donde fue a una escuela privada no mixta. Se licenció en la Universidad de Virginia en literatura inglesa y música, e hizo un máster en humanidades en la Universidad de Chicago. Según recoge el Washington Post, en 2007 dejó un doctorado en la Universidad de Duke para escribir en publicaciones de derechas.
"Necesitamos un estado étnico para que nuestra gente pueda volver a casa, vivir entre familia y sentirse seguros y protegidos".
De acuerdo al extenso perfil que le hizo Mother Jones, el supremacista no es el tipo nazi atraído por los capirotes del Ku Klux Klan. A Spencer le gusta leer los ensayos de Nietzsche, adorar los logros de Napoleón y conmoverse con Wagner.
Pero, según descubrió el periodista de Mother Jones, el racista tiene una mancha en su inmaculado historial blanco: en el pasado salió con varias chicas asiáticas, etnia que por supuesto no cabe en su imaginario de la América blanca. "Prefiero que no escriba sobre esto", contestó al periodista cuando le preguntó sobre esa historia.
"Creo que probablemente algunas personas en el movimiento lo encontrarán terrible", agregó refiriéndose a que lo mismo a sus acólitos neofascistas no les hacía mucha gracia las relaciones mixtas.
Después de la victoria de Donald Trump, Spencer y los miembros de su think tank decidieron ir a celebrarlo a un restaurante italiano de Nueva York. Otros lugares les denegaran la reserva de una sala por la presión de manifestantes antifascistas, pero el Maggiano acogió a los espectadores y a la prensa.
En un momento de la noche, Spencer se subió al escenario y pronunció: "Como se puede ver, la alt-right está creciendo, la alt-right es real y la alt-right existe en el mundo real". Poco después, tal y como informa el Washington Post, habló de las deficiencias de la OTAN, los peligros de la inmigración y del identarismo.
Unas horas más tarde sugirió a la prensa abandonar el lugar. "Es el momento para que puedan ir a casa y el momento para que nosotros disfrutemos del resto de la conferencia", pronunció Spencer.
"Como se puede ver, la alt-right está creciendo, la alt-right es real y la alt-right existe en el mundo real".
Lo que siguió después, solo lo pudieron vivir los pocos que se negaron a seguir la sugerencia.
Con la frase: "¡Vamos a celebrar como si fuera 1933!" el supremacista daba comienzo a una orgía de exclamaciones fascistas, gritos de "¡Heil Trump! ¡Heil nuestro pueblo! ¡Heil victoria!" y el brazo levantado a modo de saludo nazi. "Nosotros quisimos a Donald Trump en la oficina y hemos hecho este sueño realidad", confesó ante su auditorio Spencer.
Días más tarde, la BBC le preguntaba sobre ese momento en el que el saludo nazi resonó con libertad en el siglo XXI. "Fue un momento de exuberancia", contestaba el supremacista.
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