Oh! Parece ser que estás usando adblocker y lo respetamos. Por eso podrás seguir disfrutando de nuestros contenidos sin problema pero quisiéramos pedirte que lo desactivaras para nuestro site. Ayúdanos a seguir adelante y a luchar por aquello en lo que creemos.
Content
Nunca habías visto tantos animales con pico caminando juntos en una misma dirección
Playground community
04 Abril 2018 16:24
Hace muchos años vi en la televisión un clásico del cine titulado Cuando ruge la marabunta. Con ese título, no sabía muy bien qué esperar. ¿Qué será eso de la “marabunta”? Si ruge, debe ser un animal salvaje, pensé. Esta suposición pareció confirmarse cuando vi que la película transcurría en medio de la selva, con una bellísima Eleanor Parker haciendo de una novia casada por poderes con un magnate del fin del mundo encarnado por Charlton Heston.
Aunque el asunto entre los guapísimos Heston y Parker da para mucho, no es objeto de este texto, sino aquella “marabunta” que, por supuesto, no es ningún bicho, sino miles de millones de ellos. Un fenómeno que convierte a las hormigas en algo así como una plaga bíblica en la que todos los insectos que se ocultan bajo la tierra se ponen de pronto en marcha, salen a la superficie y arrasan allí por donde pasan, sin que ningún ser vivo ni animal ni vegetal se les resista. Ocupan varios kilómetros cuadrados y es algo absolutamente pavoroso.
Así que no me explico por qué, cuando vi el vídeo que hoy nos ocupa, me acordé de la marabunta. En este vídeo, en otro tiempo, el nuestro, y otra selva, la de Vietnam, también una horda de animales se ha puesto de acuerdo para avanzar formando un grupo sin fin y sin que nadie los detenga. Pero no tienen nada de horribles. Al contrario, parece un ejercicio de “riquiñez” a la gallega, eso que hoy se conoce universalmente como “cuqui”.
Efectivamente, vemos cómo en medio de la selva, una riada de patitos dorados cruza la carretera. Es un río que no cesa, una corriente de peluches achuchables que no devoran quizá más que unas briznas de hierba y que, desde luego, no rugen. Como mucho, algún "cuac" aquí o allí.
Caminan deprisa, de forma un tanto tonta. Y van pasando los segundos y ya han pasado un ciento de patitos, o quizá dos, o un millar. Y vemos que algunos motociclistas que, primero contemplaron el fenómeno con asombro, y luego han estado esperando, van perdiendo la paciencia y tocan el claxon. Pero eso no detiene la marabunta de patitos que sólo se desplaza un metro o dos y sigue avanzando mientras llegan más y más patos y aquello parece que no acaba nunca. No queda más que esperar a que cese el flujo.
La naturaleza conoce sus caminos y no son pocos los animales que atraviesan modernas carreteras, autopistas o puentes, por los mismos pasos que usaron sus antepasados durante generaciones. Un misterioso instinto les dice por dónde han de ir y lo hacen.
Así que nos ha encantado ver a estos patos imponiendo su derecho. Sin amenaza mortal de por medio, inflexibles, armados con sus andares patosos y sus preciosas plumas doradas, la horda de patos ha pasado de los humanos, detenido el tráfico y seguido su camino hasta que ha cruzado el último de sus integrantes. ¡Respect!
share