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Defensor de la impunidad policial, de la familia tradicional, de la brecha salarial entre hombres y mujeres, de los ricos y de los blancos, Jair Bolsonaro es el segundo en las encuestas para las elecciones presidenciales
12 Abril 2017 06:00
Sí, también Brasil, el país de la samba y el mestizaje, tiene a su Donald Trump, a su extremista bravucón que va creciendo a golpe de salidas de tono que muchos comparten pero que pocos se atreven a decir.
El machote verborreico, directo, con amplio historial de declaraciones controvertidas se llama Jair Bolsonaro. Es exmilitar, defiende abiertamente la dictadura que hubo en Brasil (1964-85) y, aunque lleva veinte años como diputado, (fue el más votado de Río con casi medio millón de votos), su discurso está calando con el estilo anti-política de los últimos ‘booms’ de la extrema derecha nacionalista en otros países.
Está segundo en las encuestas electorales a un año y medio de que se celebren las presidenciales en Brasil. Con un 6,5% en intención de voto, tan solo le supera el expresidente Lula (16,6%) en un escenario incierto y fragmentado, aún hipotético.
En la última de sus charlas, que le ha cosechado denuncias esta misma semana, aseguró que “los negros quilombolas ya no sirven ni para procrear”. Los quilombolas son los pobladores de los quilombos, comunidades protegidas cultural y naturalmente por ser el origen de afrodescendientes de exesclavos libertos o huidos.
Pero tiene muchas, muchas más. A saber:
“Para el PT, en breve la pedofilia dejará de ser crimen”, dijo en respuesta al material didáctico repartido en las escuelas para educar en la diversidad sexual. Al respecto, dijo en una reciente entrevista con el diario Estado de São Paulo: “El ‘kit’ gay fue una catapulta a mi carrera política”.
Preguntado en un programa de televisión por su reacción si tuviese un hijo gay, aseguró: “Eso no pasa por mi cabeza, fui un padre presente y eso nunca sucedería”.
En ese mismo programa, le preguntaron qué haría si su hijo tuviera una novia negra. “No voy a discutir la promiscuidad de nadie”, dijo, dando por sentado que solo en ese contexto podría su hijo estar con una negra.
Por mi cabeza no pasa que mi hijo sea gay porque fui un padre presente.
En relación a las cuotas étnicas en la educación brasileña, dijio que “no entraría en un avión pilotado por un alumno de cuotas”.
O expresó que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”, pocos meses después de dedicar su voto a favor de ‘impeachment’ de la ex presidenta Dilma Rousseff al coronel que la torturó. También dijo votar “por las fuerzas armadas”, entre otras cosas.
“¡Por eso les pagan menos a las mujeres! Es muy fácil, yo, que soy empleado, decir que es injusto, que hay que pagar el mismo salario. Pero el que está produciendo, con todos los encargos, pierde productividad”, aseguró en otra ocasión, queriendo justificar con los embarazos el hecho de que las mujeres cobren menos que los hombres. “Tengo cinco hijos. Cuatro son hombres y en el quinto aflojé y tuve a una mujer”.
La familia por encima del partido
De esos cinco hijos, tres se dedican a la política. Eduardo Bolsonaro, diputado en la Cámara como su padre, Carlos Bolsonaro, edil en la cámara municipal de Río de Janeiro, y Flávio Bolsonaro, diputado del estado de Río.
Este último atiende a PlayGround en su despacho del órgano regional. Y queda claro que “la familia tradicional”, “la meritocracia” y el “orden” son las obsesiones de esta familia cuya marca está más asociada al apellido que al partido político al que pertenecen.
De hecho, los Bolsonaro están ahora en el partido de corte religioso PSC (Partido Socialista Cristiano). Es la séptima formación a la que pertenecen. Ahora, el patriarca está buscando partido para cambiarse y cuando lo haga, lo harán juntos todos los miembros de la familia.
Su hijo Flávio, de 35 años y formado en Derecho, tiene un discurso mucho menos incendiario que el de su padre. Muchas veces le hace de apagafuegos, con un “lo que quería decir” o “lo que dijo está sacado de contexto”. Sucede en varias ocasiones durante la entrevista y es común también cuando hablamos con votantes fieles a la familia.
Flávio Bolsonaro / Germán Aranda
Pero al tiempo, Flávio deja claro lo siguiente: “Nos diferenciamos en las formas, pero las ideas son prácticamente las mismas”.
¿Y cuáles son las ideas? Darle muy duro a la corrupción, clásico del populismo, defender radicalmente el papel de la policía, aunque sea la que más mata del mundo, poner fin a la promoción pública de debates o a la formación de género y de ayudas a las minorías que puedan, según ellos, interferir en la concepción de familia tradicional. Esto último, aunque las muertes por LGTBfobia en Brasil sean también una rutina.
Según Flávio Bolsonaro, manda “la verdad biológica de que hay hombres y mujeres y no seres con un sexo que pueda ser definido”. En general, a la familia le preocupa más los discursos de las minorías que la discriminación que sufren. Con eso, consiguen una amplia adhesión de los brasileños más reaccionarios, sobre todo de la creciente comunidad evangélica neopentecostal.
Jair Bolsonaro / resumendelsur.com
“Jair defiende la familia tradicional y los valores conservadores como la religión o el derecho a propiedad, la meritocracia, el respeto a la vida (combate al aborto), y otras ideas compatibles con la inmensa, pero inmensa, de verdad, mayoría de la sociedad brasileña”, afirma Flávio.
Para que las ideas se hagan más fuertes, los Bolsonaro tienen su caza de brujas: luchan “contra la tentativa de implantar el comunismo” de la izquierda del PT que gobernó entre 2002 y 2014, porque, dice Flávio, “la sociedad brasileña es conservadora y quiere orden”.
Quedará demostrado que las ideas que hoy defiende Trump son las que tiene Jair desde hace 30 años.
El mayor de los hijos de Bolsonaro, que quedó tercero en las elecciones a alcalde de Río el pasado año, reconoce las similitudes entre su familia y el extremismo de Trump y Le Pen como personas “fuera del sistema político viciado y corrupto que no se dejan contaminar por la opinión pública”. Pero defiende que su padre es el pionero de todos, pues “¡defiende esas ideas desde hace treinta años!”.
“Bolsonaro es auténtico y quedará comprobado que las ideas hoy defendidas por Trump y que contaminan positivamente diversos países siempre fueron defendidas por Jair”, remata.
Legión de fans
Jair Bolsonaro es a día de hoy uno de los pocos líderes políticos de Brasil al que paran constantemente para hacerse ‘selfies’ y al que los fans van a visitar al despacho. Tiene más de cuatro millones de seguidores en Facebook en el momento de publicarse este artículo, y crece a pasos agigantados. En marzo de 2015, tenía 1.179.000, como explica un amplio perfil publicado la pasada semana en el diario Estado de São Paulo.
Los fans de Bolsonaro, muy activos en las redes sociales, lo califican como ‘Bolsomito’. Luego, en corto, muchos matizan su apoyo y expresan sus discordancias con la saga de políticos. “No estoy de acuerdo con todo lo que dice Bolsonaro, creo que necesitamos retroceder para mañana poder avanzar a pasos más largos”, asegura Abraao Pires, formado en Derecho.
Para Fernando Fernandes, líder de las juventudes del PSC y férreo defensor de los Bolsonaro, Jair “es un patriota”. “Como él dice, Dios está por encima de todo y Brasil por encima de todos. Es el candidato de la moral y de la ética en un Congreso tomado por la corrupción”, asevera.
PARTE 1( ENTREVISTA )JAIR BOLSONARO/JORNAL ESTADO DE SÃO PAULOASSUNTOS: REFORMA PREVIDÊNCIA / REGIME ÚNICO
Posted by Jair Messias Bolsonaro on lunes, 3 de abril de 2017
Para él, “viendo a Venezuela se puede ver cuál era el camino orquestado para América Latina”, incluyendo a Brasil, y ve a Bolsonaro como el mejor antídoto para este tipo de políticas.
Existe, según Fernandes, “un proyecto de influencia del poder sobre las políticas y medios nacionales que diluye las fronteras culturales y políticas”. En ese sentido, equipara la fuerza de Jair al auge del UKIP, el Brexit o Donald Trump. O sea, de nuevo el votante de extrema-derecha como principal valedor de un discurso anti-establishment.
A diferencia de lo que sucede en Francia o en Estados Unidos, Bolsonaro tiene más votantes entre los ricos con educación superior. Pero, como la Alt-Right estadounidense, Bolsonaro también tiene un club de fans de "Gays de derecha" con 4.000 seguidores en Facebook.
¿Bandido bueno es bandido muerto?
Una de las líneas más agresivas del discurso de los Bolsonaro es el de la seguridad pública, en un país con más de 50.000 homicidios por año, de los que más de 3.000 son víctimas de la policía, según datos oficiales de 2015 extraídos del Mapa de la Violencia.
Para los Bolsonaro, poco importa que los agentes de Brasil maten más en términos proporcionales que los de países mucho más violentos como Honduras. Poco importa también que cada pocos días circulen vídeos en las redes sociales con la muerte de inocentes e incluso de niños a manos de agentes. “El policía tiene que tener más amparo legal para hacer su trabajo aunque eso implique matar”, dice Flávio.
Mientras la ONU denuncia cada año no sólo el alto grado de letalidad de la policía, sino también su impunidad, Jair Bolsonaro ha llegado a defender que tendrían que matar más todavía.
Escola Superior da PMERJ! Conversa sobre assuntos estratégicos com verdadeiros especialistas em Segurança Pública! Com @FlávioBolsonaro pic.twitter.com/sTnf8hbk2C
— Jair Bolsonaro (@jairbolsonaro) 10 d’abril de 2017
En las últimas semanas, un vídeo con dos agentes disparando en el suelo a dos presuntos narcotraficantes tumbados y desarmados derivó en la detención de los policías. Para Flávio, fue injustificada: “Fue legítima defensa”.
Además de esa especie de carta blanca para matar y de querer mayor dureza en la policía, los Bolsonaro están a favor de que se reduzca la edad penal de los 18 a los 14 años y que el acceso a las armas sea más fácil para la población civil, "con tal de que pueda defender su vida y su patrimonio", dice Jair.
La frase “bandido bueno es bandido muerto”, defendida por un 57% de los brasileños en una encuesta de Datafolha de 2015, representa la dura línea de seguridad a seguir por los Bolsonaro si llegan al poder.
“La frase no hay que entenderla literalmente. Se refiere a que los bandidos, cuando disparan a la población, están en estado de guerra. Los institutos de derechos humanos cuestionan a los policías cuando ellos están desamparados”, defiende Fernando Fernandes.
Jair llegó a tildar de “canallas” a los miembros de Amnistía Internacional, que anualmente elaboran documentados estudios sobre la violencia policial. “La violencia se combate con violencia”, sentenció. “Si alguien roba mi bicicleta y le disparo, no me deberían castigar. Tiene que ser así”, agregó.
Para defender esa línea represiva y de mayor facilidad de acceso a las armas por parte de la población, en el Congreso de los diputados se ha creado lo que se llama “el lobby de la bala”, con diputados de varios partidos diferentes asociados por esa visión de la seguridad.
Una izquierda perdida
En un país con más de la mitad de la población negra, sin grandes problemas de inmigración y con una identidad cultural fuertemente marcada por herencias africanas (la samba, por ejemplo) e indígenas, parecía que la extrema derecha no podría tener cabida.
Pero la crisis económica y el estallido del mayor escándalo de corrupción de la historia del país, el caso Petrobras, con el gobierno de izquierdas del PT de Dilma y Lula al frente han generado un clima propicio de reacción por oposición a lo anterior. Y, además, ningún nuevo líder de izquierdas ha sabido conectar con las clases populares como sí lo hizo Lula antes de vencer en las elecciones de 2002.
Para el filósofo, politólogo y ex ministro de Educación Renato Janine Ribeiro, la eclosión de la extrema derecha en Brasil “es una sorpresa”. La razón: “Pensaba que la inclusión social en Brasil era irreversible. Esa idea está retrocediendo desde hace dos o tres años con el crecimiento de figuras como Bolsonaro”.
Los ex presidentes del PT Lula y Dilma Rousseff / implicante.org
Como en otros países, dice Ribeiro, “la decepción con los políticos tradicionales abre espacio para aventureros de toda orden”, aunque estos, según su punto de vista, “les vayan a acabar causando mal a los propios ciudadanos”.
“Bolsonaro ha sabido crearse una imagen de no corrupto, mientras que los grandes partidos (PT, PSDB, PMDB) tienen su imagen estrechamente asociada a la corrupción”, añade Ribeiro, que apunta a los alcaldes Crivella y Doria, de Río de Janeiro y de São Paulo respectivamente, como parte de esa tendencia.
A diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, en Brasil la extrema derecha sí se manifiesta con fuerza en las ciudades más potentes y cosmopolitas, mucho más desiguales y violentas que, por ejemplo, Nueva York o Washington.
Flávio Bolsonaro / Germán Aranda
Para Ribeiro, el voto a Bolsonaro “es un voto de protesta y no constructivo”, que tiene que ver con un gran fracaso de la izquierda representada por el PT: “Conectó con las bases populares a través del consumismo y cuando se acabó el dinero para mantenerlo, no tenía argumentos. No supo explicar que el país había entrado en una crisis y gran parte de las clases populares le retiraron el apoyo”.
El más que dudoso 'impeachment' contra Rousseff, que la sacó del poder y puso al conservador PMDB al mando, fue el golpe definitivo para la izquierda brasileña. Al menos por ahora, que solo ve en el expresidente Lula la posibilidad de resurgir en las presidenciales de 2018. Eso, claro, si no va a la cárcel antes por alguno de los varios procesos que tiene en su contra por corrupción.
Ribeiro señala que la línea discursiva de muerte a los delincuentes es “idéntica a la que mantuvieron las dictaduras latinoamericanas” de los 70 y 80, y no cree que Bolsonaro tenga potencial realmente para ganar unas elecciones en Brasil. Remata con amarga incertidumbre —si no miedo—: “Después de lo que sucedió en el Brexit y con Trump, ya no veo nada imposible”.
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